martes, mayo 31, 2016

10Y61

Hay un niño de siete años pérdido en zona rural de Hokkaido, la isla norte del país. Sus padres lo dejaron allí como castigo y cuando volvieron ya no lo encontraron. Las fuerzas locales se han unido desde el 28, pero no han tenido éxito. Ojalá lo encuentren pronto, sano y salvo. 


Hace unos años hubiera reaccionado a tal noticia con indignación, pero ahora no puedo dejar de identificarme con aquellos padres desafortunados. Puedo imaginar una situación que conduzca a un castigo tan drástico, y se me hace un nudo en la garganta al pensar en lo que estarán sintiendo. 

Supongo que si algo le pasó al niño, los padres enfrentarán cargos penales, pero ¿no habrán ya sido suficientemente castigados? Qué difícil debe ser vivir después de tal experiencia. 

Es esta capacidad humana de la compasión y de ponerse en los zapatos del otro, una de las mayores fuerzas que nos impulsa a valorar la ética y la justicia en todo lo que nos rodea. Pero esto no quiere decir que sea una fuerza benéfico, mucho menos objetiva. Todo lo contrario. Lo que me imagino y siento al contar la historia es una invención del cerebro que no puede parar de contarse historias para encontrarle sentido a la existencia. Lo mejor sería guardarse cualquier juicio hasta conocer a fondo las evidencias. 

Pero es tan limitado lo que nos es dado saber, que no podemos evitar guiarnos con prejuicios y corazonadas. Parece una trampa. 

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