jueves, mayo 31, 2007

frívOlo

Pues si.

Empecé en serio a escribir mi tesis y otras trabajitos paralelos que, al parecer, van a copar el tiempo que destinaba a mis recargados y enrevesados artículos. Así que, porque se que esta es la única prueba que tienen de que sigo vivo, me voy a permitir una temporada de pequeños escritos banales. Por favor, no me malentiendan ni se formen ideas erradas, lo hago por ustedes.

Sufrido,

panÓptiko

Prueba Fehaciente

Bueno, nos ganamos miss universo.

Para que luego digan que no tengo buena mano.

panÓptiko

P.D. Que divertida es la palabra "fehaciente". ¿No les parece?


REACCIONES *Actualización*

Les cuento que, por razones que ustedes entenderan, estoy preguntándole a cada japonés que puedo su opinión sobre este gran reconocimiento a la belleza nacional. Iré actualizando en la medida que pueda:

- 2 compañeros contestaron: Bien, pero no es mi tipo.
- 1 compañera: Bien, pero no soy yo.
- 1 amigo: Si, pero no parece japonesa.

domingo, mayo 13, 2007

Caos dorado

Foto sugestiva

Nikko, Japón

No me pregunten como me enteré, pero mis fuentes son confiables. Esta semana tuve oportunidad de revisar evidencia contundente que asegura una victoria a los miembros del género masculino en esa pugna por comprensión de nunca concluir: el reguero al orinar.

Seguro que, en más de una ocasión, habrán sufrido o dado esos discursos femeninos indignados, en los que aseguran que no les cabe en la cabeza que seamos incapaces de atinarle al nunca suficientemente amplio hueco del sanitario. Algunos callan, otros hacen falsas promesas, los más valientes intentan explicaciones físico-anatómicas, y los más listos salen con un buen chiste. Sin embargo, ninguno había salido bien librado.

Y es que, aunque todos los hombres comprendemos lo que sucede, como es de caprichosa la experiencia, que tan impredecible el fluir e irremediable su voluntad, la explicación escapa a lo que las palabras pueden expresar. De manera que todos los intentos han sido frustrados, el tiempo perdido. El asunto ha pasado a convertirse en emblema de las discusiones de género: prueba del trato desconsiderado, evidencia de un diseño defectuoso, argumento conclusivo para relegar al hombre a la postración. Pero quiero decirles, amigos y amigas, que hemos estado mirando en el lugar equivocado, lo que equivale a decir, con toda la ironía del caso, miando fuera del tiesto.

El sentimiento de culpa que llevamos ya interno por nuestras micciones desbordadas nos viene de cuna. Aunque el carácter incontenible del fenómeno evita que nos abstengamos de cometerlo, cada episodio se convierte en una fuente profunda de reflexión. ¿Cómo diablos fue a dar por allá? Nos obligamos entonces a una observación detallada, a una casuística de los regueros, que van desde el traicionero choque completamente elástico, hasta la teoría del caos, la cual alcanza sanitarios, pisos y, en el peor de los casos, la propia ropa. Todo este ensimismamiento, atado al sentimiento de culpa, es el que ha evitado que se cambie la perspectiva y echemos una mirada más allá: al alter-ego.

Es verídico. El hecho de que no sea evidente ningún reguero en el orinar de ellas, aunado al complejo arriba presentado, había mantenido el análisis lejos de las características propias de su excreción. La “invisibilidad” del acto hacía suponer que se trataba del directo fluir de una manguera. Nada más equivocado. La salida de la lluvia dorada femenina es tanto o más caótica que la masculina. Muchos más los tejidos que podrían desviarla, mucho más cercanas las vellosidades en capacidad de canalizarlo, más proclive la superficie a la acción incierta de la tensión superficial. En fin, la dispersión de los chorros es más escandalosa de la que se nos recrimina.

El argumento es irrebatible. Una vez ellas lo escuchen, derivaran entre la risa y el rubor: no es algo que hayan visto – por el obvio impedimento físico – pero sí sentido, aunque jamás verbalizado. Vendrá entonces el reconocimiento y con ello una fase más humanizada del conflicto. Porque la prueba no niega el reguero – ni la responsabilidad de cada quien con el propio – pero sí despeja los mitos de inverosimilitud, llevándose con ello los sentimientos vergonzosos, y acerca los cuerpos en esa deliciosa complejidad merecedora de la más paciente condescendencia.

Feliz día, mamáses.

panÓptiko
O.A.G.S.

martes, mayo 08, 2007

Mística Sendaireña

Restos de la bella vaca sacando la lengua que me acompañó por tantos años y que terminó por llevarse un tifón de mi puerta

Quizá el plato más representativo de la gastronomía de la prefectura de Miyagi sea el gyû tan, 牛タン, es decir, la lengua de vaca. Su preparación difiere bastante del tradicional “ensalsado” sabanero: se sirve asada, tres cuartos, en pequeñas rebanadas ajustadas al tamaño promedio de la boca y a las características del instrumento utilizado para llevar el trozo a ella, osease, los palitos. No obstante el aparente consenso en el tamaño del área transversal de la sección de lengua, sobre el grosor del mismo no existe acuerdo, recurso del que se han valido cada uno de los maestros preparadores para poner su toque personal y definir su público objetivo. Cualquier buen sendaireño, primero que todo, habrá intentado por lo menos una vez cada uno de los principales estilos de gyûtan – tres, para ser exactos, que, de una manera vulgarmente simplificada pero necesaria para que el lector entienda, llamaré gruesa, intermedia y delgada –, luego hablará con prestancia de las características de cada una de ellas y planteará sus pros y contras. Nótese que no tomará partido por ninguno de ellos, porque ¿quién es uno para calificar, tan siquiera comprender, el trabajo de aquellos que han entregado su vida a dominar el tan noble oficio de atajar con atino el delicado órgano, de manera que el corte, lejos de malograr su finura, triunfe en la pugna por llevar al comensal el trozo preciso? Este es un rasgo muy japonés, el de no tomar partido, que está presente en casi todas las esferas de su vida social. Sin embargo, esto no quiere decir que no tengan una opinión. ¡Claro que la tienen! Pero estas sólo podrán ser compartidas después de algunos tragos, ya sea que el alcohol sirva como pacto de confianza o como chivo expiatorio.

Se acompaña con arroz – naturalmente –, una ensalada verde clara – de lechuga y/o repollo en hojas, no tiras –, un embutido rosáceo de picado grueso, un encurtido picante y sopa de cola. El balance impecable logrado por esta disposición culinaria es epítome del papel trascendental de los alimentos dentro de la tradición del sol naciente. Su carácter místico cargado de un profundo significado, llamando siempre a la reflexión y el crecimiento personal, escapa generalmente a los neófitos y está fuera de lo comunicable por los anfitriones vergonzantes. Otra cara de la ya enunciada imparcialidad ante los estilos de preparaciones es el modelo educativo que subyace: aquel que desea aprender debe interpretar lo que el maestro a bien tenga comunicar, sea como sea que la lección sea proferida. Metafórico, críptico, inescrutable, o prístino, abierto y directo, el aprendiz debe descifrar lo que se le es dado y, en un constante ejercicio de meditación, abrigar en su corazón las enseñanzas para cuando sean necesarias. Inconcebible la menor pregunta, la más mínima pista.

Sin embargo, dada la distancia entre los dos pueblos que uno, lo lamentable que sería que se perdiera este conocimiento y el cariño que les tengo, me permito darles mi humilde interpretación.

El arroz blanco cumple diferentes roles dentro de la preparación. Es básico, fundamental. Símbolo del país, ciñe la experiencia al territorio. Blanco su sabor, despejará la boca de los sabores previos para magnificar las sensaciones. Blanco como papel donde se escribirá la lección, y por tanto blanco para distinguir los menores detalles de las preparaciones que se pasen por los paladares dispuestos.

Se empieza por un trozo de lengua, como el animal, y se sigue con la ensalada, lo que en vida le hubiese gustado a la lengua, repitiendo el paso para completar el homenaje al animal sacrificado para nuestro bien con una metáfora de su también natural regurgitar.

Luego viene el encurtido, que no es otra cosa que un vegetal sometido a cierta digestión, enlace entre el paso anteriormente realizado y el paso subsiguiente: el embutido. Este conjunto de amasijo uniforme y tripa es una interfase triple entre lo animal, lo humano y lo divino. Es síntesis de lo realizado pero requiere del mismo proceso de deglución, o sea que es a su vez comienzo, y en su caos indiferenciable pero no ausente de orden afluye el hálito divino de lo incierto. En otras palabras, es la distorsión de la bola de cristal, la tensión superficial de los residuos de chocolate, el azar de las cartas.

Para nadie debe ser ya un misterio el papel de la sopa de cola.

Después de venerar una vez el orden establecido, al comensal le queda combinar todos los ingredientes a su gusto para hacer su experiencia única. Este es el espacio donde cada quien confronta sus ansiedades consigo mismas, por lo cual es inenarrable. Sólo queda aclarar que se debe guardar para el final un trozo de lengua y un sorbo de sopa: principio y fin, sopa y principio, uroboros de la trascendencia, círculo de purificación, de descanso y partida, cierra con solemnidad esta oportunidad sublime en la que confluyeron todos los reinos de este mundo y los otros.

Una vez terminado, no olvide pagar la cuenta.

Lleno,

panÓptiko