jueves, febrero 27, 2025
El placer de la lectura
martes, diciembre 31, 2024
Lecturas del 2024
Hola blog. ¿O debería llamarte sitio web para las lecturas del año?
Al fin un año de relativa tranquilidad. A pesar de las constantes malas noticias desde Ucrania y Palestina, la pandemia desapareción casi del todo y, aunque hubo varios viajes, casi todos fueron relativamente cortos. El trabajo estuvo particularmente estresante: por primera vez en mi vida profesional, me salí de casillas en una reunión. Pero, como siempre, las lecturas estuvieron ahí para darme sosiego.
Visto en perspectiva, el año de lecturas estubo regular. Muchos libros largos, no todos justificados en su extensión. El más largo de todos, Los Libros de Jacob de Olga Tocarkzuk, tocó arrastrarlo hasta el final a las malas y en esas se comió casi medio año. La supuesta obra maestra de la Nobel de literatura de 2018, es la historia de un pastor que fundó y mantuvo una secta herética en el este de Europa en el siglo XVIII. Basada en la vida real, son más de mil páginas de intrigas y desvaríos religiosos, incluyendo orgías y otras prácticas esenciales para una sana vida espiritual. En algún episodio de "Tercera Vuelta", Alejandro Gaviria advirtió que el libro no estaba bueno, pero no soy de los que dejan los libros de ficción sin terminar. Un detalle que lo salva: los números de páginas van en cuenta regresiva. Eso amerita el Nobel.
El mejor libro del año fue, sin lugar a dudas, El verano que no florecieron los girasoles de Shusuke Michio. Es una historia de suspenso sobre el supuesto suicidio de un niño de primaria accidentalmente encontrado por un compañero de clase. La inmediata reencarnación del niño en una araña que se comunica con su compañero para vengar su muerte resulta en una aventura llena de peligros mientras exploran el lado oscuro de los posibles asesinos y el ambiente complicado de los hogares de los niños. Una historia súper loca pero atrapante con un desenlace sorpresivo. Una lástima que no haya traducción al español. Ojalá pronto.
En segundo lugar vale la pena mencionar Nuestra parte de noche de Mariana Enriquez. Ya había leído con mucho placer sus cuentos y quería más, pero me topé con la novela en alguna librería y la compré. Desde que tengo memoria, me han gustado las historias de terror, pero siento que funcionan mejor como cuentos que como novelas, pues es difícil mantener la tensión por largo tiempo. Fue una gran sorpresa que Mariana lo logre. La historia va de la traumática relación entre un padre y su hijo intentando escapar de una secta diabólica para la cual el padre trabaja como médium, un poder que se supone hereditario. La novela cubre diferentes momentos de la secta y sus personajes por treinta años, durante los cuales la relación con el poder oscuro y sus vidas va evolucionando a la par del contexto histórico. La autora se vale de la trágica historia de las desapariciones forzadas durante la dictadura argentina para acompasar la novela en la realidad. Incluye también mención de Omaira y la tragedia de Armero, lo cual me llegó al alma. Este recurso de dar explicaciones fantásticas a la tragedia real me pareció riesgoso pero prometedor. Recomendado.
El año empezó con Antes de que se enfríe el café de Toshikazu Kawaguchi. Son cuatro historias sobre un café particular en la que los clientes tienen una única oportunidad de viajar en el tiempo por el tiempo que el tinto siga caliente. Las historias son entretenidas y la formula fue tan exitosa que el autor escribió varias secuelas. Veo que existen traducciones al español. Bueno para pasar el rato.
Leí los dos tomos de Kokun de Naoho Uehashi. Es una historia de fantasía de un mundo en el que sacerdotizas con un poder extraordinario del olfato están en el corazón de su estructura política. El imperio gobierna las diferentes regiones a través de la agricultura: las sacerdotizas han logrado desarrollar una variedad de arroz prolífico con el que se alimenta toda la población, cuyas semillas solo ellas saben como producir. El cultivo del arroz requiere unos cuidados especiales las cuales, si no son mantenidos, resultan en la apareción de plagas que pueden esparcirse por todo el imperio. El libro trata de una emergencia por una nueva plaga y la lucha contra ella a pesar de las intrigas políticas. ¿Complicado? ¿Un poco reforzado? Tal vez. Pero no está mal.
Dos libros de cuentos: Pájaros en la boca y otros cuentos de Samanta Schweblin y Volver a comer del árbol de la ciencia de Juan Cárdenas. El primero vino muy recomendado, ofreciendo algo similar a lo Mariana Enriquez. Los cuentos no están mal, pero me quedo con Mariana. El otro llegó por una lista publicada hace un par de años sobre literaturea latinoamericana. Más bien regular, con algunas chispas, pero nada muy relevante. Creo que con este libro dejo de creer en las listas preparadas por literatos que no conozco.
H. me recomendó que leyera Hoy es un gran día de Maha Harada. Es la historia de una nasciente escritora de discursos y las particularidades de su oficio. Me gusta sacarle tiempo a leer lo que la gente que me rodea considera meritorio, así me tenga sin cuidado. Estas lecturas tienen una función social de conocer mejor a los demás, y aflojar un poco el ego. El libro algo enseña, aunque todo muy predecible.
De una manera similar llegó El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura. Claro que, en este caso, no recuerdo quien o cuando fue que me lo recomendaron. Esta es una historia novelada del exilio del Trosky, de su asesino español, y de un escritor cubano que tropezó con esta historia y la escribió hasta dónde la decrepitud de su país lo dejó. El libro llevaba varios años en la biblioteca y, falto de espacio y sin ningún viaje largo en el horizonte, lo cogí casi al azar. El libro es más que nada una denuncia del régimen soviético y de la miseria cubana, dos cosas sobre las cuales no tengo interés. El libro también cubre algo de la guerra civil española, de la que no se nada, y sobre lo que el libro fue informativo. Cuándo lo compré no era consiente de que iba, o no lo habría comprado. Lo leí de afán, pero está bien escrito, sin abusar del lirismo, lo que ayuda. El cierre de la historia está chévere y seguro que en algún otra momento de mi vida hubiera sido mejor valorado.
En otros temas, los juegos de mesa se han ido recuperando de a poco con compañeros de trabajo. Este año jugué la segunda parte de Zelda pero me aburrí antes de acabarlo. El mejor anime del año fue el del invierno, Frieren y Los diarios de la boticaria. Dandadan también estuvo eróticamente bien.
Hay una pila grande de libros en español esperando el 2025. La de japonés no es tan grande pero creo que voy a seguir intentando leer uno y uno. La lista de libros que quiero comprar en Amazon ha crecido sustancialmente porque me he vuelto más juicioso en anotar lo que las personas recomendan. Sin embargo, la caida del yen han hecho de comprar libros físicos un lujo casi prohibitivo. Se prevé el regreso del Kindle y la levedad de la lectura digital.
¡Los mejores deseos para el nuevo año!
domingo, diciembre 31, 2023
Lecturas del 2023 (primer intento)
Hola, blog. ¡Tanto tiempo! Otro año de lecturas para compartir. En esta ocasión, sin embargo, debo advertir que no estoy tan seguro de que esté reseñando todo lo que leí en el año, por varias razones. Este año pasamos casi seis meses fuera de casa, así que dejamos libros terminados por el camino, de los cuales puede que no haya dejado registro. Nos mudamos el año antepasado y antes de salir de viaje no estaba todo ordenado, así que el espacio para guardar los libros del año todavía no estaba bien definido. Es decir que, como el año pasado, puede que luego me encuentre por ahí libros que leí y olvidé. También, como tal vez sepan, ya no guardo sino que regalo los libros leídos, aunque intento no hacerlo hasta no haberlos registrado acá. Pero como el lugar de los libros del año no estaba definido, puede que haya regalado alguno de los del 2023.
En fin, la vejez.
El mejor libro del año fue uno del que puedo decir poco: El Castillo Solitario en el Espejo de Mizuki Tsujimura. Se supone que es una novela ligera de fantasía para adolescentes sobre jovenes que no pueden ir al colegio, quienes son reunidos en un enigmático castillo que está del otro lado de un espejo. El castillo les pone un acertijo para concederle a alguien un deseo, pero solo tienen un año para descifrarlo. Después de posicionar la historia, el libro se pone un poco tedioso pues no pasa mucho, pero cuando se acerca al final, empiezan a desenredarse los nudos de una forma maravillosa. El libro termina con uno de los giros más geniales que he leído en mucho tiempo, pero el cual no puedo comentar sin tirarme la historia. Hicieron una serie animada de Netflix del libro, pero la verdad dudo que logre el climax que consigue el libro. Este libro fue una recomendación @kaya5678, una amiga de los juegos de mesa. Muy agradecido.
Muy cercano a mejor del año fue Out de Natsuo Kirino. Esta es una novel gore y decadente sobre cuatro mujeres de los bajos estratos de la sociedad japonesa que trabajan en una fábrica de almuerzos por las noches. Una serie de sucesos infortunados termina enredándolas en un crimen que las va consumiendo hasta sus inevitables consecuencias. Este es un libro difícil de clasificar. Tiene sus tonos de novela negra pero no lo es. También es crítica social, pero no es su corazón. Tal vez thriller psicológico sea lo que se acerque más. En todo caso es super apasionante y casi que no la puedo soltar. Hubo hace años una traducción al español, pero no se si se consigue.
jueves, diciembre 28, 2023
P.D., 2022
domingo, enero 01, 2023
Lecturas del 2022
Señoras y señores, buenas noches. Otro año que se va, aún un poco enredado con “la nueva normalidad” que no deja de extrañar. Solo hasta octubre dejó Japón las restricciones de frontera, que hacían difícil planear viajes. La situación de nuestro hogar se ha ido normalizando poco a poco y ya empezamos a hacer planes a largo plazo de nuevo. Por otro lado, la situación en Ucrania no deja de ser una fuente constante de desasosiego e impotencia, con importantes consecuencias para el futuro.
Como pueden apreciar, fue un año inusual para las lecturas. ¡Solo un libro en español! ¿Un cambio estructural? No lo sé, no lo creo, pero quién sabe. Por lo pronto, el reporte.
Varios factores contribuyeron a este resultado. Primero, el libro en español que había elegido para empezar el año, no me cogió pero tampoco estaba tan malo cómo para dejarlo. Por los huecos se fueron colando las otras lecturas, que por ser en japonés no parecían ser amenazadoras, pero que en últimas se apropiaron del espectro. Aún me propongo terminar dicho libro, así que no revelo su identidad por ahora.
Otro factor fue la no ficción. Para ser más específicos, las más de mil páginas de la historia de la Ilustración, que disfruté durante casi todo el primer semestre. El libro, escrito por Ritchie Robertson, va muy recomendado.
El último factor es la combinación de placer y dolor que me produce leer en japonés. Como creo haber descrito antes, no deja de fascinarme el sentarme ante un texto escrito en ideogramas y poder entenderlo. Imagino que lo mismo sentimos todos al empezar a leer cuando niños, pero pronto se vuelve un suceso corriente. Para mí, no ha dejado de serlo. Sin embargo, aún estoy lejos de poder leer con la fluidez con puedo hacerlo en español o en inglés, así que es un proceso aún lento que no me permite leer más.
En fin, el mejor libro del año fue el último que leí: Eugenia de Riku Onda. Cuenta la historia de un crimen atroz sucedido varias décadas atrás, que alguien está intentando investigar entrevistando de nuevo a los involucrados. La historia en sí tiene sus debilidades, pero la manera en que la historia toma forma a través de las historias vistas desde diferentes puntos de vista está muy bien lograda. El libro gira alrededor de la ominosa presencia de una niña ciega, que crea una tensión constante a lo largo del libro y llega, en mi opinión, a un desenlace satisfactorio. Lamentablemente, el libro no parece haber sido traducido al español, pero hay ediciones en inglés y francés.
Este libro, cómo casi todos los demás, lo encontré buscando las novedades traducidas recientemente al inglés. Esto porque los libros que recomienda H—quien desde el año pasado lee a un ritmo desaforado—nunca terminan por gustarme mucho. Ese fue el caso de Kuchu buranko, traducido Trapecistas Voladores, de Hideo Okuda. El libro es un conjunto de historias de un particular médico psiquiatra y sus métodos poco convencionales. Entretenido.
De Yoko Ogawa había leído el libro sobre matemáticas que encontré traducido en una librería de la UNAM. No me gustó mucho, pero como parece ser bien conocida, decidí intentar algo diferente. Empecé con un libro de cuentos ligeramente entrelazados con un título que traduce “Cadaver taciturno, funeral obsceno”. Estuvo chévere, así que seguí con la novela “La Policía de la Memoria”, que también estuvo buena. Esta última, la historia distópica de una isla dónde la policía puede eliminar los recuerdos, fue publicada en español el año pasado.
Heaven de Mieko Kawakami fue nominada al premio Bookers del año pasado. Es la cruda historia de bulling en el colegio. Fue un poco demasiado explícita en un tema en el que no lo soporto—i.e., niños—pero no estuvo mal. El final no me convenció. Leí otra novela corta de ella, “Pechos y huevo”, pero no me gustó.
El Ladrón de Fuminori Nakamura estuvo entretenido. Sin ser muy pretencioso, ofrece una fantástica historia de raterismo en Japón—es decir, ficción verdaderamente ficticia—parcialmente inspirada en el arte del raponeo inglés. Simpático, aunque no me gustó que el final del libro parece estar conectado con otro libro que no me nace leer. Leí, en todo caso, otra novela de él, “Mi aniquilación”, sobre un extraño crimen relacionado con un cambio de identidad. Empieza bien pero se torna insoportablemente inverosímil hacia la mitad. Quizá por eso fue que disfruté tanto Eugenia, que corría el mismo riesgo pero sale bien librada.
Este año de lecturas en japonés me devolvió a mi juicio exigente para con la literatura contemporánea—algo que había pensado re-evaluar el año pasado viendo a H leer y leer sin quejarse. Ni modo, en la medida de que me mejoro mi habilidad con el lenguaje, me vuelvo menos tolerante. Intentaré no exagerar.
El único libro que leí completo en español fue Arsenio Lupán y la aguja hueca. Fue una lectura rápida y entretenida. Lo cogí porque el hijo sacó de la biblioteca un libro sobre obras recomendadas de la literatura universal—o sea, Europa y Estados Unidos—y este título y Dr. Jekyll y Mr. Hyde le llamaron la atención. No sé porqué nunca antes había leído Lupan, si leí todo Holmes y algo de Poirot. Tal vez con ellos quemé esa etapa de la vida. Curioso que el protagonista sea el criminal, lo que pareciera mostrar los extremos de la rivalidad entre ingleses y franceses en ese momento de la historia.
Traté de explicarle al hijo que aquella literatura de universal no tiene nada. Ojalá ya hayan dejado de usar ese mote engañoso.
¿Qué pasará en el 2023? En el horizonte hay un viaje que puede cambiar los planes de lectura. Tengo ganas de leer Guerra y Paz, pero aún no me decido. Ya hay un par de libros japoneses en la pila, con otro montón de cosas en español que no he leído. Sigo leyendo manga, viendo anime, y jugando juegos de mesa, que sustraen tiempo de lectura. Este año también vi una que otra serie de tv, ahora que tenemos acceso a los servicios de streamming. Quizá la amenaza más grande en el horizonte es la inminente llegada de la segunda parte de Zelda, el cual hace unos años se llevó más de cien horas de lectura—o proporcionó senda horas de placer. Este año también jugué hasta la saciedad Hades, el extraño caso de un juego de video que ganó un premio literario. La segunda parte también fue anunciada.
En todo caso, ojalá estos problemas del primer mundo sigan siendo lo más angustiante del año para todos, y que la vida siga llena de bonitas sorpresas.
Feliz 2023. Besos y abrazos.
domingo, septiembre 04, 2022
Lenguaje extraterrestre
Hace unos meses se comentó en “las redes” un video en el que una mujer afirmaba poder comunicarse con alienígenas. Luego de aducir no se qué razones para explicar su don, la susodicha se largaba a “hablar” en una retahíla incomprensible. El video es alucinante, sin duda, y no solo por la ridiculez. Por un lado, nos recuerda lo frágil del conocimiento, pues por más que uno intente, es imposible desmentirla del todo. Incluso habrá quien le crea.
El fenómeno no es un asunto nuevo. Precisamente leí en la recientemente publicada historia de la Ilustración escrita por Ritchie Robertson sobre un caso similar a comienzos del siglo dieciocho. Un tal George Psalmanazar, al parecer el pseudónimo de un francés, publicó un libro titulado La Historia de Formosa (antiguo nombre de Taiwán), en el que se hacía pasar por oriental e incluso hablaba un lenguaje inventado de la isla. Robertson asocia el fenómeno a una gran demanda por historias de viajes en Europa occidental por aquellos días. Trescientos años después, con pleno conocimiento de casi todos los rincones de la tierra, es posible que solo otros planetas nos ayuden a calmar esta curiosidad innata, llevando a algunos al delirio del video.
Hay aún otra dimensión en la que el video es menos extraordinario de lo que parece. Almorzando con una estudiante de Bangladesh, esta se quejó de que en la escuela les enseñan a leer el alfabeto árabe pero no el idioma per se. El objetivo es que puedan recitar el Corán, parte fundamental de su cultura musulmana, que al parecer no hace falta entender. Con esto, cualquiera con talento puede ser capaz de cantar las oraciones tan bellas con las que las mezquitas llaman cinco veces al día. Tal vez fuese similar cuando las misas eran en latín, aunque el hecho de no entender parece una desventaja no despreciable.
La historia de Bangladesh me recordó que un ejemplo similar está más cerca del corazón. Y es que aún batallo una hora al día tratando de enseñarles algo de español a los hijos. Ellos también son capaces de recitar cualquier libro pues aprenderse las letras y sus sonidos es relativamente sencillo. Sin embargo, entender y usar el idioma es una historia completamente distinta. A pesar del sudor y las lágrimas de todos estos años, es un poco desalentador lo poco que se avanza si todo al rededor está en otro idioma.
Algo interesante, y a la vez paradójico, es que el hijo mayor ha empezado a avanzar un poco más ahora que entiende que es un verbo, que es el sujeto y predicado de una oración. Parece que con estas nociones básicas es un poco más fácil cambiar el chip a otro idioma. Pero es paradójico, porque es este aprender a través de la lógica lo que nos separa de los hablantes nativos y de su uso instintivo de la lengua.
Así que, quizá los hijos no llegarán a ser hablantes nativos del español, aunque aún guardo la esperanza de que lleguen a dominar este idioma que aún les parece medio extraterrestre. Y si en algo se parece su experiencia a la de la señora del video, entonces su logro es más bien modesto y lo realmente importante sigue bastante lejos.
viernes, diciembre 31, 2021
Lecturas del 2021
Según el Shintoismo, todas las personas son particularmente susceptibles a la mala suerte a ciertas edades. Los años son distintos para hombres y mujeres durante la adultez, pero son los mismos en la niñez y la vejez. Aunque la selección no deja de ser arbitraria, los años de posible mala suerte coinciden con tiempos de cambio, como la adolescencia o el alumbramiento. Así que, más que una estrategia para vender amuletos, la tradición es un sano recorderis sobre las multiples formas de la fragilidad de la existencia.
Los años peligrosos suelen venir de a tres: el principal, el de antes y el de después. El 2020 fue el preludio, así que este era el año principal de mi mala suerte. ¡Y qué año tan complicado que fue! Como si la pandemia no hubiese complicado la vida lo suficiente, H requirió una cirugía mayor. El prospecto de una despedida prematura y todas las implicaciones de la operación trastocaron nuestras rutinas y nos transformaron para siempre. Aunque cerramos el año hasta cierto punto recuperados, seguiremos en suspenso por varios años.
En cuanto a las lecturas, el año empezó bien. Acorde a lo planeado, comencé leyendo Exhalación de Ted Chiang. El primer cuento de la selección es maravilloso: una historia de viaje en el tiempo recreada en el contexto de las mil y una noches. La combinación está tan bien lograda, que me recordó lo mucho que me gustaban esas historias de Medio Oriente, de las cuales siempre había querido leer una traducción completa del original. Aproveché la emoción para comprar una edición reciente de cuatro tomos que ganó un premio de traducción y espero leerla en los próximos años. Los otros cuentos no estuvieron mal, pero creo que la primera colección es mucho mejor.
El mejor libro del año fue Desierto sonoro de Valeria Luiselli. Cuenta la historia de varias separaciones, incluyendo las penurias de los migrantes centroamericanos intentando entrar a los Estados Unidos. La historia tiene un quiebre espeluznante en el medio muy bien logrado, que me atrapó y me llevó arrastrado hasta el climax. Me recordó un poco Leyenda de un Suicidio, de David Vann. Tiene una parte experimental que al comienzo me pareció superflua, pero al final me gustó. Súper recomendado.
Luego se colaron dos libros que estuvieron más o menos. Primero Dos años, ocho meses y ventiocho noches de Salman Rushide. Este es un regalo que había recibido muchos años atrás y que resultó hacer referencia a las mil y una noches. La historia es la confrontación de unos genios (los de las lámparas) por dominar el mundo. Entretenido. La coincidencia inesperada con Ted Chiang fue un aliciente más para leerlo.
Después vino Razones para desconfiar de los vecinos de Luis Noriega. Esta fue una compra al azar de mi última visita a Bogotá en el 2018. Nada que resaltar. Sin embargo, quiero apuntar que H me ha hecho sentir que soy demasiado exigente con mis lecturas colombianas. Debido a la operación, ella ha vuelto a dedicar bastante tiempo a la lectura, casi exclusivamente a literatura japonesa contemporánea. Mucho de lo que lee parece no haber sido nunca traducido, y dudo mucho de su calidad, pero ahí igual se entretiene y no se queja. Creo que debería leer la literatura colombiana con ojos similares.
Cuando las malas noticias golpearon la puerta, resultó que las lecturas no fueron de suficiente consuelo. Dure varios meses atascado con Moby Dick. En su lugar, aproveché para ponerme al día en anime (animación japonesa). Fue una gran sorpresa descubrir que no había visto prácticamente ninguna de las mejores series de los últimos veinte años. Es decir, desde que vine a Japón. Como a los lectores esto tal vez no les interese mucho, dejo la lista de lo que he visto para un anexo, pero les digo que hay cosas muy buenas, que aún no me aburro, y que no me llama la atención ver las series de Netflix o HBO que todo el mundo comenta.
Terminé Moby Dick un poco a la fuerza, pero fue una buena experiencia. Me recordó una película de Quentin Tarantino: un largo y algo monótono nudo con un violento desenlace. Leyendo a Meville sentí como ha cambiado la literatura con los años. Bueno eso de leer clásicos.
El libro de cuentos de Somerset Maugham fue un extraordinario descubrimiento. Parece que Maugham fue muy famoso en su tiempo pero nunca lo había oído nombrar, hasta que un compañero de Nueva Zelanda me lo recomendó. Maughman se oponía al canon chejoviano, escribiendo sin adornos y directo, sin suspensos innecesarios. El resultado es fresco, diferente a lo que se escribe hoy en día. Refleja además la cultura colonial del imperio británico en Malasia y el Pacífico, lo que hoy en día es un poco chocante pero importante no olvidar. Lo disfruté mucho e intentaré leer algo más en el futuro próximo.
Cerré el año con unos cuentos de ciencia ficción de Karen Russell. Estos fueron una recomendación en Twitter, ya no recuerdo de quién. Estuvieron bien pero no los pude disfrutar del todo, no se muy bien porqué. Tal vez sea porque el contexto estadounidense me interese más bien poco. Pero, ojeando de nuevo los cuentos, la colección no está mal.
No recuerdo bien que leí en japonés, pero revisando las reseñas del año pasado, creo que se ma han pasado un par de títulos por nombrar: una novela con trasfondo matemático, la ecuación que amo el doctor de Yoko Kogawa, y una adaptación de Macbeth al beisbol, Un rey de Kotaro Isaka. Ninguno de los dos nada muy especial.
Por último, este año leí mucho más manga de lo esperado. El éxito de Demon Slayer se le contagió a los hijos, quienes compraron los primeros volúmenes y ahí me les fui pegando hasta que acabamos los 23 tomos. Estuvo entretenido eso de leer entre todos y comentar lo que iba pasando. Dado el tiempo que toma leer un libro, no veo probable que pase algo semejante con ellos, así que ya me veo en el futuro próximo intentando con otros títulos. Sin embargo, la segunda serie que leí, For your eternity, no les gustó tanto, así que la formula no parece infalible. Ambas series estuvieron muy entretenidas. Vale la pena seguir intentando.
El próximo año es el último de la mala suerte. Ojalá que así sea. Quién sabe que leeré, pero todo será una celebración de la existencia, de gratitud por seguir sanos y de compartir con la familia tanto como sea posible.
Un abrazo y los mejores deseos para el 2022.
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Anime del 2021:
+ Code Geass: Entretenido, con un buen final.
+ Steins Gate: Una interesante variación del viaje en el tiempo. Muy bueno.
+ Haikyuu: Historia de volleybol. Como supercampeones pero sin fantasía. Más o menos entretenida (sacrilegio).
+ Madoka Magika: Lo máximo. Todo el mundo debería verla.
+ Stand alone complex: No tenía ni idea de que había una serie de Ghost in the Shell, con música de la misma de Cowboy Bebop. Nada más que decir.
+ Monogatari series: Indescriptible. Un placer culposo. Hay partes aburridas, pero las partes buenas son muy buenas. Las repetiré.
+ Fate: Una serie de magia entretenida. El japonés en Zero es un poco complicado, pero igual creo que entendí la historia.
+Sword Art Online: Una mezcla de juegos de video y el mundo real. El primer capítulo es impecable: una muestra de cómo se puede sentar las bases para una historia de ciencia ficción sin que sobre o falte nada. Muestra además la relación romántica de los protagonistas de una forma muy real, que nunca había visto en otro anime, que recuerde. Sin embargo, la serie se va poniendo pesada y va perdiendo el lustre, sobre todo en la tercera temporada.
+ Made in Abyss: Una niña y un robot van explorando un hoyo gigante lleno de secretos. Este año que viene continúa. Muy bueno.
+The melancholy of Susumiya Haruhi: una niña con poderes especiales amenaza con destruir el mundo, y sus invenciones tratan de detenerla. Entretenida.
+ Clannad: El novelon. La segunda temporada es una cosa muy atípica a lo que suele pasar en las series románticas. Impactante.
+ Romeo's Blue Skies: Una serie de 1995 basada en una novela suiza sobre niños obligados a limpiar chimeneas. Extraño como era de normal mostrar violencia contra los niños en esos días. Una mención a Moby Dick en medio de la serie me empujo a continuar leyendo.
+ Shōwa Genroku Rakugo Shinjū: Un drama sobre el Rakugo, los cuenteros tradicionales japoneses. Inusual e interesante.
+ Aku no hana (las flores del mal): Una historia retorcida inspirada en el libro de Baudelaire. Ahí mas o menor.
+ Evangelion! La cuarta película salió por fin, dando fin a la serie después de más de veinte años. Contra todos los pronósticos, bien terminada. Además, el final dio pie a un documental sobre el director. Genial.