martes, abril 17, 2007

Un País Estrecho

Cerezo nocturno en el Parque de Occidente

Hace unos días viajaba con un amigo japones hacia su casa en el pueblito cercano de Iwanuma, cuando me notó distraido con el paisaje. Al contrario de lo que muchos piensan, no todo Japón es una masa urbana informe, y en el camino podían verse pequeñas casas en medio de medianos campos de cultivo, separadas unas de otras quizá trescientos metros. "Muy útil vivir en una de esas casas, se puede hacer ruido y no se molesta a los vecinos" comentó mi amigo, y mientras nos reímos alcance a pensar en que yo hubiera dicho lo mismo, en esas cosas que compartimos los citadinos a pesar de nuestro origen. "El problema es que la gente se muere y nadie se da cuenta".

Esto último también pasa en nuestras realidades pero de seguro con menos frecuencia que en estas tierras. Sin lugar a dudas el perfil demográfico influye fuertemente, aún también la prolijidad en el trato y el "respeto" a la individualidad tienen un papel dentro del fenómeno. El control sobre la manera en que los individuos se comportan dentro de la sociedad japonesa recae principalmente en el grupo al que pertenezcan, donde esa individualidad es casi inexistente, moldeada a conveniencia del grupo. Pero si el grupo en una evolución consecuente concluye que tener el pelo morado - por decir algo - no tiene ningún inconveniente, pues este se verá rondar por la calles sin el menor viso de vergüenza. Así que si uno decide desaparecer del mundo y no salir de la casa, o salir y no hablar con nadie, la gente al rededor supone que esos son los códigos del grupo en el que se desenvuelve, por lo cual no tiene sentido cuestionarlo.

Lo que no deja de sorprenderme - aunque no es que lo de arriba no me sorprenda, mas bien creo que ahora me maravilla - son las locuras que pueden estar asociadas al modelo. Hace unas semanas encontraron los cuerpos de cinco miembros de una familia en una casa en la prefectura de Fukuoka, Kyushu. Los exámenes de ADN fueron los que permitieron determinar el parentesco, ya que todo parece indicar que son mas de tres los anos que llevan descomponiéndose juntos, aunque no se sabe bien la fecha, el orden, ni las circunstancias. Los cadáaveres corresponden a los padres, nacidos en 1908 y 1915, y tres de sus hijos, nacidos en 1942, 1944 y 1951. Otros tres hijos de la pareja, encontrados durante la investigación, sugirieron a las autoridades que las cinco muertes fueron por causas naturales. Al preguntar porque los cuerpos no habían sido apropiadamente dispuestos, argumentaron creer que la gente resucita después de muerta.

Al pendiente de las "autoridades",

panÓptiko

3 comentarios:

Anónimo dijo...

MMCUENCA: extraño lo de la creencia de la resurrecciòn. Espero que todo vaya bien por alla, yo por ahora, visitando tu blog y leyendo algunas cositas. Un abrazo, luego te mando un mensajito para que oigas chismesillos de este lado del charco.

Anónimo dijo...

buenísimo el post... que historia tan espeluznante. Chévere ver como se respeta la individualidad (al menos fuera del grupo), aquí eso me gustaría, sería una buena forma de eviatar comentarios y habladurías de sobre otras personas. aunque no acostumbro hablar de los demás, a veces e necesario aguantar que alguien hable de los otros y eso me irrita mucho.

Carlos Obregón dijo...

A mi en lo personal me parece algo espeluznante, pero es probable que sea por la tradición que me rodea. Mis amigos siempre me reclaman, cuando me pierdo por algún tiempo, eso de "me pudo haber pasado algo grave y usted ni se hubiera enterado"

Como raro, los extremos pueden ser perjudiciales y en un lado está Japón (y tal vez oriente) y en el otro lado está Colombia (y tal latinoamérica)