lunes, mayo 30, 2016

10Y59

Esa costumbre que tienen las arañas de comerse a sus consortes. Cómo si la vida no fuese suficientemente difícil. Además de explorar y pasarse el día cazando, escapando de alimañas asesinas, cuando llega ese momento del año, hay que buscar a la hembra y hacerle el baile especial. Tiene que demostrar fuerza y temple, para que la araña no se aburra antes de tiempo. Tiene que parecer que uno es lo mejor que ha parido la tierra para que no le echen el diente. Con unas palmaditas en la cabeza se confirma que el movimiento de cadera ha surtido efecto. Entonces hay unos segundos para desovar y luego huir. ¿Por qué no podremos resistirnos a esta tiranía genética? No hay tiempo para averiguarlo. 

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