domingo, enero 17, 2016

Contra los prólogos

Los libros de literatura japoneses no tienen prólogos. Por lo menos los que he leído. En su lugar, al final incluyen un comentario que se debe asemejar a un prólogo, aunque en verdad no lo sé porque nunca los leo. Me parece que esto tiene todo el sentido del mundo, porque al final se puede comentar con tranquilidad la obra sin miedo a malograrle la experiencia al lector, ni a condicionarlo a leer el libro como sea que le parezca mejor al prologuista. Pensándolo bien, es una cosa bien arrogante eso de anteponerse al autor y su obra con una sarta innecesaria de zalamerías que además , en el esfuerzo de comentar el libro sin contarlo, resultan en una exhibición pedante de la erudición del que prologa. 


Espero que este sea el último libro que me amarga un prólogo. 


domingo, enero 03, 2016

Lecturas del 2015



Tal vez este blog parezca moribundo,  pero al menos las lecturas continúan. O eso intento.

En el 2015 los libros fueron mucho menos que en el ubérrimo 2014, pero tengo muchas buenas excusas: la familia creció y... No, la verdad es que durante el año que se fue le dediqué mucho más tiempo a los juegos de mesa, sobre los cuales tendría que escribir en algún momento. Volví a comprar un iPod por cuestiones familiares, y leer y escuchar música al tiempo no funciona tan bien. La no ficción también se robo una buena porción de mi tiempo de lectura, sobre la cuál tampoco escribo acá, pero tal vez debería—en Twitter prometí una reseña de Superforcasters que no he cumplido. Además, el primer libro del año fue una faena titánica que me dejó fatigado.

El gigantesco volumen escrito por Vikram Seth sobre la búsqueda de marido en la India de los cincuenta es una lectura deliciosa. Según Wikipedia, es la novela más larga publicada en un sólo tomo (en inglés, por lo menos). Casi todas las mil trescientas y tantas apeñuscadas páginas de la novela son agradables: sin mucha diatriba o introspección como Dostoyevsky, ni vacuas como Proust, mucho menos experimentales como Joyce. Lo de Seth es pura novela en el sentido televisivo de la palabra: dramas convencionales, coloreados por las múltiples fuerzas políticas, económicas, sociales y religiosas particulares de la India recién independizada y separada de Paquistán. 

Enfrentarse a una novela de semejantes dimensiones amerita un par de comentarios de forma:
  • Imposible de leer en el transporte público: hice el deber de cargarla unas semanas pero era muy difícil leerla de pie en un tren lleno. Esas faenas me recordaron algunos compañeros del colegio que desarmaban los libros para cargar sólo los capítulos que estábamos estudiando en el momento. No fui capaz de imitarlos. 
  • No tengo una cita que destacar: leer semejante libro es como nadar en el océano, donde cualquier error puede resultar en una muerte prematura. La novela tiene suficientes sub-divisiones para hacer la lectura fácil, pero aún así no podía dejar de concentrarme en llegar a la siguiente pausa para descansar. Ese afán por terminar no permite disfrutar de los detalles de la buena prosa. 
  • No es un buen regalo: los que la han recibido de mis manos se quedan con una risita nerviosa. 


Sin pocos alientos para más, el resto del año las lecturas fueron más sosegadas. Terminé de leer la trilogía de sirenas de Rumiko Takahashi, que empecé y dejé hace un par de años. Esta bien para pasar el rato. Ese mismo 2012, Alejandro Gaviria recomendó al escritor brasileño Machado de Asis, y este año por fin pude echarle diente a la única colección de cuentos que encontré en el mercado. Muy buen escritor: breve y contundente. No creo haber leído alguien con ese estilo en el siglo diecinueve. Recomendado. 

Cumplí con el propósito de leerme otro libro de Alice Munro este año. Esta vez fue Hateship, Friendship, Courtship, Loveship, Marriage. Bueno como siempre. Sin embargo, debo decir que esta vez me empecé a aburrir de la misma temática repetida en diversas formas: mujeres en el proceso de cometer algún tipo de transgresión de género tras el cual salen airosas. Claro está que esta colección tiene un par de cuentos que son realmente geniales, sobre todo el último, 'The Bear Came Over the Mountain' el cuál creo que inspiró una película. No estoy seguro si lea otro libro de Munro en el 2016. 

El año pasado quedé con ganas de leer más de Shinichi Hoshi, así que me hice a otra colección de cuentos. 'Esopo del futuro' empieza con unas cuantas fábulas griegas adaptadas a nuestros tiempos. Tal vez la que más me hizo gracia fue la de la hormiga y la cigarra: mientras que hace dos mil años, por andar cantando la cigarra moría de hambre en el invierno, hoy los cantantes desempeñan un rol importante en las sociedades, mientras que el ahorrar y ahorrar de las hormigas ha dejado de ser atractivo. El resto de la colección es más ciencia ficción como en 'Poco-chan', con los mismos altibajos, pero entretenido en general. No se si existen traducciones al español. Deberían.

Falta nombrar a Hermann Hesse y su Lobo Estepario, uno de esos libros que traje hace casi diez años y no había tocado. De Hesse sólo había leído Bajo la rueda, por recomendación de un tío—hecho que me pareció un poco macabro, dado el mensaje del libro. El lobo es la historia de un señor solitario que desaparece dejando sólo su diario, el cual da cuenta de una vida sobria que da un giro inusitado hacia la locura. No entendí muy bien como fue a dar a donde fue a dar, pero estuvo bien. 

Para el 2016 no hay promesas. Hay libros apilados, como siempre, pero me gustaría encontrar algo nuevo. Bienvenidas todas las recomendaciones.

Feliz resto de año. 

miércoles, agosto 26, 2015

Comunismo (o algo así)

Frente al trabajo ha habido obras durante todo el año. Los vecinos capitalistas decidieron modernizar sus oficinas, construyendo edificios nuevos en dos de las manzanas aledañas. A pesar de la polvareda, la entrada al instituto está ganando algo de vida. 


Durante estos meses, el polvo no ha sido  el impacto más notorio. Encontrar lugar en la cafetería a la hora del almuerzo se volvió un problema, obligándonos a varios a comer un poco más temprano. Eso sí, el paisaje inusual de obreros es algo que por lo menos yo he disfrutado, y sobre el que no he escuchado queja alguna. Produce cierta alegría que, sin importar el tipo de trabajo que hagamos, todos podamos comer en el mismo sitio. 

Quizá es esto lo que más me chocó del viaje a Honduras en julio. A pesar dela gran diferencia de ingresos, los precios de la comida son muy similares a los de Japón. Aún así, los restaurantes siempre estaban llenos. ¿Por qué? 

Lo único que se me ocurre es que las remesas se malgastan en mantener unos patrones de consumo similares a los que existen en los lugares donde originan tales remesas. Algo similar se ve en Filipinas, tierra de centros comerciales. Me quedo entonces sin entender cual es la tal promesa de financiar el desarrollo a punta de remesas. 

lunes, julio 27, 2015

Tarea terrorista

El otro día en Twitter, @sandraborda publicó el siguiente trino, en parte como invitación a leer el libro Talking to Terrorist de Jonathan Powell

Varios en la tribuna le dimos ejemplos que desvirtúan la hipótesis y el asunto terminó en una acusación generalizada sobre los debates sobre libros que no se han leído. En lo personal, creo que este reclamo tampoco tiene mucho sustento mas, por no dejar pasar, hice el esfuerzo de leer la muestra gratis del libro para el kindle—introducción y parte del primer capítulo. Los siguientes son los comentarios de la lectura: 

+ El autor reconoce desde el principio que su trabajo no es académico. En ese sentido, la afirmación, más que una hipótesis que va a ser puesta a prueba, debería ser tomada por el lector como una convicción o como una estrategia de ventas. 

+ Lo último porque al parecer la verdadera intención del autor es escribir sobre el arte de la negociación, un tema que sin duda es muy importante y relevante para el momento actual en Colombia—aunque menos atractivo sin la primera afirmación. 

+ Además, la definición de terrorismo escogida por el autor—no existe un acuerdo al respecto—podría invalidar la afirmación, ya que terroristas (cito de memoria, por que las muestras gratis no permiten subrayar) son aquellos grupos que tienen soporte político de base que dificultan una solución por la fuerza. Es decir, la afirmación puede que no sea ni hipótesis, ni convicción, sino una definición. 

+ Me quedo con la duda de saber a que se refiere en últimas el autor con negociar, dado que el primer capítulo empieza presentando el asunto como que el punto es no negarse a hablar, pero no ceder. Esto suena muy bonito en principio, pero no veo muy claro que es negociar sino ceder en alguna forma. El asunto tiene un aire del famoso "sólo la puntica", con lo cual no digo que esté en contra de negociar (es importante hacerlo) sino que no es honesto vender la negociación como un proceso en el que no se va a dar (¿perder?) algo. 




domingo, julio 26, 2015

Bitácora del verano


Esta semana acabó el pre-escolar y por más de un mes Kensuke estará todo el día en casa. Aunque es muy pronto para que le dejen tareas, desde ya lo van acostumbrando a mantener una rutina durante el descanso, así no le da duro cuando tenga que volver. Usando calcomanías, cada día debe completar un calendario con ciertas actividades: cepillarse los dientes, ordenar sus cosas, registrar si hubo algún evento especial, llevar la bitácora del clima y la de sus excrementos. Para esto último hay cuatro tipos de calcomanías: la bichi-bichi para la soltura, el koro-koro para las bolitas estreñidas, el moko-moko para la masa a medio camino de la consistencia saludable, y por último el añorado bollo banana. Es así que todas las mañanas vamos juntos a comprobar cual es la calcomanía del día y comentamos los resultados durante el desayuno. Ambiente familiar. 

lunes, julio 13, 2015

Tegucigalpa blues

Hace 17 años el Huracán Mitch se enzañó con los hondureños. Desvió su furia en un giro inesperado y les recorrió de este a oeste sin dejar piedra sin lavar. Los 600 milímetros de lluvia incesante arrastraron miles de vidas, de tierras, de bestias, de montañas que luego represaron las aguas y se llevaron más vidas y más de todo. 


Las huellas de la tragedia siguen ahí para el que sabe ver, o por lo menos para todo el que anhela un país mejor. Sin distingos, la gente contesta que el proceso de reconstrucción no ha acabado. Los muchos problemas de la cotidianidad encuentran un origen mítico en aquella debacle, no es fácil decir cuándo se volvió a la normalidad, como si la vida atropellada del subdesarrollo se resistiera a tal descripción. 

Sin embargo, los estantes de las librerías cuentan otra historia. Es casi imposible encontrar trabajos acerca de las heridas que dejó el Mitch, de como los hondureños salieron adelante, de lo que se hizo y lo que no se pudo, de que es aquello que no podrá jamás ser recuperado. 

En su lugar, pandilleros y otros criminales monopolizan las vitrinas. El legado militar de la Guerra Fría desvela a los académicos, y el golpe de estado urge una nueva reconstrucción. Una reconstrucción democrática. 

***

La primera reunión antes de cualquier trabajo de campo debía ser con el asesor de seguridad. El militar retirado, al enterarse de que era colombiano, no pudo ocultar cierta vergüenza. Vergüenza de tener que hablar como habló de su tierra con alguien que tal vez entendía cómo las cosas no son tan color de hormiga. Vergüenza de tener que confinarme a los inanes centros comerciales, lejos de la mano invisible del hampa, tan omnipresente y astuta como Dios. Vergüenza, en últimas, de hacer su trabajo. 

Pero, una semana después de andar de arriba a abajo, no me consta que el peligro sea tal. Claro, desde la tribuna es muy fácil, pero la policía no es tan numerosa como se esperaría. La gente parece tranquila en la calle, y lo más amenazador parece ser el calor y la sequía. 

De hecho, las inusuales piruetas que deben hacer los aviones para aterrizar en Tegucigalpa son quizá lo más emocionante que va a pasar

domingo, marzo 29, 2015

Universidad para señoritas


Foto cortesía de Google

Este mes tuve la oportunidad de visitar la Universidad para mujeres Ewha en Seúl, como parte de mi trabajo. El viaje fue organizado a última hora y no tuve tiempo para buscar alojamiento, así que decidí quedarme en el campus. Además, ¿cada cuánto se tiene la oportunidad de quedarse en tal lugar?

En el contexto colombiano, la idea de una universidad para señoritas no tiene mucha resonancia. Sin contar facultades que son de facto femeninas—el recuerdo de fonoaudiología en el Rosario me viene a la mente—tal vez el Colegio Mayor de Cundinamarca es el único ejemplo que conozco. Ahora incluso los colegios femeninos (y masculinos) están desapareciendo.  Pero por lo menos en Japón y en Corea del Sur son comunes y han jugado un rol importante (aunque proclive a la crítica Occidental) en el desarrollo de sus sociedades. 

Alguna vez leí que, por lo menos en provincia durante la industrialización de Japón, la educación femenina fue más importante que la masculina. Primero se construían los bachilleratos y universidades para mujeres que sus contrapartes para hombres. La razón es simple: todo lo que los hombres necesitan aprender para el trabajo lo pueden aprender trabajando. Sin embargo, la economía del hogar, los adelantos en salud, nutrición, las tecnologías para el hogar no les pueden llegar a la población sin educación. El avance en el nivel más básico en salud pública depende de que el conocimiento científico sea entendible y llegue a todos.

El rol de preparar amas de casa ha dejado de ser tan explícito, sobretodo porque la mano de obra femenina se ha hecho necesaria para muchas otras ocupaciones, pero no ha desaparecido. Claro que el caso de Ewha es distinto. Ewha es una de las más prestigiosas de Corea del Sur y, por los menos mis anfitriones en la escuela de estudios internacionales, tienen una planta de primer nivel. Las graduadas de esta facultad suelen entrar a la cancillería o a la agencia de cooperación internacional del país;  supongo que el Secretario General de la ONU también motiva a participar en agencias del sistema. Al parecer también se han convertido en un nicho para estudiantes adineradas de economías emergentes, cuyos padres desconfían de las universidades tradicionales. Las becas que ofrece el gobierno también ayudan. De hecho, en la charla que di sólo la mitad del público parecía local, incluyendo estudiantes del sureste asiático, África y medio oriente. Es admirable como una nación tan pequeña logra de esta manera generar vínculos con el mundo entero, a partir de una institución que a muchos parecerá retrograda. Estos y otros encuentros me han hecho sentir que Latinoamérica se va quedando atrás en el proceso de integración global, con inciertas consecuencias. 

***
Ewha se encuentra en una colina cerca al centro de Seúl. Desde la entrada en el punto más bajo se divisan una multitud de edificios occidentales esparcidos por la loma, extraños a la arquitectura de la zona. Pero unos metros más adelante emerge una mega estructura de vidrio y concreto que es el verdadero atractivo de la universidad. El corredor por el que se entra a Ewha empieza a descender y a lado y lado surgen unos edificios de 4 o 5 pisos, donde hay salones, cafeterías, tiendas y otras amenidades comunes a los complejos universitarios de hoy. Es un valle largo y profundo, un poco claustrofóbico, que maravilla por tan inusitada inmersión, como si fuese un fiordo. El declive gentil se extiende por unos doscientos metros hasta llegar a un final abrupto en unas escaleras fuera de la zanja. La penitencia es larga, como es debido en cualquier templo, sólo que en este caso la estructura desaparece tal como apareció y sigue el campus como si nada. 

La obra es explicada aquí y acá, haciendo alusión a los Campos Elíseos, pero para mí la inspiración original es más primitiva y sublime. Desde lo alto de la escuela de estudios internacionales, desde donde se tomó la foto de arriba, no se puede dejar de pensar que la estructura es una gran vulva, un gran triunfo arquitectónico en un mundo en el que es lo fálico y lo voluptuoso la esencia del monumento, una celebración de la mujer. 

Que la prosperidad acompañe a Ewha por miles más de años.

lunes, enero 12, 2015

Lecturas del 2014


El primer año en la gran ciudad fue un gran éxito en cuanto lecturas. Resultó que la línea de metro al trabajo no es muy popular, por lo cual lleva casi siempre puestos desocupados por la mañana y no se atiborra por las noches, así que hubo casi una hora neta de lectura diaria. En las mañanas por lo general libros académicos para complementar el trabajo y por las noches literatura. Treinta minutos diarios suena a poco, pero es suficiente para leer un poco más de un libro por mes, el doble de lo que se leyó el año pasado. Así que, a pesar del pronóstico negativo, este resultó ser un año revelación en cantidad y, lo que es aún mejor, en calidad. 

Parte del pesimismo derivaba del plan de destinar más tiempo a leer en japonés, pero en la noche de regreso a casa no quedaban muchas ganas de más esfuerzo: de los libros populares tal vez entienda el 80~90%, y de los más complicados el porcentaje puede decrecer ostensiblemente. Aún así, tres libros en ese idioma se colaron este año. 

El primero fue una novela que ganó el Premio Naoki, uno de los dos más famosos premios literarios del país. Cohete del barrio popular, de Jun Ikeida, cuenta la historia de una firma de ingeniería de barrio que desarrolla un sistema de válvulas necesario para un proyecto aerospacial del más alto calibre. La trama se divide en dos arcos narrativos simples: la empresa pequeña no está dispuesta a vender su patente y la grande se rehusa a aceptar como proveedor una empresa de barrio, así que primero intentan por medios legales quebrar la empresa pequeña para que ceda; luego, cuando no pueden, encuentran defectos en la pieza e intentan demostrar que una empresa pequeña no tiene el sistema de calidad necesario para suministrar las piezas. 

¿Desabrido? Puede parecerlo, pero esta novela fue refrescante en varios aspectos. Los humanos pasamos la mayor parte de nuestras vidas trabajando, pero no vienen a la mente muchos trabajos literarios que se centren en esta parte de la vida. Sobretodo si se reconoce la gran complejidad del mundo laboral de hoy. Este año en las mañanas leí la Condición Humana de Hannah Arendt, donde este tema es parte primordial, lo que pudo influir en encontrar el tema interesante. Además, es agradable encontrarse con libros donde los protagonistas no son escritores, ni piensan en escribir, ni quieren escribir, ni están frustrados por no hacerlo. 

Otro libro en japonés fue Poko-chan de Shinichi Hoshi, un escritor de ciencia ficción que escribe cuentos cortos y es famoso por ellos. El tema espacial no me convence tanto, pero en algunos cuentos me recuerda a Poe. Este estuvo muy divertido y quedé con ganas de más y de traducirles algo. El último fue Río Profundo de Shusaku Endo, el mismo de Silencio y Samurai, dos libros fuera de serie. El japonés de este libro es mucho más complicado de lo usual y toco suplementarlo con la traducción al inglés. La historia se desarrolla en India, donde varios personajes van a intentar solucionar distintas crisis en sus vidas. No se compara a lo otros dos libros, en especial porque le hace falta una historia central más fuerte, pero tiene sus momentos. 

En inglés sólo hubo dos títulos, pero los dos fueron superlativos. Tres años después de la primera vez volví a leer a Alicia Munro, esta vez The Love of a Good Woman. Ella no necesita presentación ni recomendación. ¿Por qué no la leo más? Tal vez por lo mismo que uno no se come todo un pote de arequipe, sino que lo va dosificando para magnificar el placer. Dejé comprado el siguiente, por si las moscas. 

The Last Samurai de Helen DeWitt fue el último libro del año y fue una verdadera sorpresa. Un niño prodigio y su particular madre sobreviven en Londres la crianza en medio de dificultades económicas y de adaptación. Es un libro que no sólo está hermosamente escrito, pero es visualmente atractivo. Esta entrevista a la autora puede servir de aperitivo a los interesados. 

Entre los libros en español se colaron cuatro novelas colombianas — contando como dos el libro de Ricardo Silva. Entre ellas, la mejor es sin dudas Sin Remedio de Antonio Caballero. No entiendo por que este libro no es más famoso. Ya ni recuerdo por que accidente vine a saber de él y a topármelo por accidente en la Lerner del Norte. Es un espiral decadente en la Bogotá de los ochentas, donde converge todo el imaginario de las élites capitalinas. El protagonista es un poeta mantenido de una de estas familias tradicionales,  quien empieza a perder el rumbo cuando su novia lo deja y sus amigos artistas se comprometen con la revolución. Al leer la novela sentí que estaba por encima de Opio en la nubes, y que merece lectores de culto como tanto como esta.

La doble novela de Ricardo Silva están buenas, pero creo que es un ejercicio muy arriesgado: obligar al lector a leer dos libros con estilos (o de géneros) diametralmente opuestos da pie a juzgar en que la va mejor al escritor. Los personajes malos de El Espantapájaros son demasiado malos para ser ciertos. La decadencia en el libro de Caballero también es teatral, pero no se siente forzada. En cambio, Comedia romántica fluye muy agradablemente a pesar de que esté totalmente construida a través de un diálogo, en la que los personajes van envejeciendo a medida que avanza el libro. Me sorprendió que Ricardo haya salido indemne con una frase que el personaje masculino dice en la primera página: sobre la forma de ser del personaje femenino dice "… nada que no se pueda domesticar con un embarazo." Aplausos para la madurez del público y del escritor.

A Piedad Bonet quería leerle algo, pero creo que El Prestigio de la Belleza no fue el mejor lugar para empezar. Tal vez intente de nuevo.

De las traducciones al español hubo un poco de todo. Disfruto mucho la historia de Omar Khayyám, uno de esos genios musulmanes de la época dorada de su civilización—el vivió en Persia entre 1048 y 1131. Amin Maalouf, un escritor libanés radicado en Francia, escribió una novela sobre su historia y su famoso libro de poesías, las Rubaiyat. La primera mitad del libro cuenta la vida del poeta y la segunda una historia de aventuras en Irán durante la revolución. Muy refrescante y entretenido.

La Trilogía de Nueva York de Paul Auster estuvo entretenida. Son unas historias de detectives   escritores surrealistas, a la David Lynch. La última parte la devoré en las vacaciones de verano en un cuarto sin aire acondicionado, así que la asocio con algo de sofoco. Leí El Jugador de Dostoevsky, y no me mereció ningún comentario en particular. Tal vez agradezco que nunca me ha tentado el mundo de las apuestas.

Tenía curiosidad de leer a Margarita Yourcenar porque un profesor que tuve en Bogotá hacía referencia a ella por su uso del lenguaje. Las Memorias de Adriano son sin lugar a dudas un libro hermoso, muy elaborado, investigado en detalle y lleno de pasajes sublimes. Sin embargo, no soy muy bueno para seguir elucubraciones que fluyen sin parar por páginas y páginas, así que se terminó yendo a medio leer, como se escuchan a los locos que se encuentra uno en las reuniones de académicos.

Natsume Soseki es un famoso escritor japonés de finales del siglo 19 a quien también estaba en mora de leer. Kokoro es su obra más conocida y la traducción que se consigue está muy bien. Lastimosamente, el año pasado se cumplieron 100 años de su publicación y leí por error un artículo donde contaban el final del libro, así que no lo disfrute. Aún intentando poner esto a un lado, no quedé convencido.

Por último, De que hablamos cuando hablamos del amor de Raymond Carver. Este tampoco necesita presentación. Que cuentista tan poderoso.

En el 2014 dejé The Walking Dead porque no me gustó como cerraron el arco de las primeras cien ediciones. También dejé de mezclar música en casa, de ver cine, y me dediqué de lleno a los juegos de mesa y a la paternidad. Leí mucho de ética consecuencialista, lo cual disfruto en demasía. Las lecturas matutinas merecerían un post aparte, pero supongo que son aburridas y no le interesan a nadie.

Confieso que tengo aún varios libros que traje conmigo hace 9 años y que aún no he leído. No creo lograrlo, pero me gustaría terminarlos antes de cumplir una década con ellos.

Gracias por leer. Abrazos.

(foto aparte porque anda en préstamo)

domingo, diciembre 07, 2014

Lo que hay detrás de una golosina

Del paquete de una golosina (en japonés 'okashi'):

"El espíritu de la GOLOSINA. Es él quien provee a la humanidad de paz y placer. Todo el tiempo el hombre busca romance en la GOLOSINA. Nosotros hemos estado trabajando duro y con cuidado, y seguimos trabajando. Para entretejer el romance y el lujo en cada GOLOSINA. Esto, por fin, lo hemos logrado en xxxx. Si usted prueba la sensación y el espíritu de la GOLOSINA que valora la tradición y la vida en los tiempos, no existe un placer mejor que este."

lunes, octubre 13, 2014

El pasado no perdona

Hace un par de años, unos niños jugando fútbol en una mezquita en Estambul me preguntaron que de donde era. Cuando les dije que era colombiano gritaron ¡Falcao! y salieron corriendo a seguir con su juego. 

No había imaginado antes que la patria pudiese ser asociada con algo diferente a drogas y crimen. Tantos años viviendo por fuera nunca me había pasado algo semejante. La gente a menudo recuerda el café, claro, pero por alguna razón esa opción se siente como una convención sin significado. Café es lo que se dice antes de confesar lo que en verdad primero viene a la mente. La conexión emocional primordial con la palabra Colombia. 

Es por esto que la reacción de los niños me pareció tan importante: al decir Falcao expresaban no un conocimiento sino un sentimiento. Aunque luego se enteren de los malos tiempos de aquellas tierras, al escuchar la palabra será otra cosa lo que imaginen. Desde entonces aprecio un poco más a los deportistas, les sigo y les animo para que sigan impresionando a las gentes del mundo por donde pasen. 

Por supuesto, este es un cambio lento e incierto, el cual no está exento de producir efectos secundarios. Esto lo descubrí el mes pasado en Grecia, ya de salida en la última requisa del aeropuerto. Un tipo espigado, ojeroso, de nariz gigante como la de los jugadores de su selección, esperaba antes del detector de metales para que los pasajeros no olvidaran quitarse todo lo que hacía pitar la máquina. Me hizo la seña para pasar y entonces reparó en el pasaporte en mi mano. ¡Colombia… dijo y pude sentir como una serie de sentimientos encontrados se agolpaban en una sonrisa postiza… ¿Hace cuántos años fue que mataron a Pablo Escobar?  Muchos, y seguí de largo, atragantado de rabia por esa revancha inesperada. 


lunes, julio 07, 2014

Suerte moderna

¿De cuándo acá aquello de que una cagada de pájaro es de buena suerte? No se trata de desvirtuar un dicho tan compasivo y desinteresado, tanto y más cuando el reflejo animal sería lo contrario: burlarse de la desgracia ajena. La pregunta hace referencia es al momento histórico en el que la humanidad desarrolló tal consideración por aquellos que se encontraban en el sitio equivocado durante el grácil planear de esas criaturas tan flojas de esfínter, pues en principio parecería que la frecuencia de estos incidentes no amerita un dicho. 

Los oráculos griegos eran famosos por vaticinar victorias o problemas si se avistaban tal o cual ave que representaba alguno de los dioses. El búho de Minerva, el faisan de Zeus. Pero de cagadas, nada. Tal vez sea un dicho marinero por aquello de las gaviotas que se agolpan en los muelles a tragar la basura de los barcos pesqueros. Tal vez llegó en burro hasta lo alto de las cordilleras y se perpetuó con las traicioneras bandadas de palomas que habitan las plazas. Tal vez, pero suena reforzado. 

Parece más lógico pensar que el dicho es un subproducto de la invención de la electricidad, el telégrafo y la distribución de la corriente por las ciudades y hasta por el campo. Los cables que van de poste en poste en las ciudades de todo el mundo deben haber aumentado la probabilidad de ser cagado por un pájaro de manera crítica, hasta el punto de merecer una voz de aliento que suena a sabiduría milenaria. Si algo de cierto hay en la relación entre el dicho y la electricidad, bienvenidas sean las cagadas en el nombre del progreso. 




domingo, julio 06, 2014

Lección de juegos

Algo que he aprendido de los juegos de mesa es que entre más larga sea una partida mayor debe ser la satisfacción que debe dar el simple hecho de jugar. No tiene mucho sentido pasarse horas fraguando estrategias, gastándole energía a la suerte y devanándose los sesos en decisiones difíciles a las que uno se ha sometido voluntariamente para que al final un simple marcador reduzca toda la experiencia a la frustración de varios y a la gloria de uno. Un juego largo debe proporcionar un sentido de realización durante el proceso en que cada jugador se enfrenta al problema y usa los recursos que tiene a disposición como mejor le parece. En lo posible, el juego debe dejar huellas para que luego se mire atrás y se entienda que tanto influyó el azar, como las decisiones dieron frutos más o menos provechosos, como podría hacerse mejor si existe una próxima vez. Eso, el éxito del juego está en que se quiera volver. Por supuesto que es ideal ganar, pero la victoria en un juego largo es efímera porque deja solos a los ganadores, tanto más si el hambre por vencer es más fuerte que el goce del juego. 

Es gracioso, pero es suficiente con que un juego dure un poco más de una hora para que empiece a parecerse a la vida misma.  

lunes, mayo 05, 2014

La cuidad y los afanes


Baile matutino

La semana pasada hubo una reunión de trabajo en otro edificio, a una estación de distancia. Fue temprano en la mañana, así que requirió hacer ese nado sincronizado tan capitalino para cambiar de trenes a tiempo entre el torrente de pasajeros de la hora pico. 

Esa faena encierra todo lo bueno y todo lo malo del sistema de metro de la ciudad: con siete millones de personas moviéndose al tiempo, cuesta creer que mayor eficiencia sea posible; sin embargo, la eficiencia del sistema es el cansancio de las personas. Siempre hay un tren al que se puede llegar con un poco más de esfuerzo, afanando el paso o metiéndose a la fuerza, y lograr alcanzarlo se siente maravilloso, como si se le ganaran un duelo a la existencia. Con ese pensamiento se va corriendo detrás de cada tren, y sin pensarlo al final del día se llega molido, sin que esos minutos de más reconforten de manera alguna al cuerpo. Suena paradójico, pero viviendo en provincia, con dos o tres trenes por hora, se es más dueño del bienestar propio que con la marea de trenes de la capital. 

El cambio preciso de trenes requiere un conocimiento detallado del procedimiento: la topografía de la estación, la dirección de las corrientes de personas, la disposición de escaleras y corredores en relación con los vagones del metro. Si por ejemplo uno se sube en el vagón seis pero la escalera a la otra línea está en el dos, fácilmente se le adicionan cien metros al trayecto, lo que puede significar un cambio infructuoso. 

El sistema sin embargo nos invita a intentar el nado sincronizado desde la primera vez. En cada estación del metro hay listados identificando en que vagón es mejor subirse según la estación de destino. Con un poco de olfato se puede seguir la corriente y llegar al otro tren de manera eficiente.

Esta obsesión genera una cierta ceguera que puede ser peligrosa. No hay tiempo para verificar la validez de las instrucciones y se puede encontrar con alguna sorpresa desagradable. No es raro subirse en la dirección contraria, obligando a desandar un trayecto, perder tiempo y apretarse el doble. Si el cambio de trenes implica cambiar de compañía, entonces hay que usar la puerta correcta para no pagar más. 

Y también están los vagones exclusivos para mujeres. 

El afán del cambio preciso puede incluso con ese rosa chillón. La carrera de la escalera a la puerta es así de frenética. Por suerte, el copiloto del tren, encargado de cerrar las puertas sin llevar a medio pasajero por fuera, alcanza a darse cuenta de que un extranjero encorbatado acaba de infiltrarse en el harem. Además ese vagón apesta horrible a todo eso que se untan las señoritas de la capital. Imposible sobrevivir en ese pH tan si quiera una estación. No se sabe si por hábito o por diversión, el copiloto permite que el extranjero se baje y corra al siguiente vagón disponible, donde huele a lo de siempre. La compasión de esos tantos millones de pasajeros alcanza para donar esos segundos de su carrera matutina. 


domingo, abril 06, 2014

Delator

El baño de la oficina tiene cuatro orinales. Están dispuestos en fila en la misma pared donde queda la puerta. Al entrar por esta se gira a la derecha y, después de dejar atrás el secador de manos, se encuentra uno con los cuatro monolitos de porcelana. 

No hay nada inusual con los orinales; nada hace al baño destacarse entre tantos otros miles de espacios similares en lugares públicos, tanto comerciales como de enseñanza. Son unos orinales corrientes en un baño corriente.  Sin embargo, con el paso de los meses, la disposición de los orinales y los patrones de uso que la rutina empieza a hacer evidentes han resultado ser una ventana al alma de los habitantes del piso. 

El primer orinal es el de la urgencia. Siempre está sucio: no de la manera en que se ensucia el orinal de un estadio, pero sí salpicado, incluso acompañado de pequeños charcos en el  suelo. El primer orinal siempre anda de afán y deja las necesidades corporales para el último minuto. La urgencia a veces se confunde con el ensimismamiento: la cabeza anda en otro lado mientras el zapato se impregna de baño en el charco. 

El segundo orinal es el del asco. El sentido de la urgencia no es muy diferente al del primer orinal, pero una reacción en el último segundo obliga a un cambio de destino. La elección del segundo orinal es además mezquina, porque obliga a cualquiera que venga con una urgencia a usar el último orinal, pues como todos sabemos el orinal de distancia es una norma impajaritable. Es tan fuertemente antisocial el segundo orinal que casi nunca es usado. 

El cuarto orinal es el solapado. No se sabe si por timidez o por malicia, el del rincón siempre parece que esconde algo. Si es que acaso alguna vez se escoge el del rincón para que cualquiera que entre luego pueda acomodarse a sus anchas, se incurre en un error importante: el nerviosismo que se siente al compartir el baño con un habitante del rincón no permite que las cosas fluyan como se planea. Se odia  por esto profundamente al cuarto orinal. Nada bueno puede venir del orinal de las sombras.

Cualquiera supondría entonces que el tercer orinal es el único sin tacha, el de la armonía:  el que disuade a mezquinos y solapados mientras que acoge al urgido. Nada más equivocado. Si bien es cierto que hay algo armónico en este orinal, es tan estratégico que se hace odioso, incluso soberbio. El tercer orinal está imbuido por cierta superioridad moral que hace inmediatamente despreciable a cualquiera que es sorprendido usándolo, sobretodo porque obliga a ocupar el papel de la urgencia, aún sin existir tal impulso, y a pararse en el charco mientras el tercer orinal se regocija en su magnanimidad. Si al cuarto orinal se le odia, contra el tercero se siente rencor. 

Con los meses, los orinales del baño de la oficina han dejado entrever un destino trágico.  No hay elección fácil cuando se encuentran libres, y cuando se encuentra alguien en alguno de ellos una secuencia funesta de pensamientos enturbia la coexistencia laboral. Entiende uno entonces a aquellos que aguantan hasta llegar a casa o a la estación del tren, e incluso a los que esperan sigilosos sentados en alguno de los tres inodoros. Pero esa es otra historia. 


viernes, enero 03, 2014

Lecturas del 2013


Las lecturas del año pasado no fueron tantas, aunque entre líneas dicen mucho sobre las profundas transformaciones en el horizonte. El plan original era leer tres libros extensos que se venían cociendo en la biblioteca hace tiempo, pero sólo logré terminar dos de ellos. En los intermedios quería leer cuentos y ninguno se coló en la pila—el de Kawabata me parece es otra cosa—incluso después de que uno de los mayores descubrimientos de los últimos años recibió el Nobel por sus hazañas. En su lugar se colaron unas novelas variopintas y muchas otras cosas que ahora hago en el tiempo 'libre' que se le exprime al trabajo. Sobre ellas, especialmente la paternidad y los juegos de mesa, espero escribir luego, pero el trasfondo es un poco preocupante: esta es la primera vez que siento que la lectura para el trabajo afecta mi deseo de descansar con más lectura. Ojalá sea algo pasajero.

Otro problema respecto a los libros largos, y la primera lección del año, fue que en la práctica no se puede leer tanto mientras se viaja. A pesar de que hubo mucho movimiento, los libros gigantes hubo que dejarlos en el sofá por varias semanas: son muy pesados para pasearlos y la incomodidad de los aviones hace que sean menos reconfortantes. Es muy poco lo que cabe en los bolsillos de la silla del frente y es difícil concentrarse con todo el ruido y movimiento. Pensaría que los libros electrónicos son una alternativa pero el hecho de que toque apagarlos es un poco frustrante, porque entonces toca tener otra lectura para esos momentos y, bueno, ¿por qué no seguir leyendo el libro físico si ya empezamos?

'Vida y Destino', el monumental retrato de la Batalla de Stalingrado, fue el único libro sobre el cual pude sacar el tiempo para escribir una reseña, a la cual no tengo nada que añadirle. 'Conversación en La Catedral' era otra tarea pendiente para entender porqué le dieron el premio a Vargas Llosa. Hasta entonces sólo había leído un par de novelas eróticas un poco desesperantes, que supongo el jurado no tuvo en cuenta para su decisión. El libro resultó muy bueno, tanto en técnica como en contenido. La Catedral es un restaurante obrero donde se cuenta la historia detrás de la dictadura militar en Perú. Aunque la arquitectura del restaurante no se asemeja a la de los grandiosos templos cristianos, la historia se va contando a través de ecos entrecruzados típicos de estos lugares, lo que le confiere un ritmo muy agradable y la hace sentir menos extensa. De alguna manera estaba prevenido sobre el maniqueísmo que suele enlodar las historias con contento político—un prejuicio, porque los ejemplos que se me ocurren son libros que no he leído de William Ospina y Santiago Gamboa, que creo jamás leeré—pero Vargas Llosa elude muy bien la maldad como propósito, y le dedica tiempo a la maldad causada por la circunstancia. Los personajes son quizá arquetípicos, el matón, la muchacha del servicio, la moza del poderoso, el periodista melancólico, pero sirven muy bien para el objetivo de retratar las divisiones sociales del momento, y tal vez de ahora. En fin, todo muy bueno, sin embargo, debo decir que no quedé con ganas de más. No se porqué, pero me gustaría saberlo.

El libro de Orths fue una compra compulsiva después de leer un comentario en algún blog. Fue muy agradable el contraste con los dos gigantes del año, como la aceituna en el martini. La historia de la camarera es redonda y salada, con un corazón relleno, sin pepa. El nudo voyerista es bien carnoso, porque la idea de que alguien pudo haber estado debajo de la cama en alguno de los hoteles en los que hemos pernoctado es muy poderosa, pero la historia nunca pierde su esencia aceitunezca. Recomendado.

Kawabata no pierde su efecto poderoso en mi. La bailarina de Izu es una historia deliciosamente sugestiva, llena de esas tensiones sexuales tan diferentes al canon occidental de deseo mamífero y mujeres fatales. Un joven adinerado estudiante sigue a una tropa de artistas itinerantes en su camino a través de una zona de termas al sur de Tokyo, donde viven. Poco a poco se va ganando su confianza y con ello la oportunidad de acercarse a la bailarina, quien puede ser sólo una niña pero puede que no. Deseo, tensión, ambigüedad... lo típico. El libro contiene otra serie de escritos menores, los cuales no me parecieron trascendentes. Las páginas del diario del escritor mientras cuidaba a su abuelo agonizante son fuertes, y muestran una faceta de Kawabata que no conocía, pero tal vez sean sólo para los fanáticos.

El descubrimiento del año fue que puedo leer libros de mediana extensión en japonés sin sentirme muy frustrado. Creo que entiendo 90% del contenido y puedo leer trescientas páginas en un mes. Seguro se me escapa un montón de sutilezas y el otro diez por ciento pude ser muy significativo, pero no tengo tiempo para usar el diccionario e, igual, es posible que las sutilezas se escapen a las traducciones también, muy seguramente en inglés el cuál tampoco domino en lo literario. Los que siguen fuera de mi rango son libros de más de una generación atrás, o los intencionalmente enredados. Los primeros me dan lástima porque me gustaría leer varios clásicos, los otros últimamente me tienen sin cuidado.

Dos de las novelas fueron de Keigo Higashino, 'Secreto' y 'Asesinato en la villa máscara' (traducción textual, disculpas), un autor popular de novelas negras y de misterio. A Hiroko le gustan mucho los libros del señor, hay varios apilados en su rincón de la biblioteca, así que en una de esas me animé a intentar el más recomendado. Secreto es la historia del padre de una niña de secundaria quien durante un viaje con su mamá de vacaciones, sufre un violento accidente tras el cual su cuerpo queda con vida pero poseído por la conciencia de su madre. Padre e hija esconden este secreto e intentan llevar una vida normal, condenada a la frustración—por razones que Kawabata se negaría a aceptar. Otras historias se desarrollan al tiempo en relación a otras víctimas del accidente y las causas del mismo, las cuales no siempre se sienten tan importantes, incluso parecen alargues, pero en eso el idioma puede jugarme una mala pasada. Algo que disfruté mucho fueron los comentarios ingenieriles del protagonista, técnico de una planta de motores, que seguramente se derivan de los estudios universitarios del autor. Muy refrescante que ninguno de los personajes sea algún tipo de escritor, tan típico en los libros colombianos—alguien mencionó algo al respecto en estos días en Twitter, pero no recuerdo que fue.

El otro libro es un thriller estándar, con algunos giros interesantes y un final un tanto alternativo, pero que otra vez se sintió más largo de lo necesario. 

Por último, está el libro de la señora Kubo, que llegó por un link que colgó @infrahumano . Con los años me he vuelto intolerante a los reportes exóticos sobre tierras lejanas, ya sean las adoptivas o las naturales. En el artículo recomiendan obras de autores que no son nuevas, o que no parecen ser populares acá, pero el caso de Kubo la información parecía fidedigna: el libro de 2010 recibió un premio a la mejor novela para mayores de 18, fue reimpresa en 2012 y parece seguir vendiendo bien. Es decir, otra compra compulsiva.

Es difícil decir de que se trata el libro. Tal vez traducir el título como 'Yo, poca cosa, contemplé el cielo' da una mejor idea del contenido: las vidas de cinco personajes medio fracasados, que sufren  dramas con alto contenido sexual, de los cuales parecen salir un poco menos mal librados, aunque no se puede estar tan seguro. ¿Quedó claro? Fue mi mejor intento. Las historias se siguen cronológicamente, todos los personajes están unidos en el mismo pueblo—la historia no pasa en Tokyo como dicen en el link—tres son compañeros de colegio, los otros son la mamá y la amante de uno de los muchachos. La euforia sexual va cediendo a lo patético de las circunstancias: cada uno de los personajes ha sido abandonado y humillados de algún modo, y en elaborar esa tristeza se va buena parte del libro. 

Al comienzo me dio pena leer este libro en el tren, pero en tanto fui avanzando, me fue ganando el pesar por las vidas miserables ahí retratadas. ¿Existirán tales personas en Japón? Kubo logra transmitir una profunda desazón y el contexto hace que lo inusual de los personajes no se sienta tan extraño—una partera en Japón, una esposa estéril teniendo fantasías 'manga' con un estudiante de secundaria, un muchacho que vive del sistema de bienestar con su abuela, cuyo padre se suicidó en un lago por el que pasa a diario y a quien hasta su mamá ausente le roba. Como era de esperarse, no hay un gran final, pero el mensaje de seguir adelante a pesar de todo no parece del todo superfluo.  No lo recomendaría sin conocer a fondo a quien lo piensa leer—hace años perdí algunas amistades recomendado Saló. 

En fin. Este año lo voy a dejar sin promesas porque se siente mucha incertidumbre. Está el otro libro largo pendiente, y otro tanto de compras compulsivas acumuladas. Sin embargo, las otras ocupaciones están robando cada vez más de mi tiempo, y la posibilidad de quedarme para siempre en este archipiélago enrevesado me invita a entregarme del todo a su idioma. Ya veremos. 

Un feliz 2014 para todos, lleno de sorpresas placenteras.

jueves, agosto 22, 2013

El viento se levanta — 風立ちぬ



Hayao Miyazaki, el afamado director de animación japonesa, presentó su más reciente trabajo hace poco más de un mes. Fue una espera larguísima: cinco años desde Ponyo, la película del pez que se vuelve humano—muy bella y todo, pero dirigida a los pequeños más pequeños de la casa—y nueve años desde El castillo andante de Howl. El viento se levanta es la primera película para adultos del director, notorio por varios detalles grandes y pequeños que presenta la película: discurre en el periodo de entre guerras tocando indirectamente la participación japonesa en equipo con los Nazis, los personajes de la película fuman constantemente—ya hubo una demanda de la liga local anti-tabaco—hay besos e insinuaciones directas de sexo (conyugal). Todo esto sin comprometer el estilo onírico que es sello del trabajo de Miyazaki. Es, sin duda alguna, una joya.

La película ha causado gran controversia debido a su temática. El viento se levanta cuenta la historia de Jiro Horikoshi, quien diseño el Mitsubishi A6M Zero, un avión de guerra que le dio la ventaja aérea a Japón durante la primera parte de la guerra. La película coincide con crecientes tensiones entre los gobiernos del vecindario y las intenciones del partido en el poder de reformar la constitución para que el país pueda tener de nuevo un ejército regular y participara en la defensa colectiva. Miyazaki ha aprovechado la película para meter la cucharada y criticar al gobierno por sus desfachateces. Algunos políticos le han pedido que se calle, otros medios dicen que un sector del público resiente que haya tocado el tema de la guerra, pero en últimas no ha pasado mayor cosa en lo político y la película ha sido un gran éxito.

Para quienes viven lejos de Japón, y sobre todos para quienes viven en países en desarrollo afectados por conflictos, El viento se levanta tal vez debería ser vista más bien desde la reflexión que yace en el fondo. La principal motivación de Miyazaki fueron los sentimientos encontrados que le generaba la genialidad de Horikoshi y lo absurdo de la guerra. Su conclusión fue que a Horikoshi no se le podía echar la culpa de la guerra y esa pasión con la que se entregó a crear una máquina maravillosa es algo que merece reconocimiento. 

Horikoshi sueña desde niño en hacer su avión. Lee revistas de aviación en inglés con ayuda de un diccionario, en su casa humilde lejos de Tokio. Toda su vida está consagrada a su sueño. Trabaja duro, aún más que sus compañeros de la Universidad Imperial. Le reciben en una filial de Mitsubishi en Nagoya, donde a la par de los proyectos existentes para el ejército, Horikoshi prosigue en el diseño de su avión. 

Las cosas no van del todo bien y Horikoshi se toma un descanso creativo durante el cual conoce el amor. Pero aún este amor es sólo una excusa para continuar persiguiendo su sueño. (+comentario con spoiler después del video).

Hay una escena, no obstante, en la que Horikoshi admite tener un motivo diferente a su sueño. Al volver tarde del trabajo, una familia harapienta espera cerca a una tienda mientras la calle se ve oscura y vacía. Horikoshi le pregunta al tendero quienes son, y él les explica que están esperando al señor de la casa, quien compra la comida para cenar juntos pero aquel día aún no llegaba. Horikoshi les ofrece lo que compró para él, mas no se lo reciben. Se pregunta entonces ¿por qué será Japón tan pobre? y se entrega con más ahínco a su trabajo. 

Miyazaki exalta con su película a quienes construyeron a la nación japonesa a pesar de la guerra y las circunstancias políticas. Sus ingenieros, sus científicos, sus creadores esmerados y trabajadores sacaron adelante un país maravilloso a pesar de la destrucción y el uso inapropiado que otros hicieron de sus invenciones. De hecho, Miyazaki escogió para la voz de Horihoshi no a un típico actor de voz, sino a Hideaki Anno, el creador de Evangelion, quien Miyazaki estima por la calidad de su trabajo—ellos no pertenecen al mismo estudio. La voz de Anno deja claro desde un comienzo que la intención del director no es presentarnos a Horikoshi como a un héroe o un genio idealizado, pero como a un nerdo de carne y hueso que se distingue por su trabajo.

Si usted es una de esas personas de ciencia y tecnología batallando en medio del fango de la política, vea El viento se levanta y nunca olvide que la prosperidad está del otro lado de la montaña, a pesar de la guerra.

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De ñapa, acá está el tema principal de la película: Nube de avión.



+ El día que Horikoshi termina su avión, la esposa desaparece para siempre—se va a una clínica en las montañas donde al parecer muere. Tal vez sea una impresión errada, pero me parece que la muchacha durante la película es una alegoría de la nación y su relación con Horikoshi: la belleza y la inspiración que le mueve, pero que a la vez conoce en la adversidad y quien vive en una condición muy frágil de salud. Aún así le apoya y acompaña en su sueño, sin importar que ha de desaparecer en parte por cerrar los ojos al contexto.

domingo, agosto 11, 2013

Las manos detrás de la mirada




Se dice que los reporteros gráficos no están en la obligación de intervenir en las tragedias que están pasando en su presencia. El suyo es un fin ulterior: comunicar la dimensión de la situación al público general para que este reaccione y ayude en masa. Lo poco que podría hacer el reportero, solo ante la adversidad de los otros, se multiplicará miles de veces cuando el resto de la humanidad se entere de lo que sucede. Esto los exime, por lo menos en teoría, de la obligación moral que el resto de mortales dotados de empatía sentimos. 

El argumento no se lo he escuchado directamente a un reportero, pero creo que hace parte del imaginario colectivo. Yo lo escuche de quien parecía un diplomático mientras coincidíamos en una imagen de una exposición fotográfica sobre el tsunami. En la imagen se veía una mujer en el techo de su casa, abrigada con una cobija, mirando a la cámara en medio de ese mar oscuro que ocupaba el resto del encuadre. Dije en voz alta que debería ser muy duro estar tomando aquella foto y no poder hacer nada por ayudar a aquella mujer. El diplomático soltó el argumento del fin ulterior, totalmente convencido de tener la razón—tal vez por eso pensé que era un diplomático. Intenté defender mi opinión contándole la historia de Omaira después del desastre en Armero, pero me di cuenta pronto que necesitaría aquella otra imagen para hacerme entender. Sonreí a su gesto condescendiente y seguí a otro panel.

Pensándolo con detenimiento, el argumento del fin último debe provenir de otros tiempos, de la era de oro de la imagen. Antes, cuando no había cámaras en todos lados y sólo se transmitían las palabras, seguramente una imagen era capaz de cambiar el rumbo de la historia. Pero ahora que estamos saturados y que se han entendido los límites de lo que la imagen puede decir sin desinformar, ¿tendrá aún sentido eximir de responsabilidad a los observadores de oficio?

Jonathan Katz, un periodista de AP que trabajaba en Haití cuando ocurrió el terremoto, no está tan seguro. Durante las primeras horas de la emergencia, acompañado de su guía local, Jonathan recorrió el infernal Puerto Príncipe intentando asimilar la dimensión de la debacle y transmitirla a su audiencia alrededor del mundo. En un momento intentó ayudar a alguien que buscaba dentro de una de tantas montañas de  escombros. Iluminó el interior del arrume con el flash de su cámara pero no logró ver nada. Sólo mucho después pudo ver que en las dos fotos que tomó una persona se movía. Estaba viva, pudo haber ayudado. Después de la experiencia cree que por lo menos existe la opción, que nunca se sabe.

Durante la etapa diecinueve del Tour de Francia, un corredor dio al piso en una bajada empinada. Los comentaristas llevaban rato advirtiendo que el trayecto era peligroso y que la llovizna que caía hacía más traicionero el descenso. Lo que sucedió fue inesperado: la moto que seguía al ciclista se detuvo al ver la caída. Al parecer el conductor llevaba la cámara encima porque la transmisión siguió mostrando al ciclista incorporándose con dificultad y al copiloto acercarse a intentar auxiliarlo. A decir verdad, no parecía que el copiloto pudiese hacer mucho en el momento, pero de alguna manera la carrera se sintió más humana.



domingo, julio 14, 2013

Sin falta



Mientras en las sociedades tranquilas hacen falta las noticias perturbadoras para mantener el interés de la audiencia, en las zonas convulsionadas se buscan los sucesos positivos para no espantarla.

Nada nuevo para el ciudadano promedio colombiano, pero aplica igual para Japón después del desastre de 2011. Ante la tragedia, las noticias en la televisión y en los periódicos locales siempre incluían alguna nota sobre un encuentro, un nacimiento, algo que sirviese de asidero en la incertidumbre.

Esto no duró mucho tiempo en los periódicos nacionales, que volvieron pronto al modo 'crisis en medio de la normalidad' que ha caracterizado el cubrimiento de lo relacionado con la planta nuclear. Sin embargo, aún dos años después del desastre, la búsqueda de noticias alentadoras aún se sentía en las zonas costeras del noreste. 

Uno de los periódicos que ojeé durante mi estancia en Ofunato traía en primera página la noticia de un premio a una estudiante de bachillerato. En Japón no es tan común el reconocimiento individual como el colectivo, así que la noticia me llamó la atención de inmediato. De hecho, resulta que es el único reconocimiento que otorgan los colegios a los graduandos: el premio a no faltar a ninguna clase (皆勤賞—kaikinsho).

En ese momento pensé que dicho premio debía ofrecer una oportunidad de oro para investigar si se ve reflejada o no la asistencia escolar en los logros durante la vida de los estudiantes. Si existían archivos sobre los estudiantes premiados, como efectivamente parecen existir**, se podría hacer un muestreo aleatorio en diferentes generaciones y hacer una encuesta sobre diversos aspectos del desarrollo personal. Me alcancé a imaginar haciendo regresiones que seguramente encontrarían lo que me parecía apenas lógico: no faltar al colegio no estaría correlacionado con el éxito.

La idea me quedó dando vuelta varios días en la cabeza. Semejante es el tamaño de mi estupidez.

¿Cuál sería el aporte de dicho trabajo al saber? La zona del desastre ansiosa de esperanza y yo pensando en poner a prueba la relevancia de sus voces de aliento.

Por supuesto, el sistema es mucho más inteligente y yo soy un gran ingenuo. Claro que todos saben que el premio no implica nada para el futuro de los que se lo ganan. Es la virtud detrás de estar ahí todos los días lo que se busca inculcar en los estudiantes: la virtud de ser responsables con el mínimo que es exigible a todos por igual. Sin importar los resultados, la sociedad está mucho mejor si cada uno de sus miembros reconoce que es admirable estar donde se debe estar todo el tiempo. La vida se encargará de premiar a los que sean exitosos, a quienes sus capacidades los harán merecedores de muchos otros logros y distinciones. En cambio, estar en el colegio todos los días es lo único que se podría dar por descontado, pero es eso mismo lo que lo hace valioso cuando se le mira en el largo plazo. ++
 
Luego, cuando le pregunté a Hiroko, me dijo que ella estuvo a punto de ganarse el premio en bachillerato, pero prefirió faltar unos días porque los que se ganan el premio dan la impresión de ser super saludables—¡no les da ni una gripa!—y eso no le parecía tan deseable. Después de un rato, confesó que ahora de adulta lamenta no haber recibido el premio.

Creo que no hay mayor premio que vivir en una sociedad donde es posible que exista tal premio.

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** En la página de Wikipedia del premio dicen que algunas escuelas esculpen el nombre de los estudiantes premiados en un mural de piedra conmemoratoria que se encentra a la entrada. Nunca he visto alguno. Sin embargo, también dice que otros lugares son menos rígidos en la definición de una falta para evitar los problemas que conlleva competir por el premio—sobre todo epidemias.

++ Otro ejemplo de estos premios son unos pases especiales que les dan a los conductores que no cometen ninguna infracción durante los 5/10 años que dura el documento. Estos, claro está, no salen en el periódico. 


domingo, junio 30, 2013

Vida y destino

 


 "La mujer se apretó contra el niño con una fuerza que sólo los obreros del Sonderkommando habrían podido valorar: cuando vaciaban la cámara de gas nunca intentaban separar los cuerpos de los seres queridos estrechamente abrazados."


Vasili Grossman escribió un libro colosal, que lamentablemente nunca vio publicado. Tal vez hasta dio por perdido. Es la historia de la Batalla de Stalingrado vista desde los ojos de múltiples personajes en distintas posiciones sociales, militares y políticas, muchos ligados a una familia rusa con raíces judías. Sus más de mil páginas son un testamento de la complejidad de la guerra y las incongruencias profundas del régimen soviético.

La extensión del libro es una necesidad que tal vez muchos de los jóvenes lectores no sabían que les faltaba. Sólo las voces de varias docenas de personajes pueden ofrecer una visión tan siquiera cercana a lo que es la guerra. La idea cinematográfica de la guerra, aún la que intenta ser más fiel a los hechos, no puede evitar caer en lugares comunes: dar mayor peso a la acción, cuando mucho más tiempo se pasa en calma, así sea chicha; la imagen y el video no pueden dejar de concentrarse  en el campo de batalla, mientras que la vida sigue a su alrededor a pesar de la tragedia; la épica de la guerra se encarga de crear héroes y alimentar egos, cuando son mucho más los anónimos que comparten el escenario y juegan sus minúsculos papeles en el trasfondo, como todos, y cuya sumatoria de vidas es en últimas la guerra. Todo eso dicen que lo había logrado Tolstoi con Guerra y Paz, hazaña que Grossman repite en el contexto de la Segunda Guerra.

Grossman no ahorra páginas explorando la humanidad de sus personajes. Irracionales, llenos de dudas y de nostalgias, cada uno de los personajes enfrenta la guerra con un pie en su patria y el otro en sus dramas personales. Gran parte de los diálogos de los miembros del ejército giren en torno a la comida y la bebida, añorando a sus familias, sus amores, compartiendo la alegría o la tristeza de las cartas que llegan o que no, haciendo planes como si hubiera mañana. Desde las ciudades se piensa en el frente, pero no en la estrategia, sino en los hijos, hermanos, madres y compañeros que el manto negro de la guerra a sumido en la incertidumbre. Las victorias son de la patria, las pérdidas siempre personales.

El enemigo muchas veces, más que una presencia maléfica, aparece en la novela como todas esas rupturas con el fluir de la vida. Esto con excepción de las partes describiendo el campo de concentración y la cámara de gas, las cuales son un crudo testamento de lo que aquellos sitios fueron. Deben existir muchos otros relatos novelados de este episodio funesto de la humanidad, los cuales no he leído porque creo que la ficción tiene poco que decir al respecto, pero el libro de Grossman hace un gran trabajo en el retrato personal con el que aborda el tema.


Hay otra cuestión que sólo la extensión del relato permite transmitir: el totalitarismo del sistema soviético. Presentando al enemigo en la batalla como una presencia insustancial, la tiranía del régimen se hace más evidente. Cada personaje tiene que enfrentarse con las ordenes que el estado de guerra les impone, y con la manera indirecta en que los ojos de los demás parecen atentos a cualquier reproche para ponerlos en la picota pública. El miedo a decir, a ser malinterpretado, o el remordimiento que trae lo dicho, así sea por descuido, es algo que la novela logra transmitir hasta el agotamiento psicológico del propio lector. *+

Una de las reflexiones de las lecturas del año pasado fue lo fuerte que se sentía leer sobre problemas contemporáneos. Vida y destino me recordó lo poco que se de la guerra, peor aún si tenemos en cuenta que para los que vivimos afuera, haber nacido en Colombia significa saber de ella. No es una cosa consciente, producto del estudio del conflicto, sus causas y sus consecuencias. Es más una presunción de los demás que luego el emigrante internaliza. Nació y vivió en Colombia, Colombia lleva mucho años en conflicto, ergo sabe. Tiene que saber. Tiene que tener una opinión. Puede que nunca lo haya tocado particularmente, el colombiano ha experimentado los horrores de la guerra interna, no tener idea de lo que sucedió y sigue sucediendo es impensable.

Lean Vida y destino, lean antes y después a Juanita León.  Entierren la guerra conociéndola.

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No puedo dejar de pasar la oportunidad de recomendar una vez más la columna que Orwell escribió sobre la autobiografía de Ghandi. Es un texto muy profundo que dice mucho de estos dos personajes que parecen extremos opuestos de la decadencia del imperio británico, pero que une la conciencia de dicha decadencia. La más aguda crítica en el artículo es que una protesta como la de Ghandi nunca habría tenido efecto en un régimen como el soviético. Vida y destino muestra una vez más que tan atinado fue Orwell. 

sábado, mayo 11, 2013

Cinturón de Fuego

Esta entrada la escribí entre octubre y diciembre del 2009 mientras visitaba la región de Bicol, en Filipinas, y por suerte también su hermosa volcán.

Después de aquella visita la bella Mayón estalló una vez más, y ahora que lo hace de nuevo, aprovecho para recordarla y cortejarla.




























Mayon, Ferias y Fiestas

La ciudad de Legazpi esta llena de sorpresas, y no es sólo el precioso volcán que la domina. Por ejemplo, sus habitantes consumen una exótica cocción de arroz, puerco y vegetales que envuelven en hojas de plátano; plato este al que le llaman tamal. La presidente de la Universidad de Santa Isabel se llama hermana Asunción Evidente; el director de la Comisión de Estudios Superiores se llama Dominador; también conocí a un Ramoncito y a un profesor Emilio Valenzuela. Además, este fin de semana el pueblo se reúne en torno a una serie de eventos culturales, lo que llaman fiesta, a la vez que se ensambla un grupo de quioscos en la plaza, donde se pueden comprar comida, chucherias, o apostar a juegos de destreza, recinto este al que se le conoce por el nombre de feria.

Sin embargo, no se puede permitir que las sorpresas aparten nuestra atención del cono casi perfecto de Mayon - que en Bicolano, el lenguaje de la region, significa "hermosa" - porque ella puede irritarse. Y es que como tantas hermosas, esta también es bastante, como decirlo, explosiva. El siglo pasado, la venerable Mayon hizo erupción más de diez veces. Entorno a su redondez se puede apreciar el sendero de sus jugos ardientes de lava, piedra y lodo. Lo poco que sobresale de la iglesia de Gagsaua en el horizonte, lleva doscientos años recordando a los creyentes que Mayon no sabe de santuarios. De hecho, ahora se encuentra ligeramente indispuesta, no permite que se le suban encima, y permanece un poco nublada.

Mayon esta rodeada de cocotales y campos de arroz, pero, para sorpresa de todos, en la región no existe el arroz con coco. Una de las poblaciones que se rinde a sus pies se llama Tabaco, pero no por la planta, sino por el vocablo tabac, que significa machete. Tal vez inspirados por la irascibilidad de la doña, o tal vez por su fuego, los tabacanos (?) desarrollaron una industria artesanal de artículos de metal. Esta incluye todo tipo ollas, cacerolas y utensilios de cocina, pero sin lugar a dudas, por su uso y el prestigio a él asociado, el tabac ocupa un lugar privilegiado. De hecho, si le preguntan a cualquier lugareño, podrán escuchar historias de los distintos samurais que han morado en la región por tiempos no tan inmemorables.** Más allá de la locación geográfica, Filipinas siempre ha buscado razones para sentirse más asiático.

Pero si se trata es de conocer como la furia de Mayon les hierve en la sangre a los bicolanos, no hay mejor lugar que una gallera. La danza brutal de las plumas coléricas parece de lejos el salpicar de la lava hirviendo. La turba se aglomera cada domingo, después de misa, alrededor de este otro templo, a rendir culto al fuego, a desfogar sus emociones, y a hacerse tal vez algunos pesos. El ambiente cargado de sudor, excrementos, sangre y arena envuelve a los convocados. Las aves son azuzadas en el cuadrilátero hasta que su ira se enciende. Sendas cimitarras refulgen en sus espuelas. Entonces la naturaleza del volcán hace presencia y encarna en la masa dorada de los gallos en duelo. El acto dura pocos segundos. Cuando alguno queda tendido, el referí les alza por el lomo, les enfrenta de nuevo en el aire para ver si algo de la magia remanece, y les suelta nuevamente. Pocas veces el que queda tendido habrá de pararse de nuevo. Tan fugaz y frenética es la lucha, que la única manera de apreciar la virtud de los ataques del ganador, es desplumando a su víctima. Los cultistas examinaran con detenimiento el cadáver desnudo, colgado de las patas, e intentaran sacar alguna enseñanza sobre el arte de la espuela que les de la ventaja la semana siguiente. Por último, en acto solemne se comerán la evidencia de la furia del volcán quien, cuando así lo dispone, con su brasa se lleva el alma pero deja la carne para sosiego del resto de los mortales.

Con todo y su efervescencia, los moradores de la zona no consideran a la doña su principal amenaza. Si se les pregunta por su seguridad enseguida mencionaran a las guerrillas comunistas que se refugian en las montañas de la estrecha región de Bicol. Alguno sugerirá que esos demonios vienen de las entrañas de la hermosa, pero desafortunadamente la cosa es bastante más complicada. Cuando los habitantes se permiten un desliz de sinceridad, reconocerán que cualquier uniforme produce desazón.
 

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** Me pregunto si esta destreza con el metal está conectada con la pujante industria casera de armas de fuego. Recuerdo que en Colombia de vez en cuando se hablaba de armas hechizas, pero nunca de nada en masa. Los filipinos, hasta donde entiendo, sí alcanzaron otro nivel de sofisticación—aunque me parece que no han llegado a construir submarinos. Un tema para una tesis en historia de la tecnología tropical.