lunes, marzo 07, 2011
¿Más confucianista que Confucio?
Dentro de la tradición confucianista, los personajes públicos y los de mayor nivel de formación son a quienes se les exige de la manera más estricta que se comporten de acuerdo a las normas. Como ejemplo que son para el resto de la sociedad, su quiebra moral se considera más grave que la de cualquier mortal. No es extraño entonces encontrarse cada tanto en los medios masivos de comunicación con extensos cubrimientos de las menores faltas de políticos y artistas, generalmente. A una cantante que cogieron con 0.5 miligramos de droga, la pasaron en todos los canales por más de dos meses, escudriñaron hasta el más profundo rincón de su intimidad, y la obligaron no sólo a pasar una corta temporada en la cárcel, sino que ahora estudia servicio social en la universidad y espera trabajar en la beneficencia apenas pueda. A una joven figura del teatro Kabuki que hace poco se emborrachó con un ex-jefe de la mafia, y por andarse con chanzas terminó seriamente aporreado, llevan algo más de tres meses sometiéndolo al escarnio público por su vida desordenada--tan así que le tocó embarazar a la esposa para ganarse algo de compasión (esto una conclusión de mi mente retorcida, pero es que es difícil creerse esas coincidencias).
Cualquiera que comparta el acervo latinoamericano verá en esta costumbre una cualidad que explica, si no nuestro atraso, si el avance de oriente. Pero ¿puede tan honorable práctica salir mal? Dos casos de estos días apuntan a que así es.
Hace dos semanas, después de los exámenes de admisión a la universidad en todo el país, se detectó en internet un intento de fraude. Mientras el examen tomaba lugar, en un foro público alguien empezó a pedir ayuda con ciertas preguntas del examen. En seguida la noticia se tomo todos los canales. Los representantes de las universidad, en conjunto con la policía, prometieron una exhaustiva investigación para detectar al infractor. En un día ya se sabía cómo se había cometido el fraude: el aspirante había tomado una foto con su celular y un cómplice había buscado las respuestas. Se sugirió solicitar a Yahoo, la compañía a la que se subió la información, que revelara los datos de las cuentas involucradas. Al parecer, la compañía no cedió. Pero con un poco de minería de datos fue cuestión de días dar con el implicado: un joven de 19 años, desesperado porque en la primera oportunidad no había podido pasar a la universidad, por lo cual ya en sí era un paria.
El operativo policial fue notable. El sector de la casa del estudiante acordonado. Barreras visuales y vidrios polarizados para mantener la identidad del individuo en reserva. Las cámaras de televisión esperando el menor descuido. Un vuelo charter para llevar al criminal desde su ciudad, a una hora de vuelo de Kyoto, dónde el operativo continuó para llevarlo a comparecer. Caso cerrado ¿pero se justifica todo este espectáculo? Algunos comentaristas con algo de sentido común vieron en el espectáculo algo macabro. ¿Qué será del joven una vez que todo acabe? Sí, es una falta importante copiar, y la reputación de las universidades es importante ¿pero al punto de pisotear la dignidad de cualquiera?
Hoy, por otro lado, renunció el Ministro de Relaciones Exteriores, tal vez el sexto en cinco años. Maehara, un buen tipo, con carácter, quien lideró en su anterior puesto como Ministro de Infraestructura el difícil proceso de desmontar el sistema de rentas a través de mega-obras innecesarias ya famoso en Japón, es decir, un tipo duro. Además, el ministro al que le tocó enfrentar el último incidente con China al rededor de unas islas en disputa, en el que no cedió un milímetro--algo no necesariamente bueno porque la cosa se iba complicando, pero en todo caso, algo que es sólo el comienzo de lo que será una constante puja con el gran vecino. De hecho, al hombre ya lo tenían por el próximo primer ministro, dada la baja popularidad del señor Kan. Sin embargo, todo se vino al suelo.
El pecado de Maehara: recibió dinero de un extranjero en su campaña. Y no es que haya hecho un torcido, o que esté beneficiando algún negocio oscuro. Maehara recibió un millón de pesos cada año durante los últimos cinco años de la dueña de un restaurante coreano donde iba a almorzar cuando estaba en la preparatoria. Al parecer, para mayor ironía, esta señora es de los coreanos que nunca han pisado Corea del Sur, sino que, descendiente de inmigrantes, nunca recibió la ciudadanía. Puede que me equivoque, pero el caso es que esta es una falta ridícula. Ese dinero no debe ser ni la quinta parte de lo que se gana en un mes un ministro japonés. Además, el país lleva cinco años sin una política exterior estable, sin enviar un representante fijo ningún foro internacional--sin contar con el ministro borracho que mandaron a Italia. Pesa más la corrección concianista--y la presión de la oposición, que no tiene nada que ofrecer más que quejas--que la premura de las circunstancias.
Estos dos eventos de alguna forma dan luces de como el país va perdiendo su tercera década.
tal cual fue percibido desde el
panÓptiko
a las
9:18 p.m.
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1 comentario:
que bueno que estas bien, un abrazo!
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