domingo, diciembre 09, 2012

Atlas de las Nubes

Amanohashidate, Prefectura de Kioto


David Mitchell ha escrito un libro magnifico. Lo único es que, si me imagino a mí hace ya casi un año pensando en leerlo, no me hubiese gustado toparme con ninguna reseña. Hay experiencias que se disfrutan mucho más cuando no se tiene la menor idea de lo que espera, lo cuál, entre mejor es la obra, se hace más difícil. Pero entonces ¿qué decir? 

Hace un par de semanas visitamos Amanohashidate, una de los tres paisajes más hermosos de Japón, según el poeta Matsuo Basho. Dado que los otros dos son destinos bastante populares, sorprende que el acceso a este sea tan complicado. Tuvimos que rentar un auto y manejar por tres horas hacia el norte, en el mar de Japón. Se puede hacer en tren, pero las conexiones no son tan buenas. La autopista está sin conectar en la mitad, así que toca meterse por un pueblo antes de subirse de nuevo. El lugar no esta debidamente señalizado y nos pasamos de la entrada antes de encontrar un lugar para parquear.

No tenía ni idea de que era Amanohashidate. Itsukushima, en Hiroshima, es famoso por un portal que durante marea alta queda dentro del océano. Matsushima, cerca a Sendai, es una colección de islotes decorados con pinos japoneses, tan propios del ideal tradicional de belleza de estas gentes, mínimo pero trascendental. De Amanohashidate no existe postal que recuerde. Podría haber sido cualquier cosa: una montaña sagrada, una playa de arenas musicales, un bosque de árboles torcidos. Como nubes que cuentan múltiples historias en su hacerse y re-hacerse.

Fue un buen viaje. No hizo falta un mapa porque el camino se fue haciendo evidente a medida que avanzábamos. El paisaje fue hermoso y las historias que vivimos y nos contamos mientras fuimos y volvimos cumplieron su papel de calentar el corazón. ¿Memorable? Sí, pero no de esa manera en que se pega otra monita en el álbum sólo para llenarlo y ostentar con los demás.  El Atlas de las Nubes está lleno de lecciones sobre como mirar el firmamento. 

Cuando Basho vio Matsushima, la inmortalizó en un poema:

¡Matsushima ah!
¡A-ah, Matsushima, ah!
¡Matsushima, ah! 

Aunque fuese la ruina de los escribidores de reseñas, bueno es encontrarse con libros como este. 

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Nota: Este humilde servidor sólo sufrió por un aspecto del libro: el inglés no es del todo amable con los no nativos. Las traducciones deberían de llegar.