miércoles, abril 20, 2016

10Y20

Massimo Pigliuchi, un filósofo de la ciencia de la Universidad de Nueva York, escribió que tal vez la ética más apropiada para la vida cotidiana es la de las virtudes, aunque para el gobierno el consecuencialismo es lo mejor. En distinguir diferentes esferas éticas coincide con Samuel Scheffler, otro filósofo favorito de la casa, quien también concibe una división del trabajo moral en la sociedad—aunque no coincide con la selección de Pigliuchi.

En términos sencillos, el gobierno debe tratar de conseguir los mejores resultados, pero para cada uno de nosotros es más sensato tratar de ser mejores personas. Suena sencillo, pero la práctica es el problema, sobre todo cuando las dos esferas chocan. 

Una cuestión particularmente álgida es cuando las decisiones de gobierno implican la pérdida de vidas. Justificables en la estadística, cada tragedia individual es difícil de aceptar. Es por eso que, para que estas dos esféras éticas funcionen un acuerdo común sobre cómo se asume la muerte sea necesario. 

Pigliucci, por un lado, se ha dedicado a rescatar el estoicismo como una ética de vida. Para esta forma de pensar, el suicidio es una salida aceptable, virtuosa supongo, cuando las condiciones lo requieren. El perseguir ser mejores personas puede muy bien pasar por el sacrificio. 

Derek Parfit en su monumental "Razones y Personas" dedica la cuarta parte del libro a discutir en que consiste que las personas sean personas. La exploración propone todo tipo de ejercicios mentales sobre teletransportación, cambios de cerebro, etc. que es una delicia de leer. Su conclusión, si mal no recuerdo, es que es difícil de determinar dónde empieza y termina uno, por lo que se debería ser menos temeroso de la muerte. Aceptar eso es básico para el consecuencialismo y es ahí donde las visiones éticas armonizan. 

No sé porque estos pensamientos me parecen supremamente hermosos. 

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