jueves, marzo 15, 2007

El OGIO (Paila, chino, no tengo)

"El 'no' no es contradicción, es complemento, generalización"
en alguna parte de la Filosofía del No (creo)
Gaston Bachelard

Para esa ocasión especial, nada mejor que un vaso de lavaza
en sus dos presentaciones: amarilla y negra


Llevaba casi tres semanas dedicado exclusivamente a escribir un ensayo sobre la epistemología de Gaston Bachelard, cuando llegó un correo electrónico fatídico: unas conferencias a las que había estado asistiendo el semestre que termina, resultaron requerir un reporte para obtener los créditos respectivos. Según decía el correo, era una cuestión voluntaria, pero como eran conferencias de mi área la "voluntariedad" estaba en entredicho.

Intenté argumentar que el lapso propuesto era muy corto para escribir algo, a ver si lograba esquivar el asunto y seguir en mi oficio, pero recibí como respuesta cinco días mas de plazo.

Resultado, llevo tres días en el limbo. Fue muy duro meterme en el viaje mental del viejo Bachelard para que me sacaran a las malas. Estaba lleno de cosas en si mismas, fenómenos, racionalismos experimentados, "no"s que no expresan contradicciones, dialectizaciones horizontales, verticales, patas arriba...

Entonces me siento a ver los artículos sobre los que debería trabajar y las letras resbalan por mi cerebro. Paso largas horas viéndolas, de todas maneras. Las letras también pueden ser imágenes, y uno puede encontrar figuras en su dispersión, como en las nubes. Fui a tomarme un café, comerme una dona y leer un rato, para que minutos mas tarde anunciaran que se habían acabado las donas y que tenían que cerrar. Camine de vuelta a casa y en el cruce del tren tuve que detenerme a que pasara. A lo lejos se veía venir, lento. Empezó a tardarse más de lo normal, lo que ya es en sí una eternidad. Note como iba reduciendo la velocidad a la que se acercaba, como si fuera adrede, hasta quedar detenido unos metros antes de donde yo esperaba. El conductor se bajó tranquilo con sus paquetes y se devolvió caminando por donde había venido. Me pareció que le quedó bien parqueado.

Al otro día tomé un bus a la universidad. Lo habitual. El conductor siguió todas las normas de etiqueta del conducir de ciudad intermedia: saludar a los otros conductores, hacer los anuncios de las paradas y pedir la vía amablemente. Pero un automóvil no vio este último y algo se transformó en el conductor: empezó a andar más rápido, por el carril que no le correspondía, pasó un semáforo en amarillo y cerró al carro en cuestión. Tal vez la gente no se percató del asunto – o tal vez si, ¿qué sabe uno que piensa la gente? – porque la cosa fue pasar de los 40 km/h a los vertiginosos 60, pero para alguien como yo, sensible a la semántica vial de nuestras calles y carreras (si, si, si, y diagonales, transversales, autopistas, etc.) fue todo un acontecimiento.

Esa noche, es decir anoche, tuve uno de los sueños más sorprendentes que haya tenido al sol de hoy: soñé que era el cambio y no la cosa en sí. ¿Cuál cosa? No lo se, pero había logrado dejar de serla para pasar a entender el movimiento, la dinámica. Indescriptible el sentimiento al levantarme.

Me senté de nuevo frente a mi trabajo y nada. Bloqueo total. Lo trágico es que el sentido de obligación no me permite hacer nada más. Ojo que hacer no se refiere a pensar. Los pensamientos se concentran es en lo que estoy dejando de hacer, eso que nos tortura más pérfidamente.

Me permití contestar un mail en el que me preguntaban por las cosas que se pueden hacer en Colombia y no en Japón. Me centré especialmente en los olores a excrementos de distintos animales que se pueden sentir por la calle. Hace ya varios meses me sorprendió el olor a heces de caballo en una avenida pero, aunque me tomé mi tiempo en inspeccionar el lugar, no habían tales. También vi mojones de perro una tarde en una calle, pero no me detuve a oler (tampoco estoy tan mal). Admito que los perros de una casa del vecindario donde vivo si huelen a orines, así como Tokyo al amanecer.

De nuevo me aburrí. Salí al cetro a almorzar y en el camino al restaurante un japonés horroroso - con esto me refiero en particular a su peluqueado estrambótico y sus cejas vulgarmente depiladas (si, no sobra el adjetivo, depiladas no es suficiente) - me detuvo, y empezó a decirme que venía de una feria en un parque cercano, me pasó un llavero, una carterita y un cd, diciendo que el llavero era fino, que tenia un precio en el mercado de 3500 yenes, pero que hoy estaba vendiendo todo en sólo 1500 yenes!!!!!!! (Todo en japonés, y en Japón, por si las dudas)

Mirando lo anterior con detenimiento, desde la perspectiva que me permite la memoria de todos esos momentos fugaces (¿será que hay alguno que no lo sea?), he llegado a la conclusión de que son suficientes para enloquecerse. Pero el hecho de no estarlo - ¿qué loco dice que lo está? - debía ser motivo suficiente de regocijo, para aprender a dar una pausa a las cosas cuando te oprimen sin sentido. Así que decidí dejarme escribirles lo sucedido, otra de las cosas que no pasaban desde que Bachelard entro a mi vida, hasta que llegaron seis ancianas en kimono al Starbucks de la puerta oriental de la estación y me sacaron de mi mesa para poder sentarse cómodamente.

Sigo sin idea de que decir sobre la situación de las comunidades receptoras de refugiados en el norte de Tanzania, el papel que desempeña el programa para el desarrollo de las naciones unidas en ello, y su relación con el concepto de la seguridad humana, pero me siento tranquilo mientras escribo, subo y contemplo este post.

No estando loco,

panÓptiko

4 comentarios:

Anónimo dijo...

panÓptiko,

Seguí su sugerencia de pasarme por su blog. La entrada está divertidísima.

¿Qué anda haciendo en Tokyo? ¿Cuánto lleva allá? ¿Cuánto más se queda?

Saludos,
DV

PD. Siga escribiendo que está genial lo que escribe. O bueno, me imagino que eso es algo que no se le dice a alguien que ya tiene un blog. Una mejor recomendación es "Daniel, siga pasándose por el blog".

panÓptiko dijo...

Daniel:

Bueno, vivo en Sendai, a unos 300 km al norte de Tokyo. Ya voy a cumplir un año, estudio una maestría en Seguridad Humana y, como espero pasar al doctorado, me quedan 4 años más.

Gracias por sus comentarios. Si quiere le paso el documento de Bachelard. Me gustaría saber más de matemáticas. Estoy en proceso de escribir un post sobre un libro que sin falta debería leer.

Estamos en contacto,

P.D. Está bien que use el correo electrónico que tiene en su página de internet?

Anónimo dijo...

Saber que uno deberia estar loco, pero por alguna razón, no lo está.

Es una buena razón para sentirse bien.

Carlos Obregón dijo...

¡Oscarín! ¿Debería ponerme celoso? Bachelard parece un tipo interesante. Todo lo que escribes de corazón es interesante. Yo no sé nada de matemáticas pero me encanta intentarlo. ¡Yo quiero el dichoso documento de Bachelard!

Además me encanta saber que en las trivialidades de mi vida encuentras una fuga de tus demonios. ¿Podríamos intentar cambiar papeles?

Pulso.