viernes, enero 03, 2014

Lecturas del 2013


Las lecturas del año pasado no fueron tantas, aunque entre líneas dicen mucho sobre las profundas transformaciones en el horizonte. El plan original era leer tres libros extensos que se venían cociendo en la biblioteca hace tiempo, pero sólo logré terminar dos de ellos. En los intermedios quería leer cuentos y ninguno se coló en la pila—el de Kawabata me parece es otra cosa—incluso después de que uno de los mayores descubrimientos de los últimos años recibió el Nobel por sus hazañas. En su lugar se colaron unas novelas variopintas y muchas otras cosas que ahora hago en el tiempo 'libre' que se le exprime al trabajo. Sobre ellas, especialmente la paternidad y los juegos de mesa, espero escribir luego, pero el trasfondo es un poco preocupante: esta es la primera vez que siento que la lectura para el trabajo afecta mi deseo de descansar con más lectura. Ojalá sea algo pasajero.

Otro problema respecto a los libros largos, y la primera lección del año, fue que en la práctica no se puede leer tanto mientras se viaja. A pesar de que hubo mucho movimiento, los libros gigantes hubo que dejarlos en el sofá por varias semanas: son muy pesados para pasearlos y la incomodidad de los aviones hace que sean menos reconfortantes. Es muy poco lo que cabe en los bolsillos de la silla del frente y es difícil concentrarse con todo el ruido y movimiento. Pensaría que los libros electrónicos son una alternativa pero el hecho de que toque apagarlos es un poco frustrante, porque entonces toca tener otra lectura para esos momentos y, bueno, ¿por qué no seguir leyendo el libro físico si ya empezamos?

'Vida y Destino', el monumental retrato de la Batalla de Stalingrado, fue el único libro sobre el cual pude sacar el tiempo para escribir una reseña, a la cual no tengo nada que añadirle. 'Conversación en La Catedral' era otra tarea pendiente para entender porqué le dieron el premio a Vargas Llosa. Hasta entonces sólo había leído un par de novelas eróticas un poco desesperantes, que supongo el jurado no tuvo en cuenta para su decisión. El libro resultó muy bueno, tanto en técnica como en contenido. La Catedral es un restaurante obrero donde se cuenta la historia detrás de la dictadura militar en Perú. Aunque la arquitectura del restaurante no se asemeja a la de los grandiosos templos cristianos, la historia se va contando a través de ecos entrecruzados típicos de estos lugares, lo que le confiere un ritmo muy agradable y la hace sentir menos extensa. De alguna manera estaba prevenido sobre el maniqueísmo que suele enlodar las historias con contento político—un prejuicio, porque los ejemplos que se me ocurren son libros que no he leído de William Ospina y Santiago Gamboa, que creo jamás leeré—pero Vargas Llosa elude muy bien la maldad como propósito, y le dedica tiempo a la maldad causada por la circunstancia. Los personajes son quizá arquetípicos, el matón, la muchacha del servicio, la moza del poderoso, el periodista melancólico, pero sirven muy bien para el objetivo de retratar las divisiones sociales del momento, y tal vez de ahora. En fin, todo muy bueno, sin embargo, debo decir que no quedé con ganas de más. No se porqué, pero me gustaría saberlo.

El libro de Orths fue una compra compulsiva después de leer un comentario en algún blog. Fue muy agradable el contraste con los dos gigantes del año, como la aceituna en el martini. La historia de la camarera es redonda y salada, con un corazón relleno, sin pepa. El nudo voyerista es bien carnoso, porque la idea de que alguien pudo haber estado debajo de la cama en alguno de los hoteles en los que hemos pernoctado es muy poderosa, pero la historia nunca pierde su esencia aceitunezca. Recomendado.

Kawabata no pierde su efecto poderoso en mi. La bailarina de Izu es una historia deliciosamente sugestiva, llena de esas tensiones sexuales tan diferentes al canon occidental de deseo mamífero y mujeres fatales. Un joven adinerado estudiante sigue a una tropa de artistas itinerantes en su camino a través de una zona de termas al sur de Tokyo, donde viven. Poco a poco se va ganando su confianza y con ello la oportunidad de acercarse a la bailarina, quien puede ser sólo una niña pero puede que no. Deseo, tensión, ambigüedad... lo típico. El libro contiene otra serie de escritos menores, los cuales no me parecieron trascendentes. Las páginas del diario del escritor mientras cuidaba a su abuelo agonizante son fuertes, y muestran una faceta de Kawabata que no conocía, pero tal vez sean sólo para los fanáticos.

El descubrimiento del año fue que puedo leer libros de mediana extensión en japonés sin sentirme muy frustrado. Creo que entiendo 90% del contenido y puedo leer trescientas páginas en un mes. Seguro se me escapa un montón de sutilezas y el otro diez por ciento pude ser muy significativo, pero no tengo tiempo para usar el diccionario e, igual, es posible que las sutilezas se escapen a las traducciones también, muy seguramente en inglés el cuál tampoco domino en lo literario. Los que siguen fuera de mi rango son libros de más de una generación atrás, o los intencionalmente enredados. Los primeros me dan lástima porque me gustaría leer varios clásicos, los otros últimamente me tienen sin cuidado.

Dos de las novelas fueron de Keigo Higashino, 'Secreto' y 'Asesinato en la villa máscara' (traducción textual, disculpas), un autor popular de novelas negras y de misterio. A Hiroko le gustan mucho los libros del señor, hay varios apilados en su rincón de la biblioteca, así que en una de esas me animé a intentar el más recomendado. Secreto es la historia del padre de una niña de secundaria quien durante un viaje con su mamá de vacaciones, sufre un violento accidente tras el cual su cuerpo queda con vida pero poseído por la conciencia de su madre. Padre e hija esconden este secreto e intentan llevar una vida normal, condenada a la frustración—por razones que Kawabata se negaría a aceptar. Otras historias se desarrollan al tiempo en relación a otras víctimas del accidente y las causas del mismo, las cuales no siempre se sienten tan importantes, incluso parecen alargues, pero en eso el idioma puede jugarme una mala pasada. Algo que disfruté mucho fueron los comentarios ingenieriles del protagonista, técnico de una planta de motores, que seguramente se derivan de los estudios universitarios del autor. Muy refrescante que ninguno de los personajes sea algún tipo de escritor, tan típico en los libros colombianos—alguien mencionó algo al respecto en estos días en Twitter, pero no recuerdo que fue.

El otro libro es un thriller estándar, con algunos giros interesantes y un final un tanto alternativo, pero que otra vez se sintió más largo de lo necesario. 

Por último, está el libro de la señora Kubo, que llegó por un link que colgó @infrahumano . Con los años me he vuelto intolerante a los reportes exóticos sobre tierras lejanas, ya sean las adoptivas o las naturales. En el artículo recomiendan obras de autores que no son nuevas, o que no parecen ser populares acá, pero el caso de Kubo la información parecía fidedigna: el libro de 2010 recibió un premio a la mejor novela para mayores de 18, fue reimpresa en 2012 y parece seguir vendiendo bien. Es decir, otra compra compulsiva.

Es difícil decir de que se trata el libro. Tal vez traducir el título como 'Yo, poca cosa, contemplé el cielo' da una mejor idea del contenido: las vidas de cinco personajes medio fracasados, que sufren  dramas con alto contenido sexual, de los cuales parecen salir un poco menos mal librados, aunque no se puede estar tan seguro. ¿Quedó claro? Fue mi mejor intento. Las historias se siguen cronológicamente, todos los personajes están unidos en el mismo pueblo—la historia no pasa en Tokyo como dicen en el link—tres son compañeros de colegio, los otros son la mamá y la amante de uno de los muchachos. La euforia sexual va cediendo a lo patético de las circunstancias: cada uno de los personajes ha sido abandonado y humillados de algún modo, y en elaborar esa tristeza se va buena parte del libro. 

Al comienzo me dio pena leer este libro en el tren, pero en tanto fui avanzando, me fue ganando el pesar por las vidas miserables ahí retratadas. ¿Existirán tales personas en Japón? Kubo logra transmitir una profunda desazón y el contexto hace que lo inusual de los personajes no se sienta tan extraño—una partera en Japón, una esposa estéril teniendo fantasías 'manga' con un estudiante de secundaria, un muchacho que vive del sistema de bienestar con su abuela, cuyo padre se suicidó en un lago por el que pasa a diario y a quien hasta su mamá ausente le roba. Como era de esperarse, no hay un gran final, pero el mensaje de seguir adelante a pesar de todo no parece del todo superfluo.  No lo recomendaría sin conocer a fondo a quien lo piensa leer—hace años perdí algunas amistades recomendado Saló. 

En fin. Este año lo voy a dejar sin promesas porque se siente mucha incertidumbre. Está el otro libro largo pendiente, y otro tanto de compras compulsivas acumuladas. Sin embargo, las otras ocupaciones están robando cada vez más de mi tiempo, y la posibilidad de quedarme para siempre en este archipiélago enrevesado me invita a entregarme del todo a su idioma. Ya veremos. 

Un feliz 2014 para todos, lleno de sorpresas placenteras.

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