domingo, julio 14, 2013

Sin falta



Mientras en las sociedades tranquilas hacen falta las noticias perturbadoras para mantener el interés de la audiencia, en las zonas convulsionadas se buscan los sucesos positivos para no espantarla.

Nada nuevo para el ciudadano promedio colombiano, pero aplica igual para Japón después del desastre de 2011. Ante la tragedia, las noticias en la televisión y en los periódicos locales siempre incluían alguna nota sobre un encuentro, un nacimiento, algo que sirviese de asidero en la incertidumbre.

Esto no duró mucho tiempo en los periódicos nacionales, que volvieron pronto al modo 'crisis en medio de la normalidad' que ha caracterizado el cubrimiento de lo relacionado con la planta nuclear. Sin embargo, aún dos años después del desastre, la búsqueda de noticias alentadoras aún se sentía en las zonas costeras del noreste. 

Uno de los periódicos que ojeé durante mi estancia en Ofunato traía en primera página la noticia de un premio a una estudiante de bachillerato. En Japón no es tan común el reconocimiento individual como el colectivo, así que la noticia me llamó la atención de inmediato. De hecho, resulta que es el único reconocimiento que otorgan los colegios a los graduandos: el premio a no faltar a ninguna clase (皆勤賞—kaikinsho).

En ese momento pensé que dicho premio debía ofrecer una oportunidad de oro para investigar si se ve reflejada o no la asistencia escolar en los logros durante la vida de los estudiantes. Si existían archivos sobre los estudiantes premiados, como efectivamente parecen existir**, se podría hacer un muestreo aleatorio en diferentes generaciones y hacer una encuesta sobre diversos aspectos del desarrollo personal. Me alcancé a imaginar haciendo regresiones que seguramente encontrarían lo que me parecía apenas lógico: no faltar al colegio no estaría correlacionado con el éxito.

La idea me quedó dando vuelta varios días en la cabeza. Semejante es el tamaño de mi estupidez.

¿Cuál sería el aporte de dicho trabajo al saber? La zona del desastre ansiosa de esperanza y yo pensando en poner a prueba la relevancia de sus voces de aliento.

Por supuesto, el sistema es mucho más inteligente y yo soy un gran ingenuo. Claro que todos saben que el premio no implica nada para el futuro de los que se lo ganan. Es la virtud detrás de estar ahí todos los días lo que se busca inculcar en los estudiantes: la virtud de ser responsables con el mínimo que es exigible a todos por igual. Sin importar los resultados, la sociedad está mucho mejor si cada uno de sus miembros reconoce que es admirable estar donde se debe estar todo el tiempo. La vida se encargará de premiar a los que sean exitosos, a quienes sus capacidades los harán merecedores de muchos otros logros y distinciones. En cambio, estar en el colegio todos los días es lo único que se podría dar por descontado, pero es eso mismo lo que lo hace valioso cuando se le mira en el largo plazo. ++
 
Luego, cuando le pregunté a Hiroko, me dijo que ella estuvo a punto de ganarse el premio en bachillerato, pero prefirió faltar unos días porque los que se ganan el premio dan la impresión de ser super saludables—¡no les da ni una gripa!—y eso no le parecía tan deseable. Después de un rato, confesó que ahora de adulta lamenta no haber recibido el premio.

Creo que no hay mayor premio que vivir en una sociedad donde es posible que exista tal premio.

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** En la página de Wikipedia del premio dicen que algunas escuelas esculpen el nombre de los estudiantes premiados en un mural de piedra conmemoratoria que se encentra a la entrada. Nunca he visto alguno. Sin embargo, también dice que otros lugares son menos rígidos en la definición de una falta para evitar los problemas que conlleva competir por el premio—sobre todo epidemias.

++ Otro ejemplo de estos premios son unos pases especiales que les dan a los conductores que no cometen ninguna infracción durante los 5/10 años que dura el documento. Estos, claro está, no salen en el periódico.