lunes, mayo 09, 2016

10Y39

Los Médicos Sin Fronteras decidieron no participar en la Cumbre Mundial Humanitaria. La dirección que está tomando el evento no es promisorio para lo que MSF considera prioritario en este momento, así que no había caso en legitimizar el evento con su presencia. A pesar de sus buenas intenciones y apoyo al proceso de 18 meses, hasta aquí llegaron.

En cierto sentido no sólo entiendo la posición de MSF, sino que la comparto. Ellos se han encargado como nadie más de mantener puro el espíritu humanitario, y su visión ctítica es indispensable, incluso cuando no es práctica. Además, su independencia es preciosa en tanto la objetividad en la respuesta a crisis humanitarias es una meta de la comunidad internacional. ¿Quién más habría de decir las cosas como son?

En cuanto a los bombardeos a hospitales, como escribí hace unos días, MSF tienen toda la razón en ser pesimistas. Ese es un problema que no se ve muy bien hacia dónde va y cómo podría ser solucionado. 

Sin embargo, MSF también critica el énfasis que se ha hecho en la conexión entre ayuda humanitaria y ayuda para el desarrollo, sobre lo cuál creo que se debe hilar más fino. Por más que quieran evitarlo, el colapso de los tipos de ayuda internacional en un continuo de múltiples actividades difíciles de clasificar es el futuro. 

Por un lado, los cambios que pide MSF, importantes como son, no son de fondo. Que dejen de bombardear hospitales en Siria o Yemen no va a cambiar la realidad de las adversidades que enfrentan esas sociedades. Otra conflictos que llevan décadas son prueba de esto.  Como me dijo personalmente el anterior Alto Comisionado para los Refugiados, el señor Barroso, para organizar humanitarios con humanitarios no se necesita una cumbre. Las soluciones duraderas necesitan del apoyo de todos. 

Por otro lado, la agenda clásica del desarrollo se va agotando, y el diez veces más grande mundo de las instituciones de ese mundo está bajo presión de involucrarse más profundamente en todo tipo de crisis. Con los avances en la redacción de la pobreza, cada vez es menos justificable la ayuda internacional gratuita, y para préstamos la banca comercial entre otros instrumentos, son más atractivos—alguien me decía hoy que el banco que sucedió a la CAF tiene una capacidad similar al BID. Sólo las crisis son efectivas en movilizar la simpatía global y, para más, los recodos de pobreza que quedan coinciden con los lugares más afectados por ellas.

MSF tiene razón cuando se preocupan sobre la falta de apoyo a las crisis menos atractivas, como el Ébola o la fiebre amarilla. Las organizaciones humanitarias que generan capacidades para trabajar en desarrollo se acostumbran a los mayores presupuestos y menos riesgos. Pero, no se puede ocultar que en últimas los que están en mejor posición de dar respuestas sostenibles a estos problemas en el mediano y largo plazo son las mismas sociedades afectadas. Y para que estas puedan hacerlo, es necesario la creación de capacidades que se logra a través del desarrollo.

Lo interesante es que en la práctica MSF entiende eso y se ha vuelto una organización pragmática. No tiene que asistir a cumbres para ayudar a transformar el sistema. 

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