domingo, enero 30, 2011

Noches otomanas

Festejo en Safuranbolu, Turquía

Cuando estaba tal vez en séptimo u octavo, me entraron unas ganas incontenibles de leer la mil y una noches. En la biblioteca del colegio solo encontré una selección de cuentos titulada "El Califa ladrón", que devoré en un par de semanas (este recuerdo esta vívido en mi mente porque, mientras leía este libro en algún recreo, la profesora de español me vio y no me dejó seguir leyendo, porque el recreo era para ir a hacer algo). Allí encontré una vez más al Simbad de las caricaturas, a Ali Baba, los ladrones, y ese mundo desconocido de cimitarras, harenes y desiertos. Entonces el escenario mental era la península arábiga, tal vez el Sahara, y todo lo que existía a su alrededor, que no fuese Europa, ni Rusia, ni el África negra, ni India, ni China. Esto es claro una gran inexactitud, pero no está lejos de lo debe pensar el humano promedio. Y, hasta cierto punto, este es el problema que mueve a Pamuk y su libro "Mi nombre es Rojo".

Desde siempre Turquía ha estado en ese tire y afloje entre el cristianismo y el islam, y entre lo otomano, lo árabe, y lo persa. Aún en tiempos de paz, las guerras se continuaban en las artes, en la arquitectura y en las ciencias, pues el esplendor de la civilización disuadía a los infieles y mantenía fuerte la lealtad de los súbditos. Entre aquellos oficios, es difícil encontrar uno más ingrato que el de los ilustradores del Imperio Otomano. Por un lado el islam prohíbe dibujar figuras humanas y de seres vivos, razón por la cual la pintura en la cultura musulmana se desarrolló tarde, a tropezones, y limitada por unos estrictos cánones religiosos. De ahí que ser ilustrador fuese semejante a ser un matarife de pueblo, un personaje necesario pero siniestro. Por el otro lado, si algo avanzó de manera brillante en Europa fue la pintura, aquella capacidad de capturar en el lienzo las cosas tal cual se presentaban en la realidad. Esto era de pleno conocimiento de aquellos ilustradores, de sultanes y califas, pero no les quedaba otra que morderse los codos para no ceder a la tentación de utilizar las técnicas de los infieles.

La novela nos cuenta la historia de estas tensiones a través de las intrigas de un libro prohibido. Uno de los artistas reunidos ante aquel proyecto, encargado por el propio sultán, terminan por perder la calma y, antes de traicionarse, es asesinado. Descifrar este misterio se prolonga por páginas y páginas, en las que priman las reflexiones en torno a la pintura y la moral. Visto desde fuera el libro es una completa ironía: es un retrato íntimo y detallado de como los ilustradores de Estambúl no pueden dejarse ser humanos en su arte; claro está, son bastante humanos en todo lo demás: se drogan, tienen erecciones, gustan tanto de mujeres como de mozalbetes, y se dan a la juerga. La historia viene sazonada cada tanto con esas aleccionadoras historias al estilo de las noches de Arabia, que refrescan e intensifican la experiencia del lector.

Sin embargo, la potencia de esta tensión moral reflejada en la pintura echa al traste las diferentes tramas que la adornan. El libro es publicitado como una novela negra, pero sabemos muy poco de los sospechosos, y la información relevante nos llega muy tarde. También se le presenta de una historia de amor imposible, pero aunque al comienzo los elementos de este drama son los que mejor se van tejiendo, a la mitad del libro los eventos se precipitan y pasan a segundo plano. Por último, La historia del asesinato se cierra a la fuerza, a punta de coincidencias sacadas de la manga.

"Me llamo Rojo" es un libro sobre la pintura y el islam, un tema interesante por derecho propio, pero distinto al que se quiere vender. Por mi parte, quiero agradecer el mayor regalo que me deja el libro y al Internet: recordarme la anécdota del libro del Califa, y encontrarme con aquella portada de arte, quizá otomano, que hace más de quince años no veía y que me llena de nostalgia el corazón.



Buena mar,

1 comentario:

Diegosil dijo...

Pues si al libro lo vendían como historia de amor o de asesinato no lo sabía. Más q la historia lo q, para mí, cautiva y sobresale de este libro es su estilo para narrar la historia y la inclusión de ciertos temas subyacentes en la historia (como el clima, la arquitectura de una ciudad, las leyendas sobre ilustres ilustradores, entre otros) para darle unidad a la obra. Si querían un desarrollo más "delicado" de la historia de romance y de asesinato el libro habría salido en más de un volumen, ¿no cree?
Me dio envidia de ud luego de leer este libro por haber ido a Turquía.