sábado, mayo 11, 2013

Cinturón de Fuego

Esta entrada la escribí entre octubre y diciembre del 2009 mientras visitaba la región de Bicol, en Filipinas, y por suerte también su hermosa volcán.

Después de aquella visita la bella Mayón estalló una vez más, y ahora que lo hace de nuevo, aprovecho para recordarla y cortejarla.




























Mayon, Ferias y Fiestas

La ciudad de Legazpi esta llena de sorpresas, y no es sólo el precioso volcán que la domina. Por ejemplo, sus habitantes consumen una exótica cocción de arroz, puerco y vegetales que envuelven en hojas de plátano; plato este al que le llaman tamal. La presidente de la Universidad de Santa Isabel se llama hermana Asunción Evidente; el director de la Comisión de Estudios Superiores se llama Dominador; también conocí a un Ramoncito y a un profesor Emilio Valenzuela. Además, este fin de semana el pueblo se reúne en torno a una serie de eventos culturales, lo que llaman fiesta, a la vez que se ensambla un grupo de quioscos en la plaza, donde se pueden comprar comida, chucherias, o apostar a juegos de destreza, recinto este al que se le conoce por el nombre de feria.

Sin embargo, no se puede permitir que las sorpresas aparten nuestra atención del cono casi perfecto de Mayon - que en Bicolano, el lenguaje de la region, significa "hermosa" - porque ella puede irritarse. Y es que como tantas hermosas, esta también es bastante, como decirlo, explosiva. El siglo pasado, la venerable Mayon hizo erupción más de diez veces. Entorno a su redondez se puede apreciar el sendero de sus jugos ardientes de lava, piedra y lodo. Lo poco que sobresale de la iglesia de Gagsaua en el horizonte, lleva doscientos años recordando a los creyentes que Mayon no sabe de santuarios. De hecho, ahora se encuentra ligeramente indispuesta, no permite que se le suban encima, y permanece un poco nublada.

Mayon esta rodeada de cocotales y campos de arroz, pero, para sorpresa de todos, en la región no existe el arroz con coco. Una de las poblaciones que se rinde a sus pies se llama Tabaco, pero no por la planta, sino por el vocablo tabac, que significa machete. Tal vez inspirados por la irascibilidad de la doña, o tal vez por su fuego, los tabacanos (?) desarrollaron una industria artesanal de artículos de metal. Esta incluye todo tipo ollas, cacerolas y utensilios de cocina, pero sin lugar a dudas, por su uso y el prestigio a él asociado, el tabac ocupa un lugar privilegiado. De hecho, si le preguntan a cualquier lugareño, podrán escuchar historias de los distintos samurais que han morado en la región por tiempos no tan inmemorables.** Más allá de la locación geográfica, Filipinas siempre ha buscado razones para sentirse más asiático.

Pero si se trata es de conocer como la furia de Mayon les hierve en la sangre a los bicolanos, no hay mejor lugar que una gallera. La danza brutal de las plumas coléricas parece de lejos el salpicar de la lava hirviendo. La turba se aglomera cada domingo, después de misa, alrededor de este otro templo, a rendir culto al fuego, a desfogar sus emociones, y a hacerse tal vez algunos pesos. El ambiente cargado de sudor, excrementos, sangre y arena envuelve a los convocados. Las aves son azuzadas en el cuadrilátero hasta que su ira se enciende. Sendas cimitarras refulgen en sus espuelas. Entonces la naturaleza del volcán hace presencia y encarna en la masa dorada de los gallos en duelo. El acto dura pocos segundos. Cuando alguno queda tendido, el referí les alza por el lomo, les enfrenta de nuevo en el aire para ver si algo de la magia remanece, y les suelta nuevamente. Pocas veces el que queda tendido habrá de pararse de nuevo. Tan fugaz y frenética es la lucha, que la única manera de apreciar la virtud de los ataques del ganador, es desplumando a su víctima. Los cultistas examinaran con detenimiento el cadáver desnudo, colgado de las patas, e intentaran sacar alguna enseñanza sobre el arte de la espuela que les de la ventaja la semana siguiente. Por último, en acto solemne se comerán la evidencia de la furia del volcán quien, cuando así lo dispone, con su brasa se lleva el alma pero deja la carne para sosiego del resto de los mortales.

Con todo y su efervescencia, los moradores de la zona no consideran a la doña su principal amenaza. Si se les pregunta por su seguridad enseguida mencionaran a las guerrillas comunistas que se refugian en las montañas de la estrecha región de Bicol. Alguno sugerirá que esos demonios vienen de las entrañas de la hermosa, pero desafortunadamente la cosa es bastante más complicada. Cuando los habitantes se permiten un desliz de sinceridad, reconocerán que cualquier uniforme produce desazón.
 

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** Me pregunto si esta destreza con el metal está conectada con la pujante industria casera de armas de fuego. Recuerdo que en Colombia de vez en cuando se hablaba de armas hechizas, pero nunca de nada en masa. Los filipinos, hasta donde entiendo, sí alcanzaron otro nivel de sofisticación—aunque me parece que no han llegado a construir submarinos. Un tema para una tesis en historia de la tecnología tropical.

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