lunes, enero 12, 2015

Lecturas del 2014


El primer año en la gran ciudad fue un gran éxito en cuanto lecturas. Resultó que la línea de metro al trabajo no es muy popular, por lo cual lleva casi siempre puestos desocupados por la mañana y no se atiborra por las noches, así que hubo casi una hora neta de lectura diaria. En las mañanas por lo general libros académicos para complementar el trabajo y por las noches literatura. Treinta minutos diarios suena a poco, pero es suficiente para leer un poco más de un libro por mes, el doble de lo que se leyó el año pasado. Así que, a pesar del pronóstico negativo, este resultó ser un año revelación en cantidad y, lo que es aún mejor, en calidad. 

Parte del pesimismo derivaba del plan de destinar más tiempo a leer en japonés, pero en la noche de regreso a casa no quedaban muchas ganas de más esfuerzo: de los libros populares tal vez entienda el 80~90%, y de los más complicados el porcentaje puede decrecer ostensiblemente. Aún así, tres libros en ese idioma se colaron este año. 

El primero fue una novela que ganó el Premio Naoki, uno de los dos más famosos premios literarios del país. Cohete del barrio popular, de Jun Ikeida, cuenta la historia de una firma de ingeniería de barrio que desarrolla un sistema de válvulas necesario para un proyecto aerospacial del más alto calibre. La trama se divide en dos arcos narrativos simples: la empresa pequeña no está dispuesta a vender su patente y la grande se rehusa a aceptar como proveedor una empresa de barrio, así que primero intentan por medios legales quebrar la empresa pequeña para que ceda; luego, cuando no pueden, encuentran defectos en la pieza e intentan demostrar que una empresa pequeña no tiene el sistema de calidad necesario para suministrar las piezas. 

¿Desabrido? Puede parecerlo, pero esta novela fue refrescante en varios aspectos. Los humanos pasamos la mayor parte de nuestras vidas trabajando, pero no vienen a la mente muchos trabajos literarios que se centren en esta parte de la vida. Sobretodo si se reconoce la gran complejidad del mundo laboral de hoy. Este año en las mañanas leí la Condición Humana de Hannah Arendt, donde este tema es parte primordial, lo que pudo influir en encontrar el tema interesante. Además, es agradable encontrarse con libros donde los protagonistas no son escritores, ni piensan en escribir, ni quieren escribir, ni están frustrados por no hacerlo. 

Otro libro en japonés fue Poko-chan de Shinichi Hoshi, un escritor de ciencia ficción que escribe cuentos cortos y es famoso por ellos. El tema espacial no me convence tanto, pero en algunos cuentos me recuerda a Poe. Este estuvo muy divertido y quedé con ganas de más y de traducirles algo. El último fue Río Profundo de Shusaku Endo, el mismo de Silencio y Samurai, dos libros fuera de serie. El japonés de este libro es mucho más complicado de lo usual y toco suplementarlo con la traducción al inglés. La historia se desarrolla en India, donde varios personajes van a intentar solucionar distintas crisis en sus vidas. No se compara a lo otros dos libros, en especial porque le hace falta una historia central más fuerte, pero tiene sus momentos. 

En inglés sólo hubo dos títulos, pero los dos fueron superlativos. Tres años después de la primera vez volví a leer a Alicia Munro, esta vez The Love of a Good Woman. Ella no necesita presentación ni recomendación. ¿Por qué no la leo más? Tal vez por lo mismo que uno no se come todo un pote de arequipe, sino que lo va dosificando para magnificar el placer. Dejé comprado el siguiente, por si las moscas. 

The Last Samurai de Helen DeWitt fue el último libro del año y fue una verdadera sorpresa. Un niño prodigio y su particular madre sobreviven en Londres la crianza en medio de dificultades económicas y de adaptación. Es un libro que no sólo está hermosamente escrito, pero es visualmente atractivo. Esta entrevista a la autora puede servir de aperitivo a los interesados. 

Entre los libros en español se colaron cuatro novelas colombianas — contando como dos el libro de Ricardo Silva. Entre ellas, la mejor es sin dudas Sin Remedio de Antonio Caballero. No entiendo por que este libro no es más famoso. Ya ni recuerdo por que accidente vine a saber de él y a topármelo por accidente en la Lerner del Norte. Es un espiral decadente en la Bogotá de los ochentas, donde converge todo el imaginario de las élites capitalinas. El protagonista es un poeta mantenido de una de estas familias tradicionales,  quien empieza a perder el rumbo cuando su novia lo deja y sus amigos artistas se comprometen con la revolución. Al leer la novela sentí que estaba por encima de Opio en la nubes, y que merece lectores de culto como tanto como esta.

La doble novela de Ricardo Silva están buenas, pero creo que es un ejercicio muy arriesgado: obligar al lector a leer dos libros con estilos (o de géneros) diametralmente opuestos da pie a juzgar en que la va mejor al escritor. Los personajes malos de El Espantapájaros son demasiado malos para ser ciertos. La decadencia en el libro de Caballero también es teatral, pero no se siente forzada. En cambio, Comedia romántica fluye muy agradablemente a pesar de que esté totalmente construida a través de un diálogo, en la que los personajes van envejeciendo a medida que avanza el libro. Me sorprendió que Ricardo haya salido indemne con una frase que el personaje masculino dice en la primera página: sobre la forma de ser del personaje femenino dice "… nada que no se pueda domesticar con un embarazo." Aplausos para la madurez del público y del escritor.

A Piedad Bonet quería leerle algo, pero creo que El Prestigio de la Belleza no fue el mejor lugar para empezar. Tal vez intente de nuevo.

De las traducciones al español hubo un poco de todo. Disfruto mucho la historia de Omar Khayyám, uno de esos genios musulmanes de la época dorada de su civilización—el vivió en Persia entre 1048 y 1131. Amin Maalouf, un escritor libanés radicado en Francia, escribió una novela sobre su historia y su famoso libro de poesías, las Rubaiyat. La primera mitad del libro cuenta la vida del poeta y la segunda una historia de aventuras en Irán durante la revolución. Muy refrescante y entretenido.

La Trilogía de Nueva York de Paul Auster estuvo entretenida. Son unas historias de detectives   escritores surrealistas, a la David Lynch. La última parte la devoré en las vacaciones de verano en un cuarto sin aire acondicionado, así que la asocio con algo de sofoco. Leí El Jugador de Dostoevsky, y no me mereció ningún comentario en particular. Tal vez agradezco que nunca me ha tentado el mundo de las apuestas.

Tenía curiosidad de leer a Margarita Yourcenar porque un profesor que tuve en Bogotá hacía referencia a ella por su uso del lenguaje. Las Memorias de Adriano son sin lugar a dudas un libro hermoso, muy elaborado, investigado en detalle y lleno de pasajes sublimes. Sin embargo, no soy muy bueno para seguir elucubraciones que fluyen sin parar por páginas y páginas, así que se terminó yendo a medio leer, como se escuchan a los locos que se encuentra uno en las reuniones de académicos.

Natsume Soseki es un famoso escritor japonés de finales del siglo 19 a quien también estaba en mora de leer. Kokoro es su obra más conocida y la traducción que se consigue está muy bien. Lastimosamente, el año pasado se cumplieron 100 años de su publicación y leí por error un artículo donde contaban el final del libro, así que no lo disfrute. Aún intentando poner esto a un lado, no quedé convencido.

Por último, De que hablamos cuando hablamos del amor de Raymond Carver. Este tampoco necesita presentación. Que cuentista tan poderoso.

En el 2014 dejé The Walking Dead porque no me gustó como cerraron el arco de las primeras cien ediciones. También dejé de mezclar música en casa, de ver cine, y me dediqué de lleno a los juegos de mesa y a la paternidad. Leí mucho de ética consecuencialista, lo cual disfruto en demasía. Las lecturas matutinas merecerían un post aparte, pero supongo que son aburridas y no le interesan a nadie.

Confieso que tengo aún varios libros que traje conmigo hace 9 años y que aún no he leído. No creo lograrlo, pero me gustaría terminarlos antes de cumplir una década con ellos.

Gracias por leer. Abrazos.

(foto aparte porque anda en préstamo)