lunes, octubre 26, 2009

El precio del volcán


Ella es un volcán - La Unión


Si aún no se ha escrito un tratado sobre las penurias económicas de los turistas, juro que lo haré yo mismo algún día. Eso de no entender el idioma del que ofrece, y que todo encuentro sea el único, hacen que la palabra confianza pierda sentido, hasta caer en la paranoia del estafado. Aunque se sepa que la clave está en resignarse a sólo uno de los vivos, de manera que este espante a los otros y así disminuir el valor de la estafa, ese proceso de escoger al que ha de abusar de uno puede extenderse a todo el día, cada día, hasta el hastío. La parte más irónica es ese momento en que se ponen las cuentas unas junto a otras, y se revela la incoherencia de los precios que finalmente se pagaron, en moneda, en tiempo o en especie. En fin, a falta de fotos, les presento el viaje de domingo al volcán Taal, que está en medio de un lago y que a su vez contiene un lago, a dos horas al sur de Manila, saliendo por los municipios de Las Piñas y Zapote.

(La conversión a pesos colombianos debe ser más o menos multiplicando por 40)

Jeepney a la estación de MRT - 10 pesos (para saber que es un Jeepney ver aquí)

MRT hasta la estación de buses - 15 pesos (Metro Rail Transit)

Bus Manila-Tagaytay (2 horas) - 78 pesos (por alguna extraña razón el bus tiene un termómetro interno sólo para hacernos saber que estamos a 18 grados mientras afuera debe hacer 30. Estoy seguro que es una conspiración entre las compañías de buses y los almacenes de ropa para hacer a la gente comprar aquella prenda otrora innecesaria: un saco)

Café con dos panes - 18 pesos (¡Pan del verdadero!)

Jeepney hasta donde sale el Jeepney al volcán - 10 pesos

Jeepney al volcán (20 min en bajada) - 45 pesos (Aclaración: muchos de los conductores de jeepney son los hijos bastardos de los distintos tiranos que han asolado estas tierras - españoles, gringos, japoneses, o nativos - y disponen de su vehículo como se les venga en gana, especialmente si no está totalmente repleto. Con esto quiero decir que fueron 30 minutos dentro del Jeepney hasta que se le dio por arrancar, no sin antes advertir que no llevaba todo el cupo así que tocaba pagar 10 pesos más - el precio habitual era 35)

Tricicleta al hotel de confianza - 50 pesos (Que estaba a diez minutos a pie, lo que yo no sabía, pero todo viaje costaba 50, según el conductor)

Sprite - 40 pesos (tarifa de confianza)

Entrada al museo vulcanológico - 0 pesos (A tres kilómetros del hotel de confianza, estos caminados por falta de la anterior)

Triciclo de vuelta al paradero - 0 pesos !!! (Claro, porque el tipo tenía su propio barco que por rentarle salió gratis (?!))

Bote ida y vuelta al volcán - 950 pesos (tarifa igual para 8 como para 1 persona, como es el caso)

Propina al conductor - 50 pesos (Mi gran amigo Alberto, a quién se le dio su parte para espantar a los guías de 300 pesos y a los caballos de 500 pesos, además de recomendarme un restaurante en el pueblo porque almuerzo no hubo - Josephine's a 1 km de la rotonda, desde el cual quedaba más fácil tomar un bus de vuelta a Manila que desde la mismísima rotonda)

Alquiler de sombrero con opción de compra - 50 pesos (totalmente nuevo (?))

Entrada al volcán - 0 pesos!!!! (Valía 50, que mi amigo Alberto iba a pagar por mí, pero que luego de preguntar por el tiquete, resulta que justo se acabaron hoy, pero como yo sólo era uno, me lo dejaron gratis - que afortunado soy)

Derecho a usar el palo por el cual uno se baja y se sube del bote sin mojarse - 20 pesos (Pagados porque el chino buscó por 20 minutos a mi gran amigo Alberto, que estaba jugando basketball quien sabe donde)

Pop-cola del paradero - 10 pesos (ojo, no era la de confianza)

Jeepney de regreso al pueblo (20 min en subida) - 60 pesos (El viaje vale seiscientos pesos, ustedes verán; sólo eramos 8, discusión sin pelea - este un rasgo muy asiático - resolución después 50 minutos de esperar en aquella lata caliente)

Viaje rotonda-restaurante - 0 pesos (Se le pregunto a la tricicleta: ¡60 pesos! 1 Km se camina en unos 15 minutos. Las tres personas encuestadas coincidieron en que el restaurante estaba a 1 kilómetro, pero la distancia entre cada una de ellas era de un kilómetro. Tiempo caminado: 50 min aprox)

Desayuno-almuerzo-comida - 572 pesos (Restaurante de lujo para un tipo sucio, medio barbado, mal vestido y apestoso, y que además tiene cara de nativo. Se exhibió la guía Lonely Planet para despejar las dudas. Cena compuesta por sopa de frutos del mar, kaldereta de una carne que parece sobrebarriga, arroz en ajo, y jugo las cuatro estaciones: mango-piña-naranja-guayaba. El lugar tiene una gran vista, pero ya era de noche)

Jeepney restaurante-rotonda - 7 pesos (Frente al restaurante no pasan buses a Manila, además son las 7 pasadas y los buses se acaban a las 8. Creo que mi gran amigo Alberto ni come en Josephine's ni va a Manila muy seguido)

Bus Tagaytay-Manila (2 horas) - 78 pesos (Sin termómetro. Los pasajeros usan las cortinas para contener el aire acondicionado)

Pai de Coco - 160 pesos (Producto famoso de la región, recomendadísimo, vendido por un señor que se subió al bus - buco pie, buco pie. Caja de cartón arrugada por la humedad, que no era la del ambiente sino la del pai. Resultado: desabrido)

MRT a la Avenida Quezon - 15 pesos

Jeepney al hotel - No Aplica (Por alguna razón no hay jeepneys los domingos a las 10 de la noche. Taxi: 80 pesos)

Verle las piernas a la vecina que no cierra bien la persiana - no tiene precio (ESO es un volcán)

lunes, octubre 19, 2009

El color de la limosna

Después de dos semanas a punta de un jugo artificialmente "pulposo" de mango-naranja, me encontré con una síntesis más placentera de melón, limón y jazmín. ¿Quién habrá descubierto el secreto de tan refrescante combinación? Cómo tantas cosas por acá o fueron los nativos o los chinos, o los mejicanos (?!). Claro, porque Filipinas era una provincia adjunta a Méjico en tiempos de la colonia española, por aquello de que había menos truhanes de por medio. Con el comercio de los galeones que fueron y vinieron por más de un siglo, supongo que mucho pasó de lado a lado.

*************

Hoy tuve una simpática entrevista con una antropóloga de la universidad Ateneo de Manila, quién entre los ochentas y los noventas trabajó para la UNICEF en Nairobi, con una fugaz estancia en Bogotá. Dentro de las cosas que vio en la ciudad de aquellas épocas, lo que más le impactó fue ver a niños blancos pidiendo limosna. El mestizaje en el archipiélago mantuvo siempre un sello de distinción, algo insostenible con nuestro 90% de degradé.

*************

Al siguiente día de llegar a Manila, entre otras tragedias, dañé la cámara.

A propósito: que livianas y prácticas son las cámaras desechables.

viernes, octubre 16, 2009

Cabeza de ratón, Cola de león


Animal life - My Little Lover

Creo que escuhé ese refrán por primera vez cuando pasé de la primaria al bachillerato, repetido una y otra vez por las directivas, quizá para que no nos amilanásemos en la nueva tierra de gigantes que teníamos por segundo hogar. El dicho hace referencia a un hecho del que al parecer no podemos escapar: al inevitable movimiento de la vida, en el que pasar a una fase distinta implica aceptar el yugo de una jerarquía cada vez mayor; mas sin embargo, sólo de esta manera se llega a ser parte de aquella realeza, las ligas mayores, con todo y la posibilidad de convertirse algún día tan siquiera en un pelo de la melena. En todo caso, descontando la existencia de otro animal con una cabeza más prominente - o una cola más prometedora -, me parece que el dicho esconde más de lo que enseña.

El ejemplo que tengo en mente es el de la inserción de las empresas colombianas en los grandes mercados. Aclaro que no se trata a priori de una perorata anti-globalización; es más bien una crítica a la reacción a ella. Es apenas lógico que las empresas, a la medida que crecen y se distinguen en sus oficios, piensen en aventurarse más allá de las fronteras que las vieron nacer. También tiene sentido que en este proceso se triunfe, se perezca, se compren amigos, o se subyuguen a una estructura mayor. Pero, en ese proceso, ¿qué tanto queda de nación en el accionar de la empresa?

Me lo pregunto mientras leo noticias sobre Avianca, o Bavaria, en las que parece asomar una satisfacción pratiotera, como si sus triunfos fuesen los nuestros, como si esas compañías fuesen la cabeza de la larga cola de colombianos. Sí claro, todo éxito es bien recibido, y si en algún momento esto llega a representar un trato preferencial para nuestros nacionales, pues aún mejor. No se trata de envidia, ni mucho menos. Sólo me cuestiono porqué he de emocionarme ante dichas noticias. El rugido del león no tiene porque hacerle gracia a la ratonera.

La cosa toma un tinte más preocupante cuando las empresas tienen un impacto importante en la opinión pública. Una cosa es que nos amarremos a consumir ciertas marcas, y otra cosa es que se afecten los canales por los que fluye la información. No me voy a referir al triste caso de Claudia López y el Tiempo esta semana que pasó, porque ya suficiente gente ha opinado al respecto. Pero no ha dejado de llamarme la atención que se mantenga en línea la noticia del premio planeta de novela, uno de tantos, pero del único que nos enteramos. Ni siquiera una nota para dejar claro las relaciones entre el diario y la compañía, como si pasa por ejemplo con The Economist, que también publica libros y también los cubre, pero siempre dejando en claro la existencia del vínculo. Esos rincones tan dejados hasta de las malas lenguas, como la industria editorial, son reflejos más claros del problema. En un país con tan pocas noticias literarias, nos toca conformarnos con lo que quieran vendernos. No se puede olvidar que las buenas intenciones de las compañías están supeditadas a sus utilidades.

La cola de león no vive ya de queso.