sábado, diciembre 06, 2008

Malayos (I)

Estornudo

Esta mañana tome un taxi hasta el instituto donde asisto a una conferencia internacional en Kuala Lumpur. El conductor era un sujeto de mediana edad, hindi, de bigote espeso y punto rojo en la frente. Mientras intentaba entender el mapa que había garrapateado en una hoja del hotel, me fijé en una calcomanía en la ventana del pasajero. En ella aparecía el símbolo global del prohibido junto a las siluetas de las caras de un hombre y una mujer. Al lado una leyenda en lo que debía ser malayo. Le pregunté lo que significaba y el emprendió a quejarse de los jóvenes estudiantes de hoy en día, que se suben a su taxi a darse besos, lo cual le molesta en alto grado. Yo le sonrío y me doy vuelta para ver una vez más las grandes torres mientras salimos de la zona de Ampang. Unos minutos después, ya detenidos en la congestión de la mañana, me pregunta por mi país de origen, por mis planes en la ciudad y mi fecha de regreso. Después de negarme a utilizar sus servicios para volver al aeropuerto, alabo la belleza de la ciudad esperando cambiar el tema y relajar el ambiente. El taxista coincide con mi opinión, especialmente en lo que respecta a las mujeres. Una vez, me dice, un pasajero árabe le pidió que le consiguiera tres mujeres, una malaya, una china y una hindi, sin importar el precio. El hombre hizo su tarea y al llevar de vuelta a la mujer hindi le preguntó por el cliente, a lo que, acto seguido, señaló una parte de su antebrazo cercana al codo, muerto de risa. Se detuvo tres cuadras antes de mi destino porque la vía estaba en obra, agradeció mi conversación, que de seguro le traería buena suerte por ser el primer pasajero de la mañana, y me cobró el triple de lo que me habían cobrado el día anterior. Miré el taximetro por segunda vez en la carrera - me había fijado de que lo prendiera - y le alargué todo mi dinero. No vio problema a que faltara unos ringgits y siguió contento su camino. Yo me apresuré entre el tráfico, la nueva autopista en construcción y el calor húmedo de cada día. Apretando en el otro bolsillo el resto de todo mi dinero me pregunté donde estaba el truco.

panÓptiko

2 comentarios:

eureka dijo...

menos mal no acordó con el taxista para que lo llevara al aeropuerto.

Miguel P dijo...

O para que le mostrara lo que llaman "The scenic route" ;)