domingo, julio 06, 2014

Lección de juegos

Algo que he aprendido de los juegos de mesa es que entre más larga sea una partida mayor debe ser la satisfacción que debe dar el simple hecho de jugar. No tiene mucho sentido pasarse horas fraguando estrategias, gastándole energía a la suerte y devanándose los sesos en decisiones difíciles a las que uno se ha sometido voluntariamente para que al final un simple marcador reduzca toda la experiencia a la frustración de varios y a la gloria de uno. Un juego largo debe proporcionar un sentido de realización durante el proceso en que cada jugador se enfrenta al problema y usa los recursos que tiene a disposición como mejor le parece. En lo posible, el juego debe dejar huellas para que luego se mire atrás y se entienda que tanto influyó el azar, como las decisiones dieron frutos más o menos provechosos, como podría hacerse mejor si existe una próxima vez. Eso, el éxito del juego está en que se quiera volver. Por supuesto que es ideal ganar, pero la victoria en un juego largo es efímera porque deja solos a los ganadores, tanto más si el hambre por vencer es más fuerte que el goce del juego. 

Es gracioso, pero es suficiente con que un juego dure un poco más de una hora para que empiece a parecerse a la vida misma.  

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