lunes, mayo 16, 2016

10Y46

La maldición de los sonámbulos se cierne sobre el archipiélago. Todos los días, a distintas horas, el sistema de altavoces de la municipalidad lo anuncia. Tras los tonos habituales de los avisos institucionales, la voz pausada de una mujer mayor describe los detalles. Un adulto mayor de tales o cuales características, vestido de tal y cual manera se haya extraviado. Si lo ven, por favor avisar a los siguientes números. Toda ayuda es bien recibida. 


Con el envejecimiento de la población, los casos serán más y más frecuentes. El Alzheimer y la senilidad se tomarán las calles con esa apariencia de que aquí no ha pasado nada. Esperarán a que cambien lo semáforos, caminarán por horas hasta encontrar algún lugar común al que aferrarse. Tal vez haya gritos, furia contra la desazón que escapa su comprensión, pero será el menor de los males. Defecaran sus ropas, llamaran a las moscas. Las almas caritativas pronto se verán desbordadas y brigadas oficiales deberán ser creadas para restablecer el orden. La escasez de fondos dejada por el sistema pensional exigirá alternativas económicas, aunque no estén a la altura de la dignidad humana. Collares para la localización y vehículos sin conductor para la recolección y retorno de los sonámbulos a sus lechos serán la primera opción. El encierro definitivo en complejos estrechos con diferentes medios para disfrazar la miseria, el paso a seguir. Habrá el que sepa extraer energía para recargar baterías de todo el proceso y hacerlo así más ecológico. No por eso dejará de ser decadente y trágico, pero en eso consiste la maldición. 

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