miércoles, abril 06, 2016

10Y6

Cuando empecé con éste blog, lo mío era la ficción frentera y, de alguna manera, lo conservo con la ilusión de volver a ella. Intentos de escribir historias en estos diez años han sido esporádicos e infructuosos. Recién llegado garrapateé un cuento sobre los movimientos del vecino de la residencia estudiantil, y luego un par de poemas y ya. De un momento para otro el placer de escribir se refundió entre la experiencia de volver a nacer en tierras extrañas y la responsabilidad de desarrollar una tesis doctoral durante cinco años de casi total (y bien remunerada) libertad. 


Pero las historias siguen ahí. Se sienten. Tiene que ver el hecho de que en el trabajo cualitativo el discurso y la narrativa jueguen un papel tan central, así como para el trabajo cuantitativo las historias sean una cárcel inescapable. Investigaciones en ciencia del comportamiento, ética y economía apuntan en el mismo sentido. Ser consciente de la componente narrativa de lo que se dice en cualquier ámbito del conocimiento es un requisito para avanzar en su estudio. Es decir, saber de ficciones ayuda a saber de certezas y, más que todo, ignorancias. 

Creo también que esas no son todas las historias que me quedan. O eso quiero creer. 

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