jueves, diciembre 31, 2020

Lecturas del 2020

 


Dicen los optimistas que los desastres son oportunidades, pero no aclaran que no lo son solo para las buenas intenciones. Las malas lenguas aseguran que el desorden lo aprovechan algunos para saldar cuentas pendientes. Hace ya casi diez años, algunas de las personas que entrevisté después del tsunami mencionaron el rumor de que la yakuza había estado matando rivales, para tirarlos luego entre los escombros. Revolcados en el lodo, entre otros tantos miles, ¿quién iba a notar la diferencia?. Que parezca un accidente, como decían los malos de las películas de mi niñez—¿todavía dicen así? 

Pues este año tan nefasto casi no pude leer y es toda su culpa. El cadaver de las horas perdidas es nada en medio de los millones de vidas perdidas. Nadie se va a extrañar porque no se haya cumplido una meta o por haber abandonado algún plan.  Al contrario: el menor logro es motivo de celebración. Sobrevivir es suficiente para darse por bien servido. 

Sin embargo, en el fondo queda la sospecha de que el desastre es una excusa, que pudo haberse hecho mucho más.

Si mal no recuerdo, empecé con el pie izquierdo, intentado un libro en japonés que no me cogió, que no iba entendiendo, y que dejé tirado. Me preocupa porque ya después no leí nada más en japonés este año. Estaba leyendo en el iPad porque el diccionario del Kindle no es tan bueno, pero leer por la noche de la pantalla me estaba dañando el sueño—por casi dos meses tuve que tomar medicación para pode dormir. He estado pensando en comprar un Kindle para leer en japonés, pero me parece un gasto innecesario... Aunque creo que en últimas tendré que hacerlo ahora que el prospecto de vivir en otro país se ve tan lejano. 

Por un comentario de @SaninPazC había comprado dos libro de Tomas González. Empecé con La Luz Difícil, que se termina en dos sentadas, y varios meses después leí La historia de Horacio, la cual necesita más sentadas, pero no muchas más. Ambos libros estuvieron muy bien. Divertidos pero a la vez trascendentales. Una pena que los libros en español tiendan a ser tan cortos. ¿Por qué será? Me preocupó un poco que a pesar de la distancia entre los dos libros, sentí que ambos libros fueron el mismo: la historia de alguien que se muere. Quiero leer algo más para salir de la duda. Recibo recomendaciones. 

Una prima me recomendó Los Ríos Profundos de José María Arguedas, un autor peruano con raíces indígenas que narra las desventuras de las sociedades mestizas que quedaron en el país. No me llama la atención la literatura de esa época y de esa temática, no sé por qué.  Tal vez no he dado con el autor adecuado—en 2016 leí Todo se desmorona de Chinua Achebe, quien hace algo similar para el caso de Nigeria de una manera magistral. No estuvo mal, pero tampoco lo recomiendo. 

Gracias a un trino de @Graograman había dejado comprado Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enriquez. Este libro fue quizás el hit del año. Llevaba muchos, muchos años sin leer un libro de historias de terror, lo que solía hacer con avidez durante la adolescencia. Aunque no recuerdo mucho de esos tiempos, en los cuales brilló Poe y Lovecraft, esta colección no tiene nada que envidiarles. Claro que lo mejor fue haber dejado el libro tirado por mucho tiempo y olvidar de qué se trataba. Así el golpe del primer cuento fue más fuerte. Reconozco que al final ya se iba poniendo repetitivo, pero creo que es algo común en el género. En todo caso, muy agradecido con Humberto—seguiré comprando compulsivamente sus recomendaciones.



Otra recomendación que llegó por Twitter, esta vez de @mkal121 . fuel Las muertas de Jorge Ibargüengotia. El trino original alababa el autor y la obra por la calidad de su humor, lo cual no es tan fácil de lograr en la literatura, me parece. Por ello le hinqué el diente y, aunque estuvo muy bueno, no encontré el libro gracioso. Si de humor se trata, Tomás González me sacó más carcajadas. En su lugar, lo negro de la historia de Las muertas de un burdel en México me recordó de alguna manera la literatura de Roberto Bolaño. Recomendado, aunque no es fácil de conseguir. 

El 2018 y 2017 fueron años de excelente ciencia ficción, así que con el hueco del 2019 estaba con ganas de más. La Trilogía de la Tierra Fragmentada de N.K. Jemisin recibió premios por cada uno de sus volúmenes así que prometía. Se trata de unos seres con el poder de controlar los terremotos en un planeta imaginario, quienes son pseudo esclavizados por el resto de la humanidad porque sus poderes son necesarios pero peligrosos—cada cierto tiempo provocan estaciones, que son largos periodos de actividad volcánica en la que la vida sobre la faz del planeta peligra con extinguirse. Son más de mil páginas, sin duda bien escritas, pero no están al nivel de la trilogía Cixin Liu o Ted Chiang. A propósito: ya tengo en mis manos la traducción de Exhalación y es de lo primerito que leeré en el 2021. 

El estimadísimo @agaviriau siempre menciona Fahrenheit 451 de Ray Bradbury pero no lo había leído. Me lo topé baratísimo en español en Amazon Japan, así que aproveché y lo compré. El mundo sin libros pero con más televisión y drogas es de verdad escalofriante, de alguna manera parecido a lo que tenemos hoy. sin embargo, la historia no es redonda y, por razones que no se explicar, el libro me hizo pensar en los miedos de los papás cuando lo veían a uno pegado al computador o al nintendo todo el fin de semana. Creo que las distopias del futuro cercano van a tener otra forma, aunque Farenheit 451 seguirá siendo un referente. 

Un compañero del trabajo le gusta la ciencia ficción y me recomendó leer Cuna de Gato de Kurt Vonnegut. Un libro muy loco sobre... ¿la bomba atómica? ¿El fin del mundo? Estuvo entretenido y fácil de leer. Seguramente leeré el otro libro famoso del señor. 

Por último, al fin leí Corea: Apuntes desde la cuerda floja de Andrés Felipe Solano, que @apelaez1 había recomendado hace rato y el cual me causaba curiosidad por la cercanía.  Me pareció bien escrito e interesante, sin los manierismos propios de la literatura de viajes. Sin embargo, me pasó una cosa súper extraña: me chocó enormemente que Andrés Felipe fume copiosamente. Me pregunto si comprando otro de sus libros esté pagándole el vicio, así que creo que no lo haré. Me estoy poniendo viejito. 

Este año leí más no-ficción en el tiempo para la literatura. Leí la famosa historia del cáncer que llevaba años en el estante, así como un par de libros sobre el Antropoceno, y un libro sobre la ética de los riesgos existenciales. También hubo algo sobre el declive de occidente y As if de Kwane Anthony Appiah. No todo tan bueno, pero eso queda para otra ocasión. 

¿Qué traerá el 2021? En el Shintoismo cada año las personas que cumplen cierta edad se les pronostica un destino peligroso, de cambios bruscos. Para mí, es este año que entra. Así que el pronóstico es reservado. O por los menos tendré otro desastre que culpar. 

Les deseo todo lo mejor para el 2021. Abrazos.