lunes, julio 04, 2011

Lo que importa



Mujeres decoran el pastel

Tres semanas sin escribir... pero esta vez tengo una buena excusa.

Movido por los comentarios que ha suscitado la publicación por estos días del último trabajo del filósofo inglés Derek Parfit, me decidí a dedicar mis escasos ratos libres a leer los tres tomos de su obra. Esta no es una decisión que pueda tomarse a la ligera, porque son casi tres mil páginas de reflexiones sobre ética que no siempre fluyen de manera clara—aunque, si me permiten, son más accesibles que Proust o que Joyce.

El razón de mi interés es que el hombre defiende una postura consecuencialista—es decir, que decidimos nuestro accionar de acuerdo a las consecuencias de lo que hagamos—la cuál se ajusta a mis investigaciones sobre el concepto amplio de seguridad. Versiones reducidas de estas teorías, tales como el hedonismo o el utilitarismo, son bien conocidas y repudiadas por amplios sectores intelectuales. En su primer libro, Razones y Personas (1986) Parfit se toma mil páginas para mostrar como estas versiones no son sostenibles, y sentar las bases para un teoría más robusta. Los dos tomos públicados recién, titulados 'Sobre lo que importa', prometen desarrollar la teoría que previó casi treinta años antes, y mostrar al mismo tiempo como las otras tradicionales teorías éticas—deontología y contractualismo—tienen que ceder espacio a la vilipendiada evaluación de consecuencias.

En este momento voy en la página 497 del primer libro, y la experiencia ha sido muy intensa. A Parfit le debo, por ejemplo, que haya quedado satisfecho dando respuesta al dilema que enfrentó Charles Bronson cuando interpretó aquel papel de mecánico. Puede parecer trivial, pero la vida real muchas veces exige hacer cuentas antes de actuar, y negarlo es dejar decisiones importantes al garete. Ese es el meollo de la seguridad: unas cuentas muy complicadas de hacer que, por lo mismo, nadie quiere hacer y, en consecuencia, resultan echas casi accidentalmente.

Sin embargo, se corre el riesgo de tomarse muy a pecho las cosas, de no dejar dormir a la familia con discusiones complicadas que ni uno está seguro de entender. Afortunadamente, la vida real esta llena de polos a tierra. Mientras rumiaba el fin de semana la sección sobre la irrelevancia de la identidad personal, una visión me recordó con violencia lo mundano de lo que importa. La mirada perdida en el ventanal del café, Parfit intentaba mostrar lo insostenible del Ego Cartesiano, lo que subyace al celebérrimo 'Pienso luego existo', y que justifica en parte la existencia del alma, encumbrando la identidad más allá del cuerpo. Sin entrar en mayores detalles, Parfit charlaba sobre como podemos los humanos sobrevivir aún si nuestro cerebro es dividido, y cómo al hacerlo tenemos dos conciencias separadas. Muchas páginas se siguen imaginando experimentos cerebrales, que incluyen trasplantes y teletransportaciones, que apuntan a lo superfluo de la idea cartesiana de la identidad. Los ejemplos daban vueltas en la cabeza cuando un hombre calvo, de gafa marco oscuro y candado oriental, acompañado de su esposa entrada en carnes y sus dos hijitaas, pasó de un lado a otro, llevando a la espalda aquella sentencia fulminante de camiseta dominguera: 'compro luego existo'.

No lo sé, pero me temo que ni las otras dos mil quinientas páginas van a poder hacer algo al respecto.


1 comentario:

eureka dijo...

oiga parce que buen escrito, me hizo reír mucho, aunque la cita es seria, no puede negar que el contrste que plantea no permite alejarlo de lo risible.

Saludos