Según el Shintoismo, todas las personas son particularmente susceptibles a la mala suerte a ciertas edades. Los años son distintos para hombres y mujeres durante la adultez, pero son los mismos en la niñez y la vejez. Aunque la selección no deja de ser arbitraria, los años de posible mala suerte coinciden con tiempos de cambio, como la adolescencia o el alumbramiento. Así que, más que una estrategia para vender amuletos, la tradición es un sano recorderis sobre las multiples formas de la fragilidad de la existencia.
Los años peligrosos suelen venir de a tres: el principal, el de antes y el de después. El 2020 fue el preludio, así que este era el año principal de mi mala suerte. ¡Y qué año tan complicado que fue! Como si la pandemia no hubiese complicado la vida lo suficiente, H requirió una cirugía mayor. El prospecto de una despedida prematura y todas las implicaciones de la operación trastocaron nuestras rutinas y nos transformaron para siempre. Aunque cerramos el año hasta cierto punto recuperados, seguiremos en suspenso por varios años.
En cuanto a las lecturas, el año empezó bien. Acorde a lo planeado, comencé leyendo Exhalación de Ted Chiang. El primer cuento de la selección es maravilloso: una historia de viaje en el tiempo recreada en el contexto de las mil y una noches. La combinación está tan bien lograda, que me recordó lo mucho que me gustaban esas historias de Medio Oriente, de las cuales siempre había querido leer una traducción completa del original. Aproveché la emoción para comprar una edición reciente de cuatro tomos que ganó un premio de traducción y espero leerla en los próximos años. Los otros cuentos no estuvieron mal, pero creo que la primera colección es mucho mejor.
El mejor libro del año fue Desierto sonoro de Valeria Luiselli. Cuenta la historia de varias separaciones, incluyendo las penurias de los migrantes centroamericanos intentando entrar a los Estados Unidos. La historia tiene un quiebre espeluznante en el medio muy bien logrado, que me atrapó y me llevó arrastrado hasta el climax. Me recordó un poco Leyenda de un Suicidio, de David Vann. Tiene una parte experimental que al comienzo me pareció superflua, pero al final me gustó. Súper recomendado.
Luego se colaron dos libros que estuvieron más o menos. Primero Dos años, ocho meses y ventiocho noches de Salman Rushide. Este es un regalo que había recibido muchos años atrás y que resultó hacer referencia a las mil y una noches. La historia es la confrontación de unos genios (los de las lámparas) por dominar el mundo. Entretenido. La coincidencia inesperada con Ted Chiang fue un aliciente más para leerlo.
Después vino Razones para desconfiar de los vecinos de Luis Noriega. Esta fue una compra al azar de mi última visita a Bogotá en el 2018. Nada que resaltar. Sin embargo, quiero apuntar que H me ha hecho sentir que soy demasiado exigente con mis lecturas colombianas. Debido a la operación, ella ha vuelto a dedicar bastante tiempo a la lectura, casi exclusivamente a literatura japonesa contemporánea. Mucho de lo que lee parece no haber sido nunca traducido, y dudo mucho de su calidad, pero ahí igual se entretiene y no se queja. Creo que debería leer la literatura colombiana con ojos similares.
Cuando las malas noticias golpearon la puerta, resultó que las lecturas no fueron de suficiente consuelo. Dure varios meses atascado con Moby Dick. En su lugar, aproveché para ponerme al día en anime (animación japonesa). Fue una gran sorpresa descubrir que no había visto prácticamente ninguna de las mejores series de los últimos veinte años. Es decir, desde que vine a Japón. Como a los lectores esto tal vez no les interese mucho, dejo la lista de lo que he visto para un anexo, pero les digo que hay cosas muy buenas, que aún no me aburro, y que no me llama la atención ver las series de Netflix o HBO que todo el mundo comenta.
Terminé Moby Dick un poco a la fuerza, pero fue una buena experiencia. Me recordó una película de Quentin Tarantino: un largo y algo monótono nudo con un violento desenlace. Leyendo a Meville sentí como ha cambiado la literatura con los años. Bueno eso de leer clásicos.
El libro de cuentos de Somerset Maugham fue un extraordinario descubrimiento. Parece que Maugham fue muy famoso en su tiempo pero nunca lo había oído nombrar, hasta que un compañero de Nueva Zelanda me lo recomendó. Maughman se oponía al canon chejoviano, escribiendo sin adornos y directo, sin suspensos innecesarios. El resultado es fresco, diferente a lo que se escribe hoy en día. Refleja además la cultura colonial del imperio británico en Malasia y el Pacífico, lo que hoy en día es un poco chocante pero importante no olvidar. Lo disfruté mucho e intentaré leer algo más en el futuro próximo.
Cerré el año con unos cuentos de ciencia ficción de Karen Russell. Estos fueron una recomendación en Twitter, ya no recuerdo de quién. Estuvieron bien pero no los pude disfrutar del todo, no se muy bien porqué. Tal vez sea porque el contexto estadounidense me interese más bien poco. Pero, ojeando de nuevo los cuentos, la colección no está mal.
No recuerdo bien que leí en japonés, pero revisando las reseñas del año pasado, creo que se ma han pasado un par de títulos por nombrar: una novela con trasfondo matemático, la ecuación que amo el doctor de Yoko Kogawa, y una adaptación de Macbeth al beisbol, Un rey de Kotaro Isaka. Ninguno de los dos nada muy especial.
Por último, este año leí mucho más manga de lo esperado. El éxito de Demon Slayer se le contagió a los hijos, quienes compraron los primeros volúmenes y ahí me les fui pegando hasta que acabamos los 23 tomos. Estuvo entretenido eso de leer entre todos y comentar lo que iba pasando. Dado el tiempo que toma leer un libro, no veo probable que pase algo semejante con ellos, así que ya me veo en el futuro próximo intentando con otros títulos. Sin embargo, la segunda serie que leí, For your eternity, no les gustó tanto, así que la formula no parece infalible. Ambas series estuvieron muy entretenidas. Vale la pena seguir intentando.
El próximo año es el último de la mala suerte. Ojalá que así sea. Quién sabe que leeré, pero todo será una celebración de la existencia, de gratitud por seguir sanos y de compartir con la familia tanto como sea posible.
Un abrazo y los mejores deseos para el 2022.
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Anime del 2021:
+ Code Geass: Entretenido, con un buen final.
+ Steins Gate: Una interesante variación del viaje en el tiempo. Muy bueno.
+ Haikyuu: Historia de volleybol. Como supercampeones pero sin fantasía. Más o menos entretenida (sacrilegio).
+ Madoka Magika: Lo máximo. Todo el mundo debería verla.
+ Stand alone complex: No tenía ni idea de que había una serie de Ghost in the Shell, con música de la misma de Cowboy Bebop. Nada más que decir.
+ Monogatari series: Indescriptible. Un placer culposo. Hay partes aburridas, pero las partes buenas son muy buenas. Las repetiré.
+ Fate: Una serie de magia entretenida. El japonés en Zero es un poco complicado, pero igual creo que entendí la historia.
+Sword Art Online: Una mezcla de juegos de video y el mundo real. El primer capítulo es impecable: una muestra de cómo se puede sentar las bases para una historia de ciencia ficción sin que sobre o falte nada. Muestra además la relación romántica de los protagonistas de una forma muy real, que nunca había visto en otro anime, que recuerde. Sin embargo, la serie se va poniendo pesada y va perdiendo el lustre, sobre todo en la tercera temporada.
+ Made in Abyss: Una niña y un robot van explorando un hoyo gigante lleno de secretos. Este año que viene continúa. Muy bueno.
+The melancholy of Susumiya Haruhi: una niña con poderes especiales amenaza con destruir el mundo, y sus invenciones tratan de detenerla. Entretenida.
+ Clannad: El novelon. La segunda temporada es una cosa muy atípica a lo que suele pasar en las series románticas. Impactante.
+ Romeo's Blue Skies: Una serie de 1995 basada en una novela suiza sobre niños obligados a limpiar chimeneas. Extraño como era de normal mostrar violencia contra los niños en esos días. Una mención a Moby Dick en medio de la serie me empujo a continuar leyendo.
+ Shōwa Genroku Rakugo Shinjū: Un drama sobre el Rakugo, los cuenteros tradicionales japoneses. Inusual e interesante.
+ Aku no hana (las flores del mal): Una historia retorcida inspirada en el libro de Baudelaire. Ahí mas o menor.
+ Evangelion! La cuarta película salió por fin, dando fin a la serie después de más de veinte años. Contra todos los pronósticos, bien terminada. Además, el final dio pie a un documental sobre el director. Genial.