domingo, febrero 12, 2012

El mito de la maldad acechante


“You have trivialized our movement by your mundane analysis. May God have mercy on you”
Ayman al-Zawahiri

Varios medios comentaron entre diciembre y enero pasados cierta controversia en las altas esferas de la ciencia mundial. El brazo científico del gobierno de los Estados Unidos le solicitó a dos prestigiosas revistas que se abstuvieran de publicar los detalles de dos estudios sobre la gripe aviar. Hasta el momento no se tiene evidencia de que el virus H5N1 se haya transmitido de persona a persona, pero los dos grupos científicos en cuestión encontraron algunas variaciones genéticas que lo permitirían. Según la agencia estatal, esta información en las manos equivocadas sería demasiado peligroso.

El asunto es importante por las consecuencias que han tenido los remedos de pandemia de la última década. El globo terráqueo está cada día más integrado y una enfermedad infecto-contagiosa exótica puede fácilmente dispersarse fuera de control antes de poder tomar medidas de contención. Claro está, los científicos no quieren porque sí hacer el virus más peligroso; al contrario, al encontrar las formas como los virus se vuelven contagiosos se pueden buscar alternativas para evitar que pase, o para atacar las estructuras que lo permiten.

En un principio investigadores y revistas aceptaron poner una moratoria a la publicación mientras se discutía en la comunidad científica que hacer. (Aunque en ningún lado aparece explicado como es que el gobierno de EU sabe que va a salir en Nature antes de que la publiquen). Aquellos en contra de la censura aducen que la libre investigación hace más dinámico el proceso de generación de conocimiento, lo cuál puede salvar más vidas. Los que están a favor dicen que dada la peligrosidad de la gripe aviar (la cuál es sólo estimada porque con la gripe es difícil contar a los que no se mueren), son más los riesgos que los beneficios.

Es entendible que los argumentos científicos se centren en los riesgos y oportunidades de la divulgación científica, pero creo que vale la pena sentarse aunque sea un minuto a pensar sobre los motivos de la censura como tal: la existencia de unas manos equivocadas.

La imagen es la siguiente: allá afuera hay un grupo de gente que pretende acabar con la humanidad, quienes tienen medios y conocimientos suficientes para hacer recombinación genética en virus, los cuales dispersaran en las principales capitales del mundo occidental tan pronto como sea posible. Entonces, por razones de seguridad, toda investigación que de pistas sobre como se dispersan los virus persona a persona debe ser de acceso restringido. ¿Cuáles son las consecuencias de este modelo anticuado de seguridad? Además del ya mencionado atraso en la investigación, los avances científicos sólo los tendrán los buenos—y tal vez las compañías farmacéuticas que los apoyan.

Se me ocurren dos tipos de manos: las nacionales y las no gubernamentales. Si la censura está pensando en la primera, la idea parece devenir de un tipo de guerra que ya casi no existe. Cuando naciones con ideologías abiertamente antagónicas y poderes similares se iban a la guerra, la ciencia de doble propósito era altamente restringida. De ahí viene lo que llaman el complejo industrial-militar como motor de innovación, campo en el que hoy en día resalta Israel—razón adicional para contemplar un interés comercial detrás de la censura. Pero si esta es la visión que motiva la petición del gobierno, se puede decir que sus razones parecen infundadas. La paz burguesa que se vive en nuestros días ofrece pocos incentivos a los países para malgastar sus recursos en conquistar territorios.

Las otras posibles manos, los tornillos sueltos del mundo, tampoco presentan un cuadro tan perturbador. Es cierto que la gente con formación profesional parece ser la más susceptible a el extremismo dogmático—por lo menos un celebre sociólogo y su colega han aportado evidencia relevante. Pero también es cierto que por más capital y soporte humano que se tenga, el tipo de ciencia que hay detrás de este tipo de conocimiento no es algo sencillo. En un libro sobre los usos políticos del miedo, un periodista canadiense muestra como a pesar de una gran cantidad de recursos y conocimiento, el grupos terrorista japonés Aum sólo pudo producir pocas cantidades de las armas químicas que se proponían, varios de los ataques fueron fallidos y el daño limitado. Estos malos puede que no sean tan buenos para mal usar los avances en virología, para no mencionar lo complicado de distinguir a los buenos y los malos—¿cuántos japoneses estarán en la lista de manos equivocadas?

Como muchos antes ya han observado, lo que en verdad debería producirnos ansiedad es la estupidez. Que en un descuido se pase por alto un protocolo de bioseguridad y se desate una emergencia. Recuerdo un profesor de la universidad que decía sin vergüenza que en sus intestinos tenía una E coli súper resistente a los antibióticos con la que había trabajado en su doctorado. En sus excrementos va una potencial arma mortal ¿pero qué se puede hacer al respecto? En la objeción del gobierno no se ha dudado de la idoneidad de los científicos, más si la preocupación es tal no hay razones para tener fe ciega en ellos.

Creo que en el fondo este problema de censura se debe a una mala pasada que nos juega a los humanos la prudencia como virtud suprema ante una concepción de seguridad que se va quedando desactualizada.

Nota 19/2/12: Las investigaciones serán publicadas; pero el razonamiento parece seguir sin cambiar. 

2 comentarios:

// An dijo...

Un largo esfuerzo de argumentacion sobre un tema en el cual ud. aparentemente se encuentra mal informado. Conozco algunos cientificos que se autocensuran en temas muy interesantes pero peligrosos. El peligro si acecha, y el mayor de todos es el descuido.

panÓptiko dijo...

//An,

Está dentro de lo posible que esté mal informado. La auto-censura quiere decir que aquellos científicos tienen interiorizado la cultura del miedo, o que sacan dinero de ello.

Por otro lado ¿a qué se refiere por descuido? ¿Descuido de publicar algo que nadie debería saber? ¿O descuido de hacer experimentos con elementos peligrosos?

En todo caso, aún no tengo claro cuales son las manos equivocadas que obligan a esconder el conocimiento.

Gracias por el comentario.