sábado, julio 31, 2010

¿Amenaza externa?

Tal vez ya conozcan este mapa, o alguna de su varias versiones. Lo importante son los puntos blancos, los cuales indican la intensidad en el uso de energía, o para ponerlo en términos más románticos, como se ve el mundo de noche desde el cielo.

La verdad de a puño que se desprende de este paisaje es que somos un potrero. Como si la naturaleza nos hubiese acorralado, somos unos cuantos puntos en la espesura. Es más, casi casi que somos nada más que cordillera, único refugio contra las enfermedades miserables que aún no somos capaces de acabar.

En este mapa trazar con la mente los límites con nuestros vecinos es un ejercicio vano. Sin puntos de referencia no hay como saber por donde ir trazando. Pero el mapa revela una realidad más crítica: tampoco parece haber nadie a quién preguntarle. Si a usted lo botan en un punto X de Europa las probabilidades de que se cruce con alguien que le diga donde anda son muchísimo más altas que en nuestro vecindario. Si entendemos por política, un arte irremediablemente inter-subjetivo, entonces nuestros mapas políticos no son más que una ficción. Pascual Gaviria nos recuerda esta semana como son de caprichosos los ríos de los llanos orientales. Así de caprichosas son las fronteras sin estrenar de nuestro enorme terruño.

Pero, claro está, nadie es consciente de ello. Las fronteras nos importan un pito. Primero conocemos Estados Unidos o Europa que el Vichada o el Guainía. De hecho, hasta debe salir más barato ir a Miami que a Puerto Inírida; y seguramente es más interesante, lo admito, mi intención no es moralina.

Lo que me molesta es la ligereza con la que se quiere usar en nuestro contexto la amenaza externa para modificar las preferencias electorales, infundir miedo para garantizar el apoyo. No puedo imaginar como sería un conflicto entre potreros. ¿Cuáles serían los objetivos? Sin densidad, ni infraestructura relevante, con los centros de poder tan alejados, y tan parecidos unos con otros, todo este alboroto no tiene ningún sentido.

Me temo que primero se muren de leishmaniasis los pobres soldados.