miércoles, diciembre 31, 2008

Jóvenes que prometen virginidad practican sexo tanto como los que olvidan la promesa

Esta entelequia del Tiempo del 30 de diciembre ofrece un broche de oro para este ano.

Primero, aclara de una vez por todas que la virginidad es algo que se promete, o sea, algo que se obliga a hacer, decir o dar. Esta cosificación es importante, puesto que la virginidad, en principio intangible (?), con el acto verbal de prometerla se hace canjeable, transable, se vuelve casi un bien externo.
Ahora luego, el titular va más allá y afirma que la promesa es inata, una condición pre-configurada en el hardware humano, ya que las conductas posibles respecto a la "promesa de virginidad" son cumplirla, no cumplirla u olvidarla. No se considera un escenario en el que la promesa nunca haya existido. como este escenario es totalmente factible, podría decirse entonces que existe cierto aire radical en el enunciado, conservador, que se cierra a ver la sociedad en monocromático.
Lo que el titular deja en un limbo, un tema de particular importancia, es si esta promesa es posible de ser hecha multiples veces por el mismo jóven. En otras palabras, si la virginidad es un constructo social más que una condición biológica. La palabra 'tanto' es ambigua en este sentido, porque al discriminar los dos grupos en torno a la promesa, deja abierta la posibilidad a que el grupo de los que prometen mantenga su población constante aún cuando falten a su promesa, pudiendo prometer de nuevo. Puede ser también, no un constructo social, sino un re-constructo quirurgico. Casos se han visto.

Feliz año para todos. Que cumplan sus promesas,

panÓptiko

P.D. Ahora que leí el artículo - basado en un paper de la revista Pediatrics -, encuentro esta última frase esclarecedora: "...casi todos los que prometieron virginidad consideran que ése fue un voto que no tenían obligatoriamente que cumplir".

Allá ustedes...

lunes, diciembre 29, 2008

No tengo sombrilla (傘がない、1972)


El sentir de una generación

"En las ciudades
los jóvenes
suicidas
están en aumento"
en el periódico
de esta mañana
en una rincón
apareció escrito.

Sin embargo
el problema es
la lluvia de hoy
no tengo sombrilla.

Debo ir
a encontrarte debo ir
a tu lugar debo ir
mojarme en la lluvia.

Un lluvia helada
hoy me cala el corazón
nada distinto a ti
puedo pensar
¿será
esto bueno?

En la televisión
sobre los problemas
del futuro
de nuestro país
alguien
con cara
seria
habla.

Sin embargo,
el problema es
la lluvia de hoy
no tengo sombrilla.

Debo ir
a encontrarte debo ir
a tu lugar debo ir
mojarme en la lluvia.

Un lluvia helada
hoy me cae en los ojos
nada distinto a ti
puedo pensar
¿será
esto bueno?

Debo ir
a encontrarte debo ir
a tu lugar debo ir
mojarme en la lluvia.

Debo ir
a encontrarte debo ir
a tu lugar debo ir
en medio de la lluvia.

Debo ir
a encontrarte debo ir
mojándome en la lluvia debo ir
no tengo sombrilla.


Versión unplugged - antes de que existieran los unpluggeds (todo un visionario, Yousui Inoue)

domingo, diciembre 28, 2008

Los adolescentes que no desayunan tienden a tener sexo más pronto

Está interesante noticia de la prensa japonesa es una gran oportunidad para entender la diferencia entre correlación y causalidad. No se trata de una enzima que generamos al desayunar que aplaca el ímpetu libidinoso de los jóvenes, ni de una afectación del ciclo hormonal - eso sería causalidad. Lo que dice el reportaje es que la gente que siempre desayuna en general lleva vidas más equilibradas, lo que los hace menos proclives a los desenfrenos - eso es una correlación.

Lo interesante es que al lector lo atrapa la causalidad - que es de humanos - mientras que aquello de la correlación puede que le tenga sin cuidado, sea menos llamativo, o que nunca lo entienda - lo que es de 'científicos'. Tal vez suene pedante, pero esto es un común denominador en la política, dónde seguro saldría alguien a resolver los problemas de sexualidad juvenil dando desayunos en los colegios.

Comiendo tres veces al día,

panÓptiko

martes, diciembre 23, 2008

Explosiones de medianía

Según un artículo en la revista Vida Más Inteligente, estamos entrando a una etapa en la que más y más gente consume bienes culturales considerados de mayor elaboración o calidad. Día a día es más común encontrar gente que igual escucha hip-hop como opera en sus ay-podos. Clubes de judocas que escuchan la versión en audio-libro del Ulises de Joyce. Pensaría uno que se tratan de cuestiones del primer mundo, pero en el artículo se mencionan los festivales Hay, y sus versiones en Cartagena, Nairobi y Beirut, así que en de alguna manera también toca a los países en desarrollo.

Otra cara, no incluida en el artículo, son las expresiones populares estilizadas, que incluso incluyen íconos de la cultura convencional. Como el vallenato de la Mona Lisa, o las letras elaboradas de Calle 13. El artículo de marras le da especial relevancia al acceso a la educación, pero parece dar por descontado el simple acceso a la información y a las tecnologías audio visuales. Un simple careo por you-tube podría ser bastante ilustrativo. El punto medieval de todo este asunto es que - como reconoce el articulista - el consumo no siempre implica mayor calidad, sino que se abren las puertas a una re-interpretación salvaje de los grandes hitos.



Hasta que la infraestructura que logró la modernidad se sature, la medianía reinará.

miércoles, diciembre 17, 2008

Tiempo para re-sorprenderse



Además de caer en cuenta sobre que montón de cosas ha logrado la humanidad, también vendría bien replantearse que nos hace falta y que no.

panÓptiko

domingo, diciembre 14, 2008

La delgada línea de pelo

El postre

El estudio no es algo que esté hecho para los humanos. Lo académico es la ilusión de una humanidad que no somos. Perdón por ser tan categórico pero se me hace que un poco de sinceridad cruda hace falta en este tema. Las pruebas están en cualquier lado, pero son más fáciles de apreciar en el primer mundo. Gracias a la tecnología, a una mayor cantidad de gente nos es posible acceder a las charlas que los grandes profesores dan en las más renombradas instituciones, y se da uno cuenta de que son charlas cortas, llenas de animosidades al rededor de unos pocos puntos claves. Los extensos papers, los libros, las hojas de cálculo, todos quedan a un lado para el examen personal, si es que las muchas obligaciones dejan tiempo para ello. Y aún así, si se molesta uno en observar el público en medio de una explicación, es fácil ver cuanta gente está desconectada, escribiendo algo más, o con la mirada perdida. Según las habilidades del expositor, la atención dura entre unos segundos y algunos minutos. Luego empieza uno a rascase la cabeza, otro se saca algo de la orejas, aqueste se urga la nariz, cuando no es que una ola de sueño empieza a barrer el recinto. En las conferencias, los optimismistas nos turnamos el podio para que todos tengan su merecido descanzo y, durante la merienda, el almuerzo o la cena, compartimos impresiones sobre el título de las presentaciones de los demás, y se estrechan relaciones para trabajos conjuntos que luego justificaran el sueldo y uno que otro viaje adicional. Una delgada línea de pelo nos separa del animal interno, que no se hace esperar cuando las cosas se ponen ligeramente densas, porque cada académico con su trabajo es como un poeta del montón pero sin siquiera la básica rima consonante. Prohibitivamente íntimos e inescrutables. Por eso los mejores académicos son los que no se toman muy en serio y se preocupan más por la humanidad del resto de los mortales que lo acompañan. En últimas eso es lo que queda al final del día.

Los postres en Malasia son muy ricos.

panÓptiko

martes, diciembre 09, 2008

Un bonito pensamiento

Una mujer feliz durante el festival Tanabata

Mi estimada amiga Chen regresó a su natal China después de acabar su doctorado en la facultad de ingeniería ahora en noviembre. Luego de intentar varias veces salir a comer antes de su regreso, nos tocó conformarnos con un café y unas galletas en el comedor de la universidad. Chen sólo vino por un año para terminar su disertación sobre consumos energéticos en diseño arquitectónico, y ese tiempo vivió en un apartamento de las residencias universitarias, justo encima del mío. De ahí que yo supiera cuando entraba o salía y, luego de coincidir varia veces en el transporte público, terminara por invitarla a salir a comer. Tomando el café recordamos todas esas cosas, charlamos también del futuro y de los planes de cada uno. Antes de separarnos, le pregunté porque había estado tan ocupada en esos últimos días en Japón. Me contestó que había tenido que ir a Tokio, a una fiesta donde le presentaron a un premio Nobel. ¡Un premio Nobel! Wow, ¿Nobel en qué? Le pregunté. Ella dudó. En el Nobel de nuestro campo, dijo aún pensativa. ¿El de física? ¿O quizá el de química? Este año hubo laureados japoneses en ambas ramas, así que era bastante posible. ¡No, no! El otro, el de nuestra rama... pensamos juntos, pero a mí no se me ocurría nada... El del año pasado, el de Paz, por fin dijo con una sonrisa. Se refería al IPCC y el trabajo en cambio climático. Comentamos un poco la experiencia y al rato nos depedimos, por quién sabe cuanto tiempo. Algún día querría agradecerle la buena energía que me dejó.

Papa's podri'an perder a sus hijos por dejar que se quemen con po'lvora

Claro, depende de la gravedad de la quemadura.

sábado, diciembre 06, 2008

Malayos (I)

Estornudo

Esta mañana tome un taxi hasta el instituto donde asisto a una conferencia internacional en Kuala Lumpur. El conductor era un sujeto de mediana edad, hindi, de bigote espeso y punto rojo en la frente. Mientras intentaba entender el mapa que había garrapateado en una hoja del hotel, me fijé en una calcomanía en la ventana del pasajero. En ella aparecía el símbolo global del prohibido junto a las siluetas de las caras de un hombre y una mujer. Al lado una leyenda en lo que debía ser malayo. Le pregunté lo que significaba y el emprendió a quejarse de los jóvenes estudiantes de hoy en día, que se suben a su taxi a darse besos, lo cual le molesta en alto grado. Yo le sonrío y me doy vuelta para ver una vez más las grandes torres mientras salimos de la zona de Ampang. Unos minutos después, ya detenidos en la congestión de la mañana, me pregunta por mi país de origen, por mis planes en la ciudad y mi fecha de regreso. Después de negarme a utilizar sus servicios para volver al aeropuerto, alabo la belleza de la ciudad esperando cambiar el tema y relajar el ambiente. El taxista coincide con mi opinión, especialmente en lo que respecta a las mujeres. Una vez, me dice, un pasajero árabe le pidió que le consiguiera tres mujeres, una malaya, una china y una hindi, sin importar el precio. El hombre hizo su tarea y al llevar de vuelta a la mujer hindi le preguntó por el cliente, a lo que, acto seguido, señaló una parte de su antebrazo cercana al codo, muerto de risa. Se detuvo tres cuadras antes de mi destino porque la vía estaba en obra, agradeció mi conversación, que de seguro le traería buena suerte por ser el primer pasajero de la mañana, y me cobró el triple de lo que me habían cobrado el día anterior. Miré el taximetro por segunda vez en la carrera - me había fijado de que lo prendiera - y le alargué todo mi dinero. No vio problema a que faltara unos ringgits y siguió contento su camino. Yo me apresuré entre el tráfico, la nueva autopista en construcción y el calor húmedo de cada día. Apretando en el otro bolsillo el resto de todo mi dinero me pregunté donde estaba el truco.

panÓptiko