Aida Makoto - I-DE-A (イデア) (Performance)
De unos años para acá, me decidí a leer literatura en japonés. No fue una decisión fácil porque la literatura es quizá el único rincón de mi vida que la había consagrado al español. Esto después de una etapa de leer regularmente literatura en inglés, un poco por la falta de acceso a libros en español en Japón, y otro poco por esa tendencia un poco arrogante de pordebajear las traducciones. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no podía compartir mis experiencias con los demás hispanohablantes y que, si no apoyaba el mercado de las traducciones, aún menos oportunidades tendría de hacerlo.
Es así que el último libro de literatura que leí en inglés fue una colección de cuentos de Alice Munro en 2017, y eso porque me lo regaló un compañero de trabajo que se estaba deshaciendo de libros ya que debía mudarse. El último libro que compré en inglés fue otra colección de cuentos de Munro en 2015—caigo ahora en cuenta de que a Munro sólo la he leído en su idioma—y antes de eso el fabuloso The Last Samurai de Helen DeWitt. Es decir, más o menos ocho años sin leer literatura en inglés. No quiere decir esto que haya dejado de leer escritores que escriban en inglés, a veces se cuelan algunos, aunque sí reconozco que he hecho un esfuerzo por evitar autores gringos.
El compromiso con el español empezó a cambiar con el terremoto de 2011. Este blog no registra ninguna lectura en japonés anterior a esa fecha, aunque seguro existió. Soy consciente de que el desastre me mostró, a la fuerza, lo apremiante que era poder leer fluidamente en japonés. Las noticias locales y leídas (no vistas) son la mejor fuente en medio de la incertidumbre.
En fin, empecé leyendo mangas en 2011, y en 2013 registro los primeros libros. En ese momento ya me proponía leer progresivamente más en japonés, consciente de que la cantidad de libros por año decrecería. Mal que bien no desistí en el plan—hay dos años en el que al parecer no leí nada en japonés—y aunque me quejo, sufro, y tal vez nunca deje de depender del diccionario, en el 2022 sólo uno de nueve libros leídos no estaba en japonés. ¡Once años para lograr esta transformación! En mi memoria no se siente tan trascendental, pero al recorrer el blog y escribir estas letras siento que me caen todos esos años de repente sobre los hombros y se me aguan los ojos.
Reflexionando sobre este camino, creo que la parte crucial para lograr el cambio fue el empezar a disfrutar la lectura. En últimas, lo importante no es tanto el medio, sino la experiencia. Pero sin tener un dominio suficiente del medio, la experiencia se ve gravemente afectada. Es el penoso camino que todos recorremos al aprender cualquier lengua, incluso la materna.
Lo peculiar de leer en japonés es que el ideograma, una vez comprendido, es más poderoso que la palabra en transmitir la experiencia. El ideograma en la memoria es más cercano al rostro de las personas que a su nombre deletreado. Al leer una novela negra en japonés, la historia salta de las páginas con cada ideograma bien puesto, algo así como un comic súper denso.
Esta sensación me recordó el video-performance "Idea" de Aida Makoto—el más poderoso y subversivo artista japonés contemporáneo que conozco. En el video, grabado en un museo en Nueva York, Aida pega en el muro los ideogramas de "bella joven mujer" e intenta masturbarse con la idea que estos le transmiten. El video tarda como una hora, pues Aida no lograba su cometido, pero el planteamiento es el mismo. Estoy convencido de que si hubiera escrito la palabra (o las sílabas japonesas), el performance no hubiese sido posible.***
Todo esto viene a que este año empecé leyendo una novela en español, Baudolino de Umberto Eco, muy buena, erudita y brillante, pero que me tocó arrastrar varias veces. Aunque la disfruté, quedé un poco preocupado por no poder conectarme totalmente con un libro que imaginaba iba a complacerme al pleno. Luego, cuando he seguido con una novela en japonés, Arrogancia y Bondad de Tsujimura Mizuki, he quedado atrapado y no puedo soltarla. Los libros no pueden ser más diferentes: una historia de caballería en la Edad Media europea contra las reflexiones sobre la dificultad de conseguir pareja en el Japón contemporáneo. Vistos desde afuera, Eco tiene todas las de ganar. Pero no. Pierde. Y no encuentro otra explicación que el sortilegio de los ideogramas y su comunicación primitiva y entrañable. Como soñar despierto.
Ahora que lo pienso, esta sensación tal vez sea difícil de transmitir, pero no está de más intentar. De eso se trata escribir.
*** Recordé que un artículo sobre uno de mis filósofos favoritos, Derek Parfit, comentaba sobre su capacidad de exaltarse con conceptos abstractos. Claro que él vivió parte de su vida en China... ¿Tendrá que ver con ello?